
🔶 ¡No lo han olvidado! Las campeonas del mundo anhelan su reválida particular de la Eurocopa 2022.

La Selección Española de Fútbol, flamante campeona del Mundial de Australia y Nueva Zelanda compadeció el pasado 20 de julio de 2022 en el Brighton & Hove Stadium ante Inglaterra, remó e incluso llegó a ponerse por delante con un gol de Esther González en el minuto 54 de juego, pero lo que podía ser una velada única acabó por truncarse a tan solo seis del noventa.
Debía derribar el muro que representaba la anfitriona, una Inglaterra que viajaba con una relación de 14 goles anotados y ninguno encajado. Se midió contra la gran favorita y la obra de una seleccionadora -Sarina Wiegman- que conquistó el pasado título continental cuando entrenaba a Países Bajos. En definitiva, se desplegó ante el equipo dirigido por Jorge Vilda un desafío mayúsculo. La prueba de calidad de un proyecto que ha ido creciendo y atrayendo a cada vez más aficionados.
británico goza de un ritmo endiablado, que le gusta manejar la pelota y llevar la iniciativa. Por eso, y en base al gran talento de las jugadoras ibéricas para cuidar de la pelota, las españolas ejecutaron a la perfección un plan que pasaba por arrebatar la posesión al rival e imponer un tempo lento, controlado. Debía mandar la técnica sobre el físico y en esa idea destacarían organizadoras como Patri Guijarro y Aitana Bonmatí, fundamentales también en esta fecha. De sus botas fluyó un fútbol combinativo que desactivaría la presión local hasta forzar a las isleñas a retroceder y esperar para cazar contragolpes.
Ese fue el ajedrez que llegó hasta el borde del descanso. A la media hora España acumulaba cuatro saques de esquina y no había concedido ninguno, dato descriptivo de lo visto. Las acciones a balón parado se subrayaron en un envite de primacía táctica y ahí Marta Cardona perdonó -no remató, cuando estaba sin marca, un córner botado por Mapi León y peinado por Guijarro-, Patri cabeceó demasiado cruzado y Bonmatí engatilló fuera una volea -en el rechace de una jugada ensayada lanzada por León-. Mandaban las visitantes, para sorpresa de un público entregado con cada opción de contra que vislumbraban y silente durante la mayor parte del minutaje.
Ona Batlle y Olga Carmona activaron el candado en sus laterales y congelaron a las dos jugadoras contrincantes más peligrosas. Beth Mead, máxima goleadora del campeonato, se fue al banquillo en el segundo tiempo, impedida. También lo hizo la delantera referencial, Ellen White, que se cansó de perseguir sombras y sólo gozó cuando marcó un gol anulado por fuera de juego claro (minuto 37, de rebote). Únicamente los centros de la carrilera zurda Daly generaron algo de inquietud en el área de Sandra Paños antes de un intermedio en el que Vilda leyó la necesidad de inyectar más verticalidad a la posesión horizontal nacional. La tímida Cardona dejó su sitio a Athenea del Castillo y la extremo del Real Madrid detonaría una explosión en la reanudación.
Tomó el relevo del desequilibrio -que había llevado hasta entonces la valiosa potencia de Mariona Caldentey, autora de dos chuts lejanos- y cuando el conjunto español esquivó el repunte de convicción de las inglesas -habían reaccionado con valentía táctica tras el gol anulado, llegando a emitir centros venenosos y con un remate desatinado de Mead-, Del Castillo despuntó con espacios para correr. Habían dado un paso adelante, ambicioso, unas pupilas de Weigman que se creían en propiedad del moméntum y en transición Athenea encaró, sentó con un túnel a su par y centró para el control y el remate cruzado de Esther González, que estableció el merecido 0-1 en el minuto 54 y poco después fue Athenea Del Castillo la que el segundo tanto al dibujar un centro-chut que la meta Mary Earps despejó con muchas dificultades.
Entró la incisiva Chloe Kelly e Inglaterra aceleró en su intento de asediar a las visitantes. Mejoraron en empuje pero no en precisión, de manera que León y e Irene Paredes se multiplicaron en el juego aéreo, aunque germinaron rechaces en la frontal española. Así las cosas, Vilda decidió jugar sin delanteras: el mandato era gestionar la ventaja volviendo al plan, a la posesión y al ritmo lento. No funcionó la estrategia, a pesar de que Mariona se tornó gigantesca, recordando por instantes a la dulce inteligencia de Juan Román Riquelme. Las británicas metieron a la ‘tanqueta’ Alessia Russo para lanzarle pelotazos y centros laterales y esa rudeza estilística les regaló un rebote en el área pequeña con el que Ella Toone firmó el empate (minuto 85, con una clara falta previa en la accion que significó la asistencia).el segundo tanto al dibujar un centro-chut que la meta Mary Earps despejó con muchas dificultades.
