La crónica | El Atlético no tiembla en Murcia y accede a cuartos de final

(Fuente: RFEF)

🔲 El Atlético vence en penaltis al Alhama ElPozo en el José Kubala en la tanda de penaltis (3-4) tras empatar 1-1 con el conjunto murciano y jugar más de media hora con diez después de la expulsión de Luany.

La previa |

La Copa de la Reina no entiende de inercias ni de escudos blindados. Es un torneo que se construye desde la intemperie emocional, desde el error que castiga sin aviso y desde la valentía del que decide creer cuando todo parece perdido. Por eso el duelo entre el Alhama ElPozo y el Atlético de Madrid Femenino, correspondiente a los octavos de final, trasciende la lógica habitual del favorito contra el aspirante. Se juega el domingo 21 de diciembre a las 19:00 horas en el estadio José Kubala, sobre césped artificial, en eliminatoria única y con un contexto que convierte el encuentro en un espejo de lo que hoy es —y hacia dónde camina— el fútbol femenino español.

El Atlético de Madrid llega a Murcia con la etiqueta inevitable de gigante. Subcampeón de la última edición tras caer en la final frente al FC Barcelona, habitual en la fase final del torneo y representante español en la Champions League Femenina, el conjunto rojiblanco afronta esta Copa con la obligación implícita de competir hasta el final. Pero la obligación no siempre es una aliada. A veces pesa. A veces bloquea. Y el momento que atraviesan las de Víctor Martín invita más a la prudencia que a la arrogancia.

La derrota reciente por 4-0 ante el Olympique de Lyon en la última jornada de la fase liga de la Champions no fue solo un golpe en lo clasificatorio.

Fue, sobre todo, un recordatorio de que el Atlético vive una etapa de transición emocional y futbolística. A ese revés europeo se suma un empate previo en la máxima competición continental y una racha de tres partidos consecutivos sin ganar en la Liga F Moeve. No es una crisis abierta, pero sí un tramo de temporada en el que las certezas se han diluido y las sensaciones no acompañan al talento de la plantilla.

Frente a ellas estará un Alhama ElPozo que vive una realidad diametralmente opuesta en términos de expectativas, pero no necesariamente en términos de ambición.

El conjunto murciano llega a esta eliminatoria inmerso en una dinámica muy negativa en la Liga F, con seis derrotas consecutivas que han erosionado la confianza y han encendido las alarmas en lo clasificatorio. Sin embargo, la Copa representa otro universo. Un espacio de oportunidad. Un refugio emocional en el que reencontrarse con lo que este equipo fue capaz de construir no hace tanto.

Porque el Alhama no es un recién llegado sin memoria. Su historia reciente está marcada por una de las gestas más recordadas del fútbol femenino español moderno. La temporada 2022-2023 quedó grabada a fuego para este club y para toda una región. Aquella Copa de la Reina, disputada en formato “Final Four” en el estadio de Butarque, fue el escenario donde el Alhama compartió foco con gigantes históricos, compitió sin complejos y demostró que los sueños también pueden llevar acento murciano. El Atlético de Madrid fue entonces quien, de la mano de Manolo Cano, logró colarse en la final y levantar el trofeo frente al Real Madrid en un ejercicio de resistencia y fe. Pero para el Alhama, el simple hecho de estar allí, de mirar de frente a los grandes y sentirse parte del relato, supuso un antes y un después.

Ese recuerdo no garantiza nada en el presente, pero alimenta una idea poderosa: los gigantes también caen. Y la Copa es el lugar donde esa verdad se manifiesta con mayor crudeza.

El partido se jugará en el José Kubala, un estadio que el Alhama ha elegido conscientemente como escenario para intentar equilibrar fuerzas. El césped artificial no es un detalle menor. Cambia los ritmos, altera los botes, exige adaptación constante y penaliza al equipo que no entra rápido en el partido. Para un Atlético acostumbrado a contextos de máxima exigencia europea, pero mayoritariamente sobre hierba natural, el reto no es técnico, sino mental. Aceptar el contexto sin protestar. Entender que el partido no será brillante, sino áspero. Y competir desde ahí.

En Murcia se respira algo más que expectación. Se respira la sensación de que este encuentro puede ser algo más que un trámite para el Atlético y algo más que un premio para el Alhama. Es una de esas noches que activan la mística copera, esa que no entiende de clasificaciones ni de dinámicas previas. Esa que se alimenta del ruido del público, del nervio del favorito y de la fe del que no tiene nada que perder.

