La historia de “La Roja”

(Fuente: RFEF)

¡Dentro del fútbol femenino! La nación rojigualda jugará su tercera Copa del Mundo en Australia y Nueva Zelanda.

“El fútbol fue mi vida. Trabajaba y vivía por él”. Isabel Fuentes clava la mirada en el césped del Boetticher –“cuando jugábamos aquí era de tierra”, apunta- y recuerda los años en los que la ilusión pudo más que cualquier impedimento. Ella no lo sabía, pero estaba haciendo historia: era una de las pioneras del fútbol femenino en España.

Junto a ella, nos acompañan otras dos precursoras: Mari Carmen Álvarez Matey y María Ángeles Pérez, conocida como Quilla. Las tres fueron parte de la Selección Española femenina y, casi 50 años después, comparten memorias y se ponen al día, tras años sin verse, en la grada del campo de Villaverde. Hablan de aquel viaje en el que tuvieron que dormir en el suelo, de las razones por las que dejaron el fútbol, de los partidos sobre campos empedrados en los que usar la bandera de su país estaba prohibido por no estar federadas.

En la España de Franco, con la Sección Femenina de la Falange como guía principal para la mitad de la población, estas futbolistas y sus compañeras rompieron con los roles marcados para ellas. Sus perfiles salieron en páginas de periódicos, en televisiones y en radios, en gran parte gracias a Rafael Muga, encargado de formar la primera selección femenina. Nunca ganaron dinero -más allá de algunas excepciones, como Conchi «Amancio», que hizo carrera internacional-, pero la ilusión pudo más que la oposición de parte de la sociedad.

Dos equipos en Madrid y otros tantos repartidos por la geografía española abrieron el camino a la creación de nuevas formaciones. Algunas jugadoras recibían el apoyo de sus padres -Fuentes cuenta cómo el suyo, entusiasta del fútbol, se puso ante un presidente y le dijo «aquí tienes a una jugadora»-, pero otras tantas escondían su práctica por miedo a las represalias.

La figura de Rafael Muga estuvo detrás de la promoción del fútbol femenino cuando todavía era una práctica clandestina. Llegó a formar una selección –a la que pertenecieron Fuentes, Quilla y Carmen- que nunca fue reconocida como oficial. «Jugamos partidos internacionales porque teníamos un equipo muy bueno; hoy lo seguiría siendo», apunta Carmen. «Gracias a Rafael, nuestra historia cruzó fronteras».

En paralelo al interés que despertaban las jugadoras, se desarrolló un movimiento de oposición que se hacía fuerte durante los partidos. “Cuando ibas a algún pueblo a jugar, se tenía que meter la policía para poder entrar a los vestuarios”, recuerda Quilla. “La gente te gritaba ‘¡quitaos la camiseta!”. También enumera los insultos Fuentes: “Me acuerdo de un partido en un campo en Orcasitas en el que, cuando nos estábamos vistiendo, nos tiraban piedras y nos gritaban cosas como ‘vete a fregar, guarra’ y cosas más soeces”.

Ese rechazo también se desprendía en las instituciones: la Real Federación Española de Fútbol no reconoció el fútbol femenino hasta 1983; antes, las jugadoras no estaban federadas, no podían portar la bandera de España y su reconocimiento laboral era prácticamente nulo. “Siempre seguimos adelante porque nos gustaba”, apunta Carmen. “Fuimos muy profesionales sin cobrar un duro. Nosotras nos teníamos que comprar el material y pagar el transporte».

La ilusión que compartían todas las jugadoras fue clave para seguir adelante a pesar de todo. “En aquel entonces, te daba igual lo que te dijesen. Nos gustaba, y no íbamos a dejar de jugar por la opinión que tuviesen otras personas”, explica Quilla. La sonrisa que muestra todavía refleja aquel sentimiento que unió a las jugadoras por encima de cualquier obstáculo. Carmen coincide: «Lo volvería a hacer mil veces».

situación precaria a la que se enfrentaban las jugadoras en nuestro país obligaba a muchas de ellas a compatibilizar un trabajo con los partidos y los entrenamientos. «A veces, veníamos de viaje y nos íbamos directas a trabajar, sin dormir», recuerda Quilla. «Yo trabajaba en una empresa de pantalones vaqueros, y muchísimas veces trabajé tras dormir un poco en el autobús».

