Fernando Torres Sanz y Alejandra Bernabé de Santiago. Dos nombres que, separados por una generación, por contextos distintos y por escenarios que han ido mutando con el tiempo, trazan una línea invisible pero firme dentro del mapa emocional del fútbol. Una línea que nace en Majadahonda, en ese territorio casi sagrado para el Atlético de Madrid conocido como “La Academia”, y que se extiende hasta dos de los estadios más simbólicos del fútbol europeo: Stamford Bridge y Anfield. Una vida paralela, sí, pero sobre todo una misma manera de entender el juego, la pertenencia y la memoria.
Ambos no son solo dos futbolistas unidos por una cadena de coincidencias llamativas. Son, en realidad, dos expresiones distintas de una misma idea: la de un fútbol que nace en la cantera, que se forja en la identidad y que se proyecta al mundo sin perder la memoria. Sus trayectorias avanzan en paralelo como dos ríos que nacen en la misma montaña, se separan por el terreno, atraviesan paisajes distintos y, sin embargo, conservan siempre el mismo origen. En el fútbol, como en la vida, no todas las historias necesitan cruzarse para dialogar entre sí.
Todo comienza en La Academia del Atlético de Madrid. No como un simple punto geográfico, sino como un estado de ánimo. Allí, entre campos de entrenamiento, madrugadas frías y una exigencia que no entiende de edades, se aprende que el escudo no se lleva, se soporta. Fernando Torres creció en una etapa en la que el Atlético era más herida que promesa, más recuerdo que presente. Ser del Atlético entonces no era una moda, era una elección. Una forma de resistencia. Alejandra Bernabé se formó en otro tiempo, con el club ya reconstruido en lo institucional, pero con el fútbol femenino aún empujando desde abajo, aún reclamando el lugar que durante décadas se le negó. Contextos distintos, misma lección: aquí no se regala nada.
Torres fue el niño que se convirtió en capitán antes de tiempo. El símbolo de un club que se aferraba a uno de los suyos para no perderse a sí mismo. Su figura trascendió lo futbolístico porque encarnaba una idea romántica del deporte: la del canterano que no solo juega, sino que representa. Alejandra Bernabé, desde una posición menos central en el foco mediático, vivió otra forma de liderazgo: la de abrir camino. La de demostrar que una lateral zurda formada en la cantera rojiblanca podía competir al máximo nivel, primero en España y luego fuera, sin renunciar a su identidad.
Salir del Atlético nunca es fácil. Porque no es solo marcharse de un club, es abandonar un refugio emocional.
Fernando Torres lo hizo cuando entendió que su carrera necesitaba otro escenario, aunque su corazón se quedara en casa. Alejandra Bernabé también tuvo que dar ese paso, sabiendo que el crecimiento profesional a veces exige incomodidad. Ambos asumieron el riesgo. Ambos entendieron que el talento, si no se expone, se marchita.
El Liverpool aparece entonces como un punto de destino que parece escrito con tinta invisible. Anfield. Un estadio que no se limita a albergar partidos, sino que conserva historias. Allí, Fernando Torres encontró un lugar donde su fútbol fue entendido desde el primer minuto. Donde su manera de atacar el espacio, su relación con el gol y su compromiso conectaron con una afición que reconoce al instante a quien juega con el corazón. Torres no fue solo un gran delantero del Liverpool. Fue parte de su alma reciente.
Décadas después —porque en términos emocionales el fútbol no mide el tiempo igual— Alejandra Bernabé viste la misma camiseta roja. La misma zamarra mítica. Y no es un detalle menor. Porque Liverpool no es un club neutro. Exige una manera de estar.
No basta con cumplir, hay que sentir. Y para alguien formada en el Atlético de Madrid, esa exigencia resulta casi familiar. Hay clubes que se reconocen entre sí sin necesidad de presentaciones. Atlético y Liverpool comparten una épica: la del sufrimiento convertido en orgullo, la de la lucha como identidad, la de la derrota asumida sin rendición.
Antes de regresar a Liverpool, en ambas vidas aparece el Chelsea. Un club que simboliza la modernidad, el poder económico, la estructura casi empresarial del fútbol contemporáneo.
Para Fernando Torres fue un capítulo incómodo, lleno de ruido, de debates eternos y de una narrativa injusta que redujo su carrera a cifras frías. Sin embargo, allí llegó uno de los momentos más importantes de su vida deportiva: una Champions League que le permitió cerrar un círculo personal. Para Alejandra Bernabé, el Chelsea fue una escuela de élite, un entorno donde el fútbol femenino se vive con una profesionalización absoluta, donde cada entrenamiento es una prueba y cada partido, un examen.
Londres, para ambos, fue un lugar de tránsito. Un espacio de crecimiento, pero no de pertenencia plena. Porque hay futbolistas que necesitan sentirse parte de algo más grande que un proyecto ganador. Necesitan un relato y ese relato, para ambos, estaba en Liverpool.
Cuando Alejandra Bernabé afirma, en conversación con la periodista Marta Griñán, que le hace ilusión jugar en el mismo club que Fernando Torres, no está estableciendo una comparación. Está reconociendo una herencia. Está situándose dentro de una genealogía emocional.
Está diciendo, sin decirlo, que el fútbol también se construye mirando atrás con respeto. Que saber quién estuvo antes no te empequeñece, te da contexto.