Desde el punto de vista táctico, el choque promete contrastes claros. El Alhama de Jovi García previsiblemente apostará por un bloque compacto, solidario, con líneas muy juntas y un plan de partido orientado a minimizar espacios. No habrá concesiones innecesarias. Cada metro será defendido como si fuera propio. El objetivo será llevar el partido vivo el mayor tiempo posible, incomodar al Atlético, obligarlo a tomar decisiones precipitadas y castigar cualquier relajación.

La experiencia de jugadoras como Estefa será fundamental para ordenar al equipo en los momentos de mayor sufrimiento. Su lectura del juego, su capacidad para temporizar y su liderazgo silencioso pueden marcar la diferencia en un contexto de máxima exigencia emocional. El desparpajo de Javiera Toro, con su capacidad para romper líneas y aportar energía en ataque, será uno de los principales argumentos ofensivos del conjunto murciano. Y bajo palos, la fiabilidad de Elena de Toro se antoja imprescindible. En una eliminatoria a partido único, la portera siempre es una protagonista potencial. Un penalti detenido, una mano imposible o una salida valiente pueden cambiar el signo de toda una temporada.

Jovi García es consciente de que su equipo necesita rozar la perfección para tener opciones reales. No basta con competir bien durante fases del partido. Será necesario mantener la concentración durante los noventa minutos, gestionar los momentos de inferioridad emocional y aceptar que habrá tramos de sufrimiento. Pero también sabe que la presión recae íntegramente sobre el Atlético. Y esa presión, bien gestionada, puede convertirse en aliada del que juega en casa.

El Atlético de Madrid, por su parte, afronta el duelo con una obligación que va más allá del resultado. Necesita recuperar sensaciones, reconectar con su identidad competitiva y demostrar que, incluso en momentos de duda, sigue siendo un equipo reconocible. Víctor Martín deberá decidir hasta qué punto rota su once o apuesta por un bloque más reconocible que recupere automatismos. La Copa suele ser terreno fértil para las rotaciones, pero también un espacio donde los errores se pagan caros. Encontrar el equilibrio entre dar minutos y no perder jerarquía será una de las claves del planteamiento rojiblanco.

El Atlético tiene calidad de sobra para dominar el juego. Tiene jugadoras capaces de marcar diferencias individuales, de acelerar el ritmo cuando el partido lo exige y de interpretar los momentos. Pero la Copa no perdona la falta de intensidad ni la desconexión emocional. No basta con tener el balón. Hay que saber qué hacer con él cuando el rival se cierra, cuando el campo no ayuda y cuando el reloj avanza sin que el marcador se mueva.

En ese contexto, futbolistas como Synne Jensen están llamadas a ser determinantes. Su capacidad para atacar el espacio, para ofrecer desmarques constantes y para amenazar la espalda de la defensa rival puede abrir grietas en un bloque que se espera muy cerrado. El liderazgo de las veteranas del vestuario, ese que no siempre se ve pero que se siente en los momentos de duda, será igualmente clave. En partidos así, el colmillo competitivo y el temple pesan tanto como la calidad técnica.

Más allá de lo estrictamente deportivo, este partido es también un reflejo del momento que vive el fútbol femenino español. La convivencia entre proyectos modestos que luchan por consolidarse en la élite y clubes históricos que compiten en Europa define una liga cada vez más plural, más exigente y más atractiva. El Alhama representa la resistencia. La identidad de un club que ha sabido crecer desde la base, que ha vivido ascensos y descensos, alegrías y golpes, y que no renuncia a soñar incluso cuando el presente aprieta.

El Atlético encarna la ambición estructural. La necesidad de responder siempre como favorito. La exigencia constante de competir al máximo nivel, incluso cuando las circunstancias no acompañan del todo. Es un club que ha hecho de la regularidad su seña de identidad en los últimos años, pero que ahora transita una etapa de reajuste en la que cada partido es una prueba de carácter.

La Copa de la Reina, en ese sentido, actúa como un espejo. No entiende de dinámicas previas ni de presupuestos. Solo exige noventa minutos de verdad.

Y ahí es donde el Alhama se agarra a la mística copera, a la posibilidad de escribir la página más brillante de su historia reciente. Dar la sorpresa ante un equipo Champions no es solo una hazaña deportiva. Es una declaración de intenciones. Un mensaje al vestuario, a la afición y a toda la Región de Murcia de que este club tiene alma y ambición.

El partido se mantuvo en un equilibrio delicado, donde cada error podía ser decisivo. La coordinación defensiva del Atlético, la solidez en el centro del campo y la movilidad del ataque permitieron mantener la ventaja ante un Alhama que dio un paso adelante de manera muy evidente, pero a las de Jovi García les faltaba pegada a veinte minutos para el final que le permitieran soñar con forzar la prórroga.