Fuentes vivía una situación similar. «Trabajaba en una empresa de artes gráficas, y cuando la Selección Española me llamó, le dije al director que me iba a jugar con ellas», cuenta. «Aunque no hubo ningún problema, me dijo que tendría que recuperar el tiempo. Tuve que hacer tres o cuatro horas extra al día para poder coger días y jugar», rememora.

Aunque ambas se alejaron del fútbol profesional antes de cumplir la veintena, nunca cerraron la puerta del todo. «Mi hijo, que ahora tiene 40 años, jugó al fútbol desde los 7», sonríe Quilla. «Yo entrené a un equipo de niños, y siempre intenté ser un referente para ellos, enseñarles una disciplina e inculcarles que ante todo tienen que ser compañeros y formar un buen equipo». Coincide con ella Isabel: «A los niños hay que enseñarles a ser rivales, nunca enemigos». Su caso como entrenadora de fútbol sala ha pasado, en alguna ocasión, por charlas con algunos entrenadores con comportamientos «muy nocivos para los niños».

La vinculación de Mari Carmen con el fútbol femenino duró unos años más; llegó a ser internacional en varias ocasiones en su puesto como extremo izquierdo con el Olímpico de Villaverde. «Jugué hasta el 83 -año en el que se disputó el primer encuentro «oficial» de la Selección Española femenina-, y luego fui delegada. Tras ello, llevé la revista del Club», enumera. «Siempre estuve ligada al fútbol porque es mi pasión», sonríe.

Aunque casi toda su carrera se desarrolló en el club del sur de la capital, en su pecho brilla un pequeño escudo del Real Madrid. Con el número 4.050 en su carné de socia, es una de las madridistas más fieles de España, y en el año 2000 decidió escribir al recién nombrado presidente, Florentino Pérez, cuestionando la falta de equipo femenino en el club blanco. A pesar de que la escueta respuesta de él agradecía sus «interesantes comentarios», el Madrid todavía no cuenta con una formación compuesta por mujeres.

Hace ya cuatro décadas, exactamente un 5 de febrero como el de este domingo de 2023, nació la Selección Española Femenina de Fútbol. De la mano del primer seleccionador, Teodoro Nieto, el combinado nacional disputaba su primer encuentro oficial en el Estadio del Tecla en La Guardia, en Pontevedra. Lo hacía en un amistoso frente a Portugal que terminaría con derrota rojigualda por la mínima.

Fue gracias a un tanto de Sao Tato que, pasados los diez minutos de juego del segundo tiempo, permitió que las lusas lograran el triunfo ante un estadio que registró una buena entrada para el apoyo que tenía la mujer dentro del deporte en aquellos tiempos.

Trece nombres quedaron escritos en la historia del deporte femenino español: Francisca Piedra Casanova “Paqui”, Montserrat Bonachera, Aurora Llordán, Ángeles Olmo ‘Gely’, Mercedes Gaitero, Juani Escamilla, Elisabeth Sánchez, Inma Castañón, Milagros Esteban, Lis Franco y Aurora Martínez ‘Rory’ fueron las once titulares mientras que Encarnación Pérez y Susana Muguruza completaron las trece primeras internacionales.

Oficialmente. Realmente aquel día en Pontevedra no debutó el combinado nacional español, ya que lo hizo doce años antes pero sin el apoyo de la Federación Española de Fútbol. El 21 de febrero de 1971, el estadio de La Condomina se vistió con sus mejores galas para recibir el primer partido de la Selección Español Femenina de Fútbol ante 3.500 espectadores que acudieron a la cita. El duelo, también contra el combinado portugués, termino con un empate a tres goles gracias a los goles de las españolas Laura, Conchi y Ana María.

Sin embargo, aquel partido estuvo marcado por la ausencia de apoyos desde los estamentos de índole oficial.

