
🟣 Velocidad, potencia vertical e intimidación es lo que ganan las campeonas del mundo con la joven delantera del Bayern de Múnich que está cedida en la Real Sociedad de Fútbol.

La mañana en la que se confirmó su nacionalización, algo cambió en la atmósfera del fútbol español. No era un simple trámite administrativo. No era una noticia más en el torrente incesante del deporte. Era una declaración de intenciones. España, actual campeona del mundo, vigente dominadora del fútbol de selecciones, acababa de sumar a su proyecto una pieza que encaja como si hubiera estado diseñada para él: Edna Imade, la delantera de potencia africana, técnica mestiza y carácter indomable que ha conquistado la Liga F Moeve a mordiscos de talento.
La final de la Liga de Naciones frente a Alemania, el rival más histórico, más rocoso, más orgulloso del continente, asoma en el horizonte como una epopeya. Y España llega a ella con algo nuevo, algo distinto, algo que puede desequilibrar un choque que ya nace gigantesco.
Imade es, desde hoy, la punta de lanza de un equipo que ya no solo acaricia la gloria: quiere gobernarla.
Si algo ha caracterizado a la Selección Española de Fútbol es su capacidad de asociarse, de dormir al rival entre paredes, de atacar como quien teje una obra de artesanía. España es sinfonía. España es precisión. España es resistencia al error.
Ahora, con Imade, “La Roja” también es impacto, garra y potencia, es un “fichaje” único para las campeonas del mundo y finalistas de la Eurocopa de Suiza 2025.
La final ante Alemania será un duelo de presiones altas, balones divididos y duelos físicos. Hasta hoy, España respondía a esa batalla con calidad, pausa y circulación. Ahora puede hacerlo también con rupturas imparables, diagonales largas y transiciones mortales.
Imade es una futbolista que no necesita ventajas para crear ventajas. Corre más que la defensa, llega un segundo antes, y donde otras esperan, ella se impone. Alemania —una selección estructuralmente fuerte pero vulnerable ante delanteras de zancada larga— encuentra ahora una amenaza para la que no tiene una respuesta clara.
La cadena se despega, el bloque se hunde, el mediocampo pierde metros: ese es el efecto Imade. Su sola presencia obliga a las centrales germanas a replantear cada salida, cada duelo, cada anticipación. Ninguna quiere enfrentarse a ella en campo abierto.
Y eso genera un beneficio inmediato:
España gana metros para Patri, Aitana, Bonmatí, Putellas o Guijarro, que encontrarán más espacio entre líneas para construir la avalancha futbolística que caracteriza a esta selección que tantas alegrías ha dado en los últimos años.
Los grandes partidos no se ganan solo con técnica. Se ganan con aura. Se ganan con miedo.
Imade proyecta algo que pocas delanteras europeas tienen ahora mismo:
un impacto emocional real sobre la defensa rival.
Es de esas delanteras que, incluso en un mal día, obligan a las centrales a mirar por encima del hombro. Y eso transforma la percepción, la actitud, la toma de decisiones.
Para una final, eso es oro puro y Edna siempre ha tenido claro que quería defender la bandera rojigualda, por delante de Nigeria, que la tentó en múltiples ocasiones.
España ha operado durante años con un abanico ofensivo basado en el juego combinativo y el apoyo. Ahora incorpora un plan adicional: la amenaza vertical extrema.
Imade aporta lo que a veces parecía faltar en los grandes escenarios: velocidad descomunal, rupturas largas, intimidación pura, potencia para ganar duelos incluso sin ventaja. Es una delantera que no necesita que el equipo le abra la puerta: ella la arranca. Alemania, que es una selección robusta, disciplinada y físicamente poderosa, sufre especialmente ante delanteras capaces de atacar el espacio con ferocidad. Y ahí, en ese territorio donde se deciden las finales, Imade se mueve como si hubiera nacido para ello.
Su sola presencia obliga a las centrales alemanas a defender diez metros más atrás. Les quita aire, les quita atrevimiento, les quita agresividad. Y ese efecto dominó es quizá el mayor tesoro de todos, porque al bajar el bloque rival el mediocampo español respira. De pronto, Aitana encuentra entrelíneas más limpias; Patri puede recibir de cara sin presión; Alexia tiene ventanas para girar; Salma puede escoger si atacar por fuera o por dentro sin la obligación de tirar todas las rupturas ella sola. Es como si la llegada de Imade hubiera recolocado las piezas y, con ello, multiplicado la peligrosidad de un equipo que ya era letal.
Tácticamente, España gana un ataque en triángulo devastador. Salma ya no carga con todo el peso de la profundidad; ahora lo comparte. Athenea, Mariona u Ona encontrarán más duelos en igualdad porque las defensas estarán demasiado preocupadas por cubrir la espalda de Imade. Y cuando una defensa se preocupa, cuando mira hacia atrás más que hacia adelante, deja de ser una defensa y empieza a ser una duda. En una final, ese detalle vale un título.
Pero no es solo una cuestión de metros o sistemas. Las finales, las de verdad, también se juegan en la mente. Y pocas delanteras influyen tanto en el ánimo de la zaga rival como Imade. La sensación de que en cualquier balón largo, en cualquier cuerpeo, puede sacarte dos cuerpos de ventaja. La idea de que incluso mal perfilada te gana. Esa ansiedad silenciosa que modifica decisiones. Esa sombra constante que obliga a la central a pensar que, si falla una sola vez, no la vuelve a ver. Eso también se llama diferencia competitiva. Eso también gana finales.
España, que ya era fútbol total, ahora también es vértigo. Un equipo capaz de construir desde el pase o desde la carrera, desde la pausa o desde el estallido. Un equipo que antes dominaba y ahora, además, asusta. Alemania es Alemania: ocho veces campeona de Europa, dura como el acero templado, imposible de abatir sin convicción absoluta. Pero España también es España: campeona del mundo, campeona continental, una generación irrepetible. Y con la incorporación de Edna Imade, España añade un matiz que no tenía, una amenaza inédita, una llave de fuego que puede abrir la final por donde nadie la espera.
En el fútbol hay decisiones que parecen normales hasta que pasa el tiempo y se demuestra que cambiaron la historia. Quizá esta sea una de ellas. Quizá cuando el balón ruede y Alemania mire hacia su espalda con miedo por primera vez en la noche, entendamos que la nacionalización de Imade no fue un simple movimiento administrativo: fue el golpe maestro de un equipo que quiere gobernar el presente… y el futuro.
Con Imade, España no solo ataca. España ruge y lo quiere hacer desde ya ante una Alemania que tiene em su palmarés un sinfín de Eurocopas, hasta ocho, pero a la que las chivas de Sonia Bermúdez con ella a la cabeza le quiere arrebatar la segunda edición de la Liga de Naciones (UEFA Women’s Nations League) que acabará en el Metropolitano en 2025.

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