Para el Atlético, mientras tanto, cada partido es una oportunidad para recomponerse. Para cerrar heridas. Para recordar quién es y de dónde viene. Despedir 2025 con los deberes hechos, avanzando de ronda y recuperando sensaciones, es un objetivo tan necesario como simbólico. La Copa puede ser refugio o tormenta. Puede servir para reencontrarse o para profundizar las dudas. Todo dependerá de la actitud con la que se afronte el reto.

El formato de eliminatoria única eleva la tensión hasta el límite. No hay margen de error. No hay partido de vuelta para corregir fallos. Cada decisión, cada despeje, cada balón dividido adquiere un valor desproporcionado.

El césped artificial, el ambiente local y la necesidad del Alhama de ofrecer una alegría a su afición convierten el escenario en un pequeño volcán emocional.

Las estadísticas y los precedentes pasarán a un segundo plano en cuanto ruede el balón. Quedará el ruido del público, el tacto extraño del balón sobre el sintético, la tensión en cada despeje y la sensación constante de que cualquier detalle puede cambiarlo todo. El Alhama buscará el partido de su vida. El Atlético, la reafirmación de su jerarquía.

Y en medio, la Copa de la Reina volverá a recordarnos por qué es el torneo donde el fútbol femenino español se mira al espejo de la emoción. Porque hay noches que no se repiten. Porque hay partidos que marcan trayectorias. Porque hay escenarios donde la fe compite de tú a tú con el talento.

Murcia se prepara para una noche que puede ser histórica o simplemente inolvidable. El José Kubala será juez y testigo de un duelo donde nadie regalará nada y donde todo estará en juego. El Alhama cree. El Atlético responde. Y la Copa exige verdad.

🔜 NEXT GAME

🏆 Copa de la Reina Iberdrola 2025-2026

🔥 Alhama ElPozo 🆚 Atlético de Madrid 🔥

⚔️ Eliminatoria de octavos de final ⚔️

📅 Domingo , 21  de diciembre de 2025

🚀 Día de partido | Matchday 

📺 RFEF TV (YouTube)

⏰ 19:00 horario peninsular

🏟️ Estadio José Kubala, Murcia 

(Fuente: Liga F Moeve)

Los onces |

El encuentro al detalle |

(Fuente: Alhama ElPozo)

No todas las noches nacen para ser explicadas. Algunas existen únicamente para ser sentidas, para instalarse en la memoria colectiva sin pedir permiso, para quedarse adheridas a la piel como ese frío húmedo que, poco a poco, fue cayendo sobre el estadio José Kubala mientras las luces se encendían y el murmullo crecía. No era una noche de focos deslumbrantes ni de escenarios monumentales. Era, precisamente, una de esas noches que la Copa de la Reina elige con mimo: imperfecta, áspera, incómoda, profundamente honesta. Una noche hecha para poner a prueba algo más que el fútbol.

Murcia no ofrecía alfombra roja, pero sí un contexto que pesa. El césped artificial, siempre traicionero, esperaba como un juez silencioso. Cada bote prometía ser distinto, cada control exigía adaptación inmediata. Aquí no hay margen para la que duda, para la que se queja, para la que llega tarde al partido mental. Aquí se sobrevive o se cae. Y el balón, quieto aún en el centro del campo, parecía saberlo.

El Alhama ElPozo y el Atlético de Madrid estaban a punto de enfrentarse por un billete a los cuartos de final de la Copa de la Reina, pero en realidad se jugaban algo más profundo, más íntimo, más difícil de cuantificar. Se jugaban una noche de sentido. Para unas, la posibilidad de reencontrarse con lo que fueron y con lo que todavía quieren ser. Para otras, la necesidad urgente de reafirmarse, de recordar que la jerarquía no se hereda, se defiende. La Copa no concede treguas ni ofrece atajos. La Copa pregunta. Y solo responde el campo.

El Atlético llegaba con la mochila cargada de historia. Dos títulos coperos, presencia constante en las rondas finales, etiqueta de gigante inevitable. Equipo Champions, equipo acostumbrado a competir contra las mejores de Europa. Pero también llegaba con dudas recientes, con heridas aún abiertas, con esa sensación incómoda de que el fútbol, a veces, se vuelve esquivo justo cuando más se le necesita. La derrota contundente en Lyon todavía resonaba en la memoria, no como un accidente, sino como un aviso. En la Copa, esos avisos suelen convertirse en amenazas reales.

El Alhama, en cambio, llegaba desde otro lugar. Desde la urgencia, desde la necesidad de agarrarse a algo que le devolviera la fe. Las dinámicas ligueras habían sido crueles, los resultados no acompañaban, la confianza se había ido erosionando semana tras semana. Pero la Copa no pregunta cómo llegas. Pregunta qué estás dispuesto a dar ahora. Y el Alhama, arropado por su gente, había elegido este partido como refugio emocional, como espacio de resistencia, como oportunidad para recordar que su historia reciente también tiene páginas de valentía.