Fue una cita no considerada oficial que provocó que el evento tuviera varias trabas durante su disputa, también en la previa del partido. Para empezar, las internacionales no pudieron lucir el escudo nacional del país en su camiseta por prohibición de la Federación. Pero no solo eso, en uno de los muchos intentos de lograr detener la disputa del encuentro, al árbitro Sánchez Ramos, encargado de dirigir el lance, no se le permitió vestir el atuendo reglamentario.
Finalmente el partido se disputó pero no fue hasta 1980 cuando la Federación Española de Fútbol reconoció el fútbol femenino en su organigrama. Pero lo hizo con carácter amateur, no profesional. Sin embargo, la semilla ya se había plantado y durante la década de los setenta el deporte rey jugado por mujeres comenzó a ganar adeptos llegando a tener hasta 2.000 fichas federativas a principios de los años ochenta. De esta manera, al organismo del fútbol español no le quedó más remedio que reconocerlo.

polémica
Desde entonces, el fútbol femenino español no ha dejado de crecer, mejorar y conquistar a nuevos seguidores. Sin embargo, los apoyos desde los estamentos oficiales siguen siendo insuficientes y cada jornada los espectadores siguen viendo episodios que evidencian que el fútbol femenino de 2023 no está tan lejos del de 1983.
Quizás suene extraño leer esto después de ver a Alexia Putellas galardonada dos veces seguidas como Mejor Jugadora del Mundo. O al Futbol Club Barcelona enamorando a Europa y logrando que 15.000 aficionados viajaran a Turín para una final de la UEFA Women’s Champions League. También con los últimos logros de España en categorías inferiores. El progreso en las jugadoras está, la apuesta en algunos clubes también y la gente muestra un interés nunca antes visto. Sin embargo, los responsables siguen sumando capítulos a la interminable historia de «feos» a las futbolistas.
Desde un convenio colectivo parado desde hace meses después de varias reuniones, pasando por una guerra abierta entre FutPro y AFE, siguiendo con el caso Carlos Santiso en el Rayo Vallecano donde todos hicieron oídos sordos, hasta terminar con la última polémica de la entrega de medallas en la final de la Supercopa de España, donde las jugadoras del Barça tuvieron que recoger la insignia por su cuenta propia. Entre otros tantos que no cabrían en un artículo.
Un sin fin de episodios que prueban que el crecimiento de fútbol femenino no va de la mano de los estamentos oficiales y que el actual éxito solo tiene un protagonista: las futbolistas.

El primer éxito de la selección no llegó hasta la Eurocopa de 1997, con Ignacio Quereda en el banquillo. Quereda, que ocupó el cargo desde 1988 hasta 2015, tampoco conocía el fútbol femenino cuando fue nombrado. En esa Euro, disputada en Suecia y Noruega, la selección consiguió el bronce al llegar a semifinales en su primera aventura continental, aunque de los cuatro partidos que jugó solo ganó uno: 0-1 a Rusia en la fase de grupos. “Fue la primera alegría. Incorporamos a jugadoras que estaban fuera de España. Era un equipo con bastante calidad”, rememora Quereda. Según el archivo de Radio Televisión Española, en ese torneo se televisó por primera vez a la selección: el ente público emitió para todos los españoles los cuatro partidos completos del campeonato —dos en diferido— y la sociedad pudo ver a unas mujeres que practicaban un deporte que ese año solo tenía 8.034 fichas federativas en el país.

Una de las jugadoras que más destacó en la Eurocopa de 1997 fue Mari Mar Prieto, una madrileña que por entonces era la máxima goleadora del fútbol español y que compaginaba el deporte con el trabajo —como todas las futbolistas de su época— para cotizar. “Lo de la Eurocopa fue un sueño hecho realidad. Había mucha gente que abandonaba el fútbol femenino a los 17 o 18 años porque no daba dinero. Para las que duramos tanto fue una experiencia muy bonita”, recuerda Prieto, de 51 años. Hay varias fotos de ella en el torneo. En una de las más conocidas trata de disputar el balón a la rusa Elena Denchtchik. Prieto viste la equipación de España, camiseta roja y pantalón azul marino. Ambos le quedan grandes: tiene doblado el borde del pantalón y lleva el dorsal muy holgado. “Vestíamos las camisetas de los chicos, pero la talla S. Eran enormes, íbamos siempre de payasos. Te intentabas arreglar como podías, te remangabas… alguna tenía suerte de ser un poco alta”, bromea.