El juego en largo de la sensacional pivote Keira Walsh -la mejor del partido- pasó a gobernar y ganó la prórroga. Y en esa altura, con España pagando el cansancio y con su mentalidad flaqueando, se susurraba el cierre de la remontada local. La pelota fue inglesa y se reforzó la percepción de que unas jugaban para ganar y las otras se limitaban a sobrevivir. Y Georgia Stanway puso la firma con un derechazo lejano al que Paños no supo responder (2-1, minuto 97). A la desesperada, debutó la goleadora Amaiur Sarriegi como recurso de urgencia y la por entonces delantera donostiarra casi descorchó el champán, al igual que Bonmatí. Mas, no bastó el respingo final.
Las españolas hicieron las maletas. Eso sí, con el respeto de Europa, dando paso al germen del éxito que se obtuvo al verano siguiente en territorio oceánico.
España cayó con honor, pero cayó. E Inglaterra, impulsada por esa victoria, acabaría levantando su primera Eurocopa en Wembley. El sueño español, una vez más, se aplazaba, como mínimo, hasta 2025.
La crónica de aquel encuentro |
Aquel gol de Stanway no fue solo una eliminación. Fue un punto de inflexión. Para muchas de las jugadoras que hoy vuelven a vestir la camiseta de España en esta final, Brighton fue una cicatriz que nunca terminó de cerrarse. Un momento que las marcó para siempre. Mapi León, Patri Guijarro, Mariona Caldentey, Aitana Bonmatí, Ona Batlle, Alexia Putellas o Laia Codina vivieron aquella noche de impotencia. Sabían que habían sido mejores durante gran parte del encuentro, pero también entendieron que el talento no basta si no se acompaña de temple competitivo.
“Nos fuimos con una sensación de injusticia, pero también de aprendizaje”, confesaba esta semana Alexia, que ese verano no pudo estar en el torneo por lesión. “Aquel partido nos enseñó que para ganar títulos hay que saber sufrir, manejar los tiempos, saber leer cada jugada como si fuera la última. Hoy, somos otro equipo”.
Tras la Euro 2022, España vivió un convulso proceso de cambio. El grupo se fracturó, llegaron los comunicados de las “15” renunciando a la selección, las tensiones con el cuerpo técnico y la federación, y un periodo de transición difícil. Pero el talento no desapareció. Y en el verano de 2023, en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, llegó el gran golpe sobre la mesa: España campeona del mundo. Con un fútbol arrollador, un vestuario reconciliado y un mensaje claro: nunca más seremos una selección de paso. Hemos venido a quedarnos.
Hoy, dos años después de aquel hito, el combinado dirigido por Montse Tomé ha vuelto a demostrarlo en Suiza. España ha firmado una Eurocopa perfecta: sólida en defensa, creativa en el medio, letal en ataque. Ha ganado todos sus partidos, eliminando en semifinales a Francia con un brillante 2-0, y llega a la final como la única selección invicta del torneo.
Enfrente estará la Inglaterra de Sarina Wiegman, una selección también consolidada como potencia mundial. Campeona de Europa en 2022, subcampeona del mundo en 2023, y otra vez finalista continental. No ha sido un camino fácil para las Lionesses, que han tenido que remontar ante Suecia, sufrir ante Noruega y eliminar a Alemania en una semifinal agónica.
Su juego ha sido menos vistoso que el de España, pero su carácter competitivo sigue intacto. Lucy Bronze, Millie Bright, Keira Walsh, Lauren Hemp, Alessia Russo o Georgia Stanway forman un bloque temible. Y sí, Stanway estará otra vez allí. Enfrente. Tres años después de su disparo maldito.
España llega a esta final con hambre, pero también con propósito. No solo por el título —que sería el primero continental en categoría absoluta—, sino por todo lo que representa. Es una oportunidad histórica para vengar no solo un resultado, sino una narrativa: la de una generación que durante años fue señalada por no competir en los momentos clave. Hoy, eso ha cambiado.
Aitana Bonmatí, elegida mejor jugadora del mundo en 2023, ha liderado a la selección con maestría. Teresa Abelleira ha sido el ancla perfecta, y en defensa, Irene Paredes ha ejercido de capitana con autoridad. En punta, la irrupción de Salma Paralluelo ha sido diferencial. El equipo ha ganado en madurez, en pausa, en lectura de partido. Y sobre todo, ha ganado en algo que entonces no tenía: convicción colectiva de que pueden ganarlo todo.
La historia, a veces, guarda un sentido del drama perfecto. Tres años exactos después de aquel 20 de julio, y tras 120 minutos que aún duelen, España vuelve a encontrarse con Inglaterra. Pero ya no es la misma selección. Ya no es una promesa, ha mutado en una nación ganadora que buscará cerrar el círculo.
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