Porque este club sabe lo que es mirar de frente a los grandes. Sabe lo que es sentirse parte del relato. Aquella Final Four de 2023 sigue viva en la memoria colectiva como un recordatorio de que los sueños, cuando se sostienen con convicción, también pueden llevar acento murciano. Nada de eso garantizaba nada esta noche, pero alimentaba una idea poderosa, casi peligrosa: los gigantes también caen. Y la Copa es el lugar donde esa verdad se manifiesta con mayor crudeza.

Las gradas del José Kubala no rugían como un gran estadio, pero vibraban. Cada asiento ocupaba una historia distinta, una ilusión propia, una esperanza compartida. Había quien había venido a ver a su equipo competir sin complejos. Había quien soñaba con una gesta. Y había, sobre todo, una sensación colectiva de que algo podía pasar. No una certeza. Una posibilidad. Y en el fútbol, pocas cosas son más peligrosas que una posibilidad bien creída.

Cuando las jugadoras saltaron al campo, el tiempo pareció comprimirse. Las miradas eran largas, concentradas, cargadas de significado. No había sonrisas innecesarias ni gestos de distracción. El Atlético sabía que no podía permitirse empezar mal. El Alhama sabía que debía entrar al partido como si cada minuto fuera el último. En las eliminatorias a partido único no hay reconstrucción posible. No hay mañana para corregir errores. Todo ocurre aquí y ahora.

El pitido inicial no rompió el silencio; lo transformó. El murmullo se volvió tensión. El balón empezó a rodar y, con él, se desvanecieron los discursos previos, las etiquetas, las comparaciones.

Solo quedaron el ruido seco de las botas sobre el sintético, los primeros choques, las carreras tensas, la sensación constante de que cualquier detalle podía inclinar la balanza. La Copa reclamaba su peaje habitual: intensidad, adaptación, verdad.

El Alhama salió a competir como quien defiende un territorio propio. Sin complejos, sin concesiones. Cada balón dividido era una declaración de intenciones. Cada repliegue, un acto de supervivencia consciente. No se trataba de tener el balón, sino de sostener el partido. De incomodar. De alargar la duda en la mente del favorito. De convertir la noche en un terreno incómodo para quien venía obligado a ganar.

El Atlético, mientras tanto, intentaba imponer jerarquía desde el control, desde la paciencia, desde la calidad. Pero la Copa no siempre se deja domesticar. El campo no ayudaba, el ritmo era irregular y el contexto exigía algo más que talento. Exigía carácter. Exigía aceptar que no habría brillo inmediato, que el partido no se ganaría con una sola acción, que sería necesario ensuciarse, adaptarse, sufrir.

Así empezó la noche. Sin promesas de espectáculo, sin concesiones al confort. Con la Copa de la Reina recordando, una vez más, por qué es el torneo donde el fútbol femenino español se desnuda por completo. Porque hay noches que no se juegan solo con las piernas. Hay noches que se juegan con la cabeza, con el corazón y con la memoria. Y Murcia estaba preparada para comprobar quién estaba dispuesto a entregarlo todo cuando la Copa exige verdad.

Víctor Martín salió con un once de garantías en el Patri Larqué fue la encargada de sostener al equipo bajo palos, transmitiendo seguridad desde el primer minuto.

Por delante, la zaga se estructuró con Carmen Menayo y Silvia Lloris como pareja de centrales, firmes en el juego aéreo y atentas a las coberturas, mientras que Andrea Medina y Alexia Fernández ocuparon los laterales, aportando recorrido y profundidad en ambas bandas.

El centro del campo tuvo el mando de Gaby García, Fiamma Benítez y Júlia Bartel, un triángulo equilibrado que combinó criterio en la salida de balón, intensidad en la presión y llegada al área rival.

En la parcela ofensiva, el ataque estuvo formado por Synne Jensen, Amaiur y Luany, una línea de tres dinámica y vertical, siempre dispuesta a atacar los espacios y a poner en aprietos a la defensa rival.

Por su parte, el Alhama alineaba a Sol Beloto bajo los tres palos, mostrando seguridad y reflejos decisivos cuando el equipo lo necesitó.

La línea defensiva estuvo formada por Judith Caravaca y Yannel Correa como centrales, sólidas en el juego aéreo y en la anticipación, mientras que Aitana Zumarraga y Astrid Álvarez ocuparon los laterales, combinando solidez defensiva con proyección ofensiva por las bandas.