pesar del éxito en la Euro del 97, el fútbol femenino vivió una evolución pobre durante más de una década. El número de licencias —muy bajo para los estándares de las potencias europeas— tardó 10 años en duplicarse, la selección apenas salió un par de veces por la tele y se quedó fuera de todos los Mundiales, Europeos y Juegos Olímpicos —esta especialidad se incluyó por primera vez en Atlanta 96— hasta que una generación liderada por la gallega Verónica Boquete clasificó a España para la Eurocopa de 2013, en la que fueron apeadas por Noruega en cuartos de final.

Dos años más tarde, Quereda logró su gran hito: España fue mejor que Italia en la fase de grupos y por primera vez entró en un Mundial, Canadá 2015. “Fue el mejor momento de mi carrera, siempre lo había soñado. Cuando empecé en el fútbol veía lo lejos que estaban otras selecciones y nunca me lo había podido imaginar. Tuve la suerte de estar en el once, y lo pienso hoy y aún me emociono”, cuenta la exinternacional Sonia Bermúdez. La primera aventura mundialista, sin embargo, estuvo marcada por el enfrentamiento posterior con el seleccionador. El equipo aterrizó en la Copa del Mundo con unas condiciones precarias, sin haber disputado un amistoso y a solo cuatro días del primer encuentro: “Fuimos a Canadá con unas dietas de 25 euros al día. Era una de las grandes luchas, y no por el hecho del dinero, sino porque era un poco insultante ver que había jugadoras que trabajaban y para ir con la selección tenían que usar sus días de vacaciones o pagarle a alguien [para que la sustituyera], y evidentemente más de 25 euros”, recuerda Vero Boquete, que ahora juega en el Milan.

El estreno en el Mundial fue frustrante. Tras las carencias en la puesta a punto, la selección quedó eliminada en la fase de grupos tras empatar contra Costa Rica y perder ante Brasil y Corea del Sur. Las 23 futbolistas, poco después de terminar el torneo, publicaron un comunicado en el que pedían la marcha de Quereda y lo acusaban de no haber diseñado una preparación adecuada. “Notábamos que la selección no estaba lo suficientemente profesionalizada. No teníamos a las personas adecuadas para dar ese salto de calidad”, valora la exinternacional Natalia Pablos, de 35 años, que marcó los dos goles que sellaron en 2015 el billete a la Copa del Mundo. Vero Boquete venía de ganar la Champions con el Frankfurt y conocía de sobra cómo trabaja un equipo de élite: “Para mí los últimos años con Quereda la palabra era frustración porque era algo que no dependía de nosotras, y sabíamos que no se estaba llegando al límite para poder competir”.

Ignacio Quereda aguantó durante semanas el motín, pero el torbellino no cesó. “No sé qué pasó internamente. Lo único que se me plantea es que las jugadoras quieren dar un giro a todo esto”, dice ahora Quereda. Decenas de exinternacionales a las que había dirigido durante sus casi 30 años como seleccionador salieron a criticar su trato y a apoyar a las futbolistas. Se supo que en 1996 la plantilla había publicado un comunicado casi idéntico contra él en el que lo acusaban de menospreciar el fútbol femenino, de desconocerlo, de tratar mal a las deportistas y de abusar de su autoridad. Ese texto llegó al entonces presidente de la federación, Ángel María Villar, que lo tiró a la papelera del olvido. La única consecuencia de la rebelión la sufrió la jugadora Begoña Jáuregui, que había escrito la misiva y jamás volvió a una convocatoria. Casi 20 años más tarde, con las acusaciones en los medios de comunicación, Quereda cayó. Dimitió 42 días después de que las deportistas se levantaran.