En el centro del campo, Aldrith Quintero, Encarni y Kuki tomaron el control del juego, equilibrando la distribución del balón, la presión sobre el rival y la llegada desde segunda línea.

El ataque se estructuró con Vega Montesinos, Raquel y Yiyi, un tridente ofensivo con movilidad y capacidad para generar ocasiones, buscando constantemente desbordar la defensa rival.

Era una tarde-noche muy desapacible en la Región de Murcia. La intensa lluvia caía sin descanso sobre la hierba artificial del Estadio Municipal José Kubala, convirtiendo el terreno de juego en un campo donde el barro y el agua se disputaban el protagonismo con el balón. Bajo estas condiciones extremas, cada pase, cada control y cada arrancada se convertían en un reto, obligando a las jugadoras a afinar su técnica, mantener la concentración y mostrar su resistencia física y mental. Para el Atlético de Madrid, esta situación no era desconocida. El equipo rojiblanco había lidiado en el pasado con terrenos similares y había escrito páginas gloriosas de su historia en circunstancias adversas. Nombres como Deborah García, Priscila Booeja o Amanda Sampedro todavía resonaban en la memoria de los aficionados. Este último nombre, Sampedro, había sido objeto de un reportaje en profundidad por este medio pocas horas antes de la cita copera, recordando su influencia dentro y fuera del campo, su carácter competitivo y su capacidad de liderazgo que tantas veces había inclinado la balanza a favor del Atlético en momentos cruciales.

Con el pitido inicial, el partido se convirtió en un duelo de voluntades, donde la condición física, la estrategia y la capacidad de adaptación marcarían la diferencia. Bajo los palos, Sol Belotto asumió la responsabilidad de la portería, enfrentándose a tiros complicados y salidas arriesgadas con una serenidad que transmitía confianza a sus compañeras. Su actuación fue fundamental para mantener la solidez defensiva del equipo, anticipando centros y reaccionando con rapidez ante cualquier intento de perforar su arco.

La defensa estuvo compuesta por Judith Caravaca y Yannel Correa como centrales. Ambas demostraron una gran capacidad de lectura del juego y un dominio físico notable, especialmente en las disputas aéreas. Su coordinación y comunicación fueron vitales para sostener la línea defensiva, impidiendo que las atacantes rivales encontraran espacios cómodos. Aitana Zumarraga y Astrid Álvarez completaban el cuarteto defensivo actuando como laterales, aportando no solo seguridad en sus zonas sino también proyección ofensiva. Cada incursión por banda era un intento de generar superioridad y de conectar con las jugadoras del centro del campo y el ataque, en un intento de equilibrar la necesidad de defender con la obligación de crear ocasiones.

El centro del campo fue el corazón del equipo. Aldrith Quintero, Encarni y Kuki asumieron roles complementarios, distribuyendo el balón con criterio y manteniendo la presión sobre el rival cuando la posesión se perdía. Su capacidad de transición, tanto en defensa como en ataque, fue un factor decisivo para controlar el ritmo del encuentro. Quintero, con su fuerza y visión de juego, se encargó de recuperar balones y dar salida limpia; Encarni mostró inteligencia táctica y capacidad de conducción; mientras que Kuki añadió llegada desde segunda línea, combinando remates con pases clave.

En la delantera, Vega Montesinos, Raquel y Yiyi formaron un tridente dinámico y vertical. Su movilidad constante y su disposición a atacar los espacios libres desafiaron continuamente a la defensa contraria. Cada movimiento, cada desmarque y cada intento de combinación ofreció alternativas ofensivas, aunque la lluvia y el barro complicaron la ejecución técnica, convirtiendo cada acción en un desafío de precisión y resistencia.

El partido transcurrió con un ritmo intenso, marcado por la necesidad de adaptarse a las condiciones climáticas adversas. Cada intervención, ya fuera defensiva u ofensiva, estaba cargada de esfuerzo físico y concentración mental. La lluvia obligó a los equipos a replantear su estrategia: los balones largos y los cambios de orientación se volvieron más frecuentes, y la importancia del juego aéreo y de la anticipación creció de manera exponencial. La resistencia física se combinaba con la táctica, y las jugadoras se vieron obligadas a adaptarse a un terreno irregular, que hacía que los controles fueran impredecibles y los desmarques aún más valiosos.

Los minutos iniciales mostraron a un Atlético decidido a imponer su estilo pese a las dificultades. La presión alta, característica del equipo, generó pérdidas tempranas en el rival, que intentaba adaptarse a un terreno resbaladizo. Sol Belotto, por su parte, tuvo que intervenir en varias ocasiones para neutralizar intentos de tiro desde media distancia, demostrando seguridad en los balones aéreos y en el uno contra uno. Cada parada era recibida con un aplauso contenido de las jugadoras y un impulso para seguir luchando en condiciones extremas.

En el centro del campo, la coordinación entre Quintero, Encarni y Kuki permitió recuperar numerosos balones y generar transiciones rápidas. Su capacidad para mantener la compostura bajo presión y para combinarse con los laterales Zumarraga y Álvarez facilitó que el Atlético pudiera superar líneas rivales y buscar profundidad por las bandas, aunque los charcos y la lluvia ralentizaban el ritmo de los ataques. Vega Montesinos, Raquel y Yiyi intentaban aprovechar cada balón suelto, buscando espacios entre los defensores, mientras que los movimientos de apoyo y los desmarques constantes ofrecían alternativas de pase incluso en situaciones complicadas.

A medida que el partido avanzaba, se evidenció la importancia del carácter del equipo. La resistencia física se combinó con la resiliencia mental, recordando a los rojiblancos de antaño que habían dejado su sello en condiciones similares. Las jugadoras mostraron determinación, coraje y solidaridad en cada acción, reflejando que la historia del club no se escribe solo en victorias, sino también en la capacidad de luchar cuando todo parece adverso.

El barro y la lluvia afectaban tanto al control del balón como a la toma de decisiones. Cada pase largo debía calibrarse con precisión; cada intento de regate se convertía en un riesgo. No obstante, la inteligencia táctica del equipo permitió superar muchas de estas dificultades, con movimientos coordinados, apoyo constante y decisiones rápidas. La defensa mantuvo un nivel alto de concentración, cerrando espacios y minimizando errores, mientras que el centro del campo ofrecía soluciones para mantener la posesión y generar ataques, incluso cuando el terreno parecía jugar en contra.

El primer momento determinante llegó en el minuto 16, cuando una acción a balón parado puso en movimiento a Fiamma Benítez en el corazón del área rival. La venezolana Gaby García, completamente libre de marca tras un error defensivo gravísimo de Yanel Correa, conectó un frentazo imposible de detener para Sol Belotto, inaugurando el marcador con el 01 para las favoritas.

La jugada evidenció no solo la capacidad ofensiva del Atlético, sino también la necesidad de concentración absoluta en defensa, un recordatorio de que cualquier descuido podía resultar letal en un escenario tan exigente.

Tras adelantarse en el marcador, el Atlético de Madrid pareció liberarse de un peso y empezó a dominar el ritmo del partido. El Alhama, por su parte, no mostró un plan alternativo claro y se mostró incapaz de generar ocasiones de peligro sobre la portería de Larqué.

Las oportunidades más claras para ampliar la renta rojiblanca llevaron la firma de Amaiur Sarriegui y Luany, aunque en esta ocasión no estuvieron especialmente acertadas en la definición. Synne Jensen también tuvo momentos de protagonismo, pero la eficacia ofensiva brillaba por su ausencia, recordando a los más veteranos a aquella eliminatoria del pasado curso ante el Cacereño, que se resolvió en la prórroga, aunque con la diferencia de que esta vez el marcador favorecía al Atlético y la sensación era de control absoluto.

El público, todavía desorientado por el ritmo y la intensidad de la lluvia, apenas pudo celebrar un par de ocasiones antes del descanso. Solo un disparo de Fiamma Benítez, despejado con acierto por Sol Belotto, logró levantar a los espectadores de sus asientos y mantener la tensión antes del entretiempo. La exigua renta de 0-1 era valiosa, pero exigía concentración máxima y disciplina táctica en el segundo acto, especialmente frente a un Alhama que, pese a no haber mostrado alternativas claras, podía sorprender con balones largos o acciones a balón parado.

El segundo tiempo comenzó con un Atlético decidido a controlar el balón y a aprovechar cualquier debilidad defensiva. La lluvia no cesaba y el barro hacía que cada pase, cada regate y cada salto fueran imprevisibles. Sin embargo, la coordinación entre Quintero, Encarni y Kuki permitió mantener la posesión y distribuir el juego hacia las bandas, donde Zumarraga y Álvarez ofrecían apoyo constante a las jugadoras ofensivas. El tridente de ataque, a pesar de las dificultades, continuó moviéndose con inteligencia, buscando espacios y desmarques que pusieran en aprietos a la defensa rival.

La intensidad física del partido se combinaba con la táctica. Cada acción defensiva, cada interceptación y cada pase al hueco era un recordatorio de la importancia de la concentración, especialmente en un terreno resbaladizo donde un fallo podía costar caro. Sol Belotto seguía mostrando seguridad bajo palos, mientras que Caravaca y Correa mantenían el equilibrio defensivo, cerrando espacios y anticipándose a los movimientos rivales.