Con él al frente, el equipo ha mejorado sobre el campo y se ha profesionalizado en el banquillo. El cuerpo técnico es más completo, con especialistas en todos los ámbitos —nutrición, fisioterapia, psicología, etc.— que son fijos. Antes de 2017 estos técnicos rotaban con otras selecciones. “En el caso de que alguien se tenga que quedar sin personal, no es la absoluta. Antes teníamos menos recursos”, cuenta Irene Paredes.

La federación, al calor del crecimiento de la liga —el Barça fue el primer equipo español en disputar una final de Champions en 2019, el Real Madrid al fin se ha estrenado este curso en la categoría y el año pasado se firmó el primer convenio colectivo de la historia del fútbol femenino—, también ha propiciado cambios: las dietas pasaron primero de 25 a 40 euros, y ahora están en 120, a las que hay que sumar las primas por partido y los derechos de imagen, explica Rafael del Amo, presidente del comité de fútbol femenino. Algunas federaciones nacionales —entidades privadas que actúan por delegación pública— han dado el paso de igualar las dietas de los y las futbolistas. “Y en España se debería dar ese paso, ¿por qué no? Las jugadoras hacen exactamente lo mismo que ellos: representan al mismo país, juegan con el mismo escudo y la misma bandera y hacen el mismo deporte”, opina la exinternacional Natalia Pablos.

El desarrollo del fútbol femenino también se refleja en los datos: en 2015 había 29.279 fichas en todo el país, pero tras el Mundial de Francia y la buena imagen que dejó la selección el número de mujeres que jugaban al fútbol de forma federada se disparó hasta las 52.653, un aumento del 80% en un lustro. Desde hace casi dos años todos los partidos se televisan y las nuevas futbolistas al fin tienen referentes, como Verónica Boquete, Jenni Hermoso o Alexia Putellas. Las jugadoras lucen su nombre en la camiseta y un diseño propio. Hasta el Mundial de Canadá 2015 no se personalizaron: “Antes jugábamos con las equipaciones grandes, no teníamos el nombre porque no era nuestra camiseta y era imposible llevarse una. O era el día de tu debut o nada”, recuerda Vero Boquete.

Los éxitos ya han comenzado a llegar en las categorías inferiores. Desde 2015, las selecciones sub-17, sub-19 y sub-20 acumulan un Mundial y cuatro Europeos. “Las que hemos ganado campeonatos o subcampeonatos en categorías inferiores contra grandes potencias tenemos esa confianza de saber que ya lo hemos hecho y que también se puede lograr en la absoluta”, afirma Mariona Caldentey, de 24 años, jugadora del Barça y titular habitual con la selección en el extremo izquierdo. Marta Corredera es más veterana: tiene 29 y lleva en La Roja una década: “Antes teníamos la sensación de que al salir nos iban a pisar, de que éramos inferiores. Ahora jugamos y parece que midamos dos metros. Te creces, la sensación ha cambiado gracias al trabajo que se lleva haciendo estos años tanto en los clubs como en la selección”.

Con la clasificación para la Eurocopa 2021 —pospuesta a 2022 por la pandemia— cerrada el pasado jueves con una goleada tremenda a Azerbaiyán (0-13), la directora de fútbol femenino de la federación, María Tato, no se corta al hablar de los objetivos de la absoluta, una selección que ya está en la élite, para los próximos años: “Ganar el máximo de títulos posibles”.

En la actualidad, España ya sabe lo que es ganarle a la todopoderosa selección de Estados Unidos.

Ganar a Estados Unidos en fútbol femenino no es fácil. Este era el quinto partido entre ambas selecciones y ninguno de los anteriores se había contado como victoria española, todos habían caído en el lado norteamericano. Por eso esta victoria la celebraban las futbolistas españolas como algo más, y no como el mero amistoso que realmente era. No podemos obviar que el equipo que traía la selección de Vlatko Andonovski –entrenador que sustituyó a Jill Ellis en 2019– no era precisamente el mejor.

Haber derrotado a USA en un amistoso es, a juicio de quien les escribe, sólo la punta del iceberg de una época de crecimiento que nos puede deparar grandes momentos en el futuro, empezado por un certamen mundialista en el que las chicas de Jorge Vilda deben y pueden soñar en grande.

(Fuente: RFEF)

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