El Atlético, consciente de que debía conservar la ventaja, ajustó su presión y su posicionamiento. La línea defensiva se retrasó ligeramente para evitar contragolpes y permitir que los centrocampistas se sumaran al ataque con mayor libertad.

Las jugadas a balón parado seguían siendo una amenaza, y cada córner o falta lateral generaba tensión en el área rival. Las jugadoras del Alhama intentaban reaccionar, pero la falta de coordinación y el terreno húmedo limitaban su capacidad de generar peligro real.

A medida que el reloj avanzaba, el partido se convirtió en un auténtico test de resistencia. Cada jugadora debía combinar técnica, táctica y físico, mientras la lluvia caía sin cesar y el barro condicionaba el ritmo. El Atlético supo adaptarse mejor a las condiciones adversas, demostrando experiencia y solidez mental. Cada recuperación, cada desmarque y cada pase preciso reafirmaban que el equipo estaba preparado para competir en cualquier circunstancia, siguiendo el legado de las leyendas rojiblancas que habían dejado su huella en condiciones similares.

(Fuente: “El Partido de Manu”)

La segunda mitad también ofreció momentos de emoción y tensión. Fiamma Benítez volvió a generar peligro con su capacidad de llegada y su disparo potente, aunque la portera Belotto respondió con seguridad. Vega Montesinos, Raquel y Yiyi continuaron buscando la portería rival, moviéndose con dinamismo y aprovechando cualquier resquicio defensivo. Sin embargo, la eficacia ofensiva seguía siendo limitada, recordando que las condiciones del terreno y la presión defensiva hacían muy difícil concretar las ocasiones.

Parecía que la noche en Murcia iba a ser una más de esas en las que el Atlético de Madrid Femenino controlaba el partido con la comodidad que da la superioridad, la experiencia y la calidad individual de sus jugadoras. Tras la primera mitad, la sensación era que las rojiblancas tenían el encuentro dominado, con un marcador favorable que les permitía respirar con tranquilidad y planificar un segundo tiempo sin sobresaltos. Sin embargo, la Copa de la Reina tiene sus propias leyes, y aquella tarde dejó claro que la historia escrita no garantiza nada, que en este torneo los giros inesperados y las sorpresas son moneda corriente, y que la gloria se paga con sangre, sudor y nervios al límite. El Alhama, consciente de la superioridad inicial de su rival, se refugiaba, esperaba su momento y, con paciencia, buscaba hilos de esperanza en cada balón dividido, en cada pérdida de balón, en cada detalle que pudiera romper la tela de seguridad que el Atlético había tejido en los primeros 45 minutos. La tensión crecía, casi invisible, hasta que un instante cambió por completo la dinámica del encuentro.

El minuto 93 quedó marcado en el recuerdo como un punto de inflexión dramático, un instante en el que la comodidad de las colchoneras se evaporó como arena entre los dedos. Luany, la exjugadora del Madrid CFF, cometió un juego peligroso sobre Judith Caravaca y vio la tarjeta roja directa. La decisión de la colegiada, severa y categórica, provocó un temblor en la defensa atlética y una explosión de confianza en el Alhama. Aquel instante transformó un partido que parecía controlado en una pesadilla de incertidumbre para las visitantes, que de repente se encontraron con diez jugadoras sobre el campo, con media hora de tensión por delante y un rival crecido por la superioridad numérica que empujaba con fuerza implacable hacia la portería de Patri Larqué. El Alhama olió sangre, la recta final se convirtió en un asedio, un martilleo constante, un acoso que parecía dispuesto a derribar los muros rojiblancos, y el premio no tardó en llegar.

En el minuto 95, cuando la desesperación y la ansiedad se mezclaban en el banquillo del Atlético, llegó el empate. Un disparo de Belén Martínez desde el área, tocado por Silvia Lloris, se introdujo en la portería rojiblanca para consumar un autogol que suponía el 11 definitivo en el último suspiro.

La confusión y la impotencia se reflejaban en los rostros de las colchoneras mientras el Alhama celebraba un empate que sabía a victoria momentánea. Aquella acción no solo nivelaba el marcador, sino que también trastocaba los planes de Víctor Martín, quien veía cómo el control que había ostentado su equipo se desvanecía en cuestión de segundos. La presión subía como un manto de incertidumbre, la adrenalina se disparaba y la idea de una prórroga inevitable comenzaba a instalarse en la mente de todas.

(Fuente: Alhama ElPozo)

El partido se adentró en la prórroga con un Atlético ya nervioso, consciente de que cada segundo perdido podría costarles caro. La tensión era palpable, los movimientos eran más rápidos, los pases más forzados y la ansiedad comenzaba a morder el ánimo de las jugadoras.

La prórroga no fue un mero trámite; fue un compendio de oportunidades, de decisiones al límite, de acciones que podían cambiar la historia de un torneo entero. Un gol anulado a las rojiblancas por un fuera de juego discutible elevó aún más la sensación de injusticia momentánea, mientras que una ocasión clarísima de Marta Gestera para el Alhama mantenía a todos al borde del asiento.

Cada pase, cada despeje, cada regate parecía cargado de un peso descomunal, y la tanda de penaltis comenzó a perfilarse como el único escenario posible para decidir quién avanzaría.

(Fuente: “El Partido de Manu”)

Cuando llegó la tanda de penaltis, el silencio se volvió absoluto, solo roto por el eco de los pasos de las jugadoras y el sonido seco del balón al ser lanzado.

(Fuente: “El Partido de Manu”) Creatividad: Ruth

La primera serie fue un duelo de nervios y precisión. Para el Atlético, Boe Risa, Fiamma, Gaby García, Silvia Lloris y Ana Vitoria marcaron con temple y determinación, mientras que Sol Bellotto, arquera del Alhama, logró detener el lanzamiento de Macarena Portales, encendiendo una chispa de esperanza en su equipo. El Alhama respondió con Nuria, Anita, Quintero y Estefa transformando sus penales en ocasiones de ilusión, hasta que el destino del partido quedó en manos de la última serie. Patri Larqué emergió como heroína del momento, primero deteniendo el disparo de Astrid Álvarez y luego el de Marta Gestera, consumando una victoria que resonaba con coraje, corazón y carácter inquebrantable.

El triunfo del Atlético no fue un triunfo cualquiera. Fue la recompensa a la paciencia, al temple y a la capacidad de sobreponerse a la adversidad.

Las rojiblancas habían sobrevivido a una embestida inesperada, a un momento de inferioridad numérica que podría haber truncado cualquier aspiración, y habían demostrado, una vez más, que en la Copa de la Reina no hay rendiciones anticipadas, que cada minuto cuenta, que cada jugada puede convertirse en historia. La euforia no solo llenó el rostro de las jugadoras, sino que impregnó la grada y los corazones de todos aquellos que siguen con pasión a este equipo.

Con una mezcla de alivio y orgullo, las colchoneras sellaron su pase a los cuartos de final, cerrando un 2025 que, a pesar de las dificultades, terminaba con una sonrisa y la satisfacción de haber superado un compromiso que antaño les habría sido esquivo.

(Fuente: RFEF)

📋 Ficha técnica |

Alhama ElPozo: Sol, Astrid, Yanel (Núria Martínez), Judith Caravaca, Aitana, Kuki, Aldrith (Gestera), Encarni (Patricia Miñano), Yiyi (Estefa), Raquel Pinel (Belén Martinez).

Atlético de Madrid: P. Larqué, Medina, Lloris, Menayo (Xénia Pérez), Alexia Fernández, Gaby García, Júlia Bartel (Maca), Fiamma Benítez, Luany, Jensen (Celia Gómez), Amaiur Sarriegui.

Colegiada: Andrea Firvida Fernández

Martín (52′,Amarilla), Encarni (57′,Amarilla), Aitana Zumárraga (65′,Amarilla), Judith Caravaca (84′,Amarilla), Xènia Pérez (85′,Amarilla), Luany (89′,Amarilla), Patricia Larqué (93′,Amarilla), Luany (93′,Roja), Belén Martínez (108′,Amarilla), Marta Gestera (119′,Amarilla), Ana Velázquez (121′,Amarilla).

Incidencias: Partido correspondiente a la ronda de octavos de final de la Copa de la Reina Iberdrola 2025-2026 entre el Alhama ElPozo y el Atlético de Madrid que se ha celebrado a las 19:00 horario peninsular sobre el césped artificial del Estadio Municipal José Kubala en la Región de Murcia.

Goles:

0-1 Gaby García 16’ ⚽️

1-1 Silvia Lloris (P.P.) 95’ ⚽️

Penaltis:

0-1 Vilde Bøe Risa’ ⚽️

1-1 Nuria’ ⚽️

1-2 Fiamma Benítez’ ⚽️

2-2 Anita’ ⚽️

2-3 Gaby García’ ⚽️

3-3 Aldrith Quintero’ ⚽️

❌ Maca Portales’ ⚽️

3-4 Silvia Lloris’ ⚽️

4-4 Estefanía Lima’ ⚽️

4-5 Ana Vitoria’ ⚽️

❌ Marta Gestera’ ⚽️

Vídeo |

Comentarios

Deja un comentario

More posts