Alejandra pertenece a una generación que ya no acepta ser secundaria. Que juega en los mismos estadios, que defiende los mismos escudos y que empieza a ocupar el mismo espacio simbólico que durante años fue exclusivo. Que una futbolista formada en la cantera del Atlético, con pasado en Chelsea y presente en Liverpool, pueda decir eso sin complejos es, en sí mismo, una victoria colectiva del fútbol femenino.
Fernando Torres cerró su carrera regresando al lugar donde todo empezó. Volvió al Atlético no para ganar títulos, sino para cerrar una historia con coherencia. Alejandra Bernabé todavía está escribiendo la suya. Su camino sigue abierto, lleno de páginas por completar, de partidos por jugar y de decisiones por tomar. Pero ya hay algo que nadie le puede quitar: haber entrado en ese territorio donde el fútbol deja de ser solo presente y se convierte en relato.
Dos vidas paralelas. Dos trayectorias que avanzan sin tocarse, pero que se reflejan mutuamente como en un espejo lejano. “La Academia”, Chelsea y Liverpool. Tres estaciones comunes, tres pruebas superadas, tres símbolos compartidos. En un fútbol cada vez más rápido, más olvidadizo y más superficial, esta historia nos recuerda que todavía existen los hilos invisibles. Que todavía hay carreras que se entienden mejor desde la emoción que desde el dato.
Porque al final, el fútbol no es solo lo que pasa en el césped. Es lo que permanece cuando el partido termina. Y en ese espacio donde habitan la memoria y la identidad, Fernando Torres Sanz y Alejandra Bernabé de Santiago caminan juntos, aunque no coincidan en el tiempo. Bajo el mismo himno no escrito. Bajo la misma certeza: que hay camisetas que no son se visten, se heredan.
Esta historia la ha plasmado a la perfección Marta Griñán en el Diario AS y desde “El Partido de Manu” les recomendamos encarecidamente que lean lo que escribió la murciana, quien está especializada en Políticas de Igualdad para comprender mejor esta intrahistoria de vidas cruzadas.
La Copa de la Reina Iberdrola no entiende de escudos blindados ni de jerarquías inamovibles. La Copa es enero, es frío en las manos y fuego en el pecho, es una eliminatoria que se juega como si fuera la última. Este sábado 20 de enero de 2025, a partir de las 19:00 horas, la Ciudad Deportiva Dani Jarque será escenario de un cruce que es mucho más que un partido: Espanyol y Real Madrid se citan en los octavos de final en una noche que promete épica, identidad y verdad. Lo cuenta Teledeporte, lo abraza RTVE y lo decide el fútbol.
Hay competiciones que se heredan. La Copa de la Reina se hereda como se heredan las historias que se cuentan a media voz en los vestuarios, como se heredan los recuerdos que no salen en los palmarés pero que pesan más que una medalla. La Copa no es una liga; la Copa no perdona. En la Copa no hay mañana. La Copa es una frontera.
Enero es su mes natural. Enero y sus tardes que anochecen antes de tiempo. Enero y el césped que cruje. Enero y el murmullo de la grada que sabe que lo que viene no se repite. Y en ese enero, la Copa llama a la puerta de la Ciudad Deportiva Dani Jarque, un lugar donde el Espanyol ha construido algo más que un proyecto: ha levantado un refugio, una identidad, una manera de estar en el fútbol.
El sorteo emparejó a Espanyol y Real Madrid en octavos. Dos mundos. Dos ritmos. Dos relatos que chocan en una eliminatoria a partido único. Noventa minutos. Penaltis si hace falta. La Copa en estado puro.
No es un estadio monumental, pero es un hogar. La Dani Jarque es un espacio donde el Espanyol femenino se reconoce, se fortalece y se atreve. Allí, el equipo perico ha aprendido a competir sin complejos, a sostener partidos largos, a resistir cuando toca y a morder cuando el rival se descuida.
Para el Espanyol, recibir al Real Madrid no es un trámite. Es una declaración. Es la oportunidad de medirse ante uno de los grandes nombres del fútbol español en un contexto que iguala las fuerzas: la Copa. El césped, la cercanía, el viento, la grada… todo suma cuando el partido se juega en casa.
Hay algo profundamente copero en este escenario. No hay artificio. Hay fútbol.
El Espanyol llega a esta eliminatoria desde la convicción. Convicción de grupo. Convicción de proyecto. Convicción de que la Copa es un espacio legítimo para soñar.
No es un equipo que se esconda. El Espanyol sabe quién es y juega desde ahí. Defiende junto, compite cada duelo y entiende que el partido se construye desde la paciencia. En Copa, eso vale oro.
Hay una idea clara: incomodar al Real Madrid. Negarle los ritmos cómodos. Obligarle a mirar el reloj. Llevarle a un terreno donde el talento necesita esfuerzo y donde cada balón dividido cuenta como una final.
El Espanyol no tiene nada que perder y todo que ganar. Esa es una de las verdades más peligrosas del fútbol.
El Real Madrid llega a la Dani Jarque con el peso de la expectativa. En la Copa no basta con presentarse; hay que imponerse. El club blanco afronta cada competición con la obligación de llegar lejos, y la Copa de la Reina no es una excepción.
Este Real Madrid es un equipo construido para dominar. Para tener la pelota, para marcar el ritmo, para decidir los partidos desde el control. Pero la Copa le exige algo más: adaptación. Porque no todos los partidos se ganan desde el guion.
En eliminatorias como esta, el Real Madrid necesita encontrar equilibrio entre su propuesta ofensiva y la gestión emocional del partido. La paciencia será clave. La concentración, innegociable. Un error, un despiste, una transición mal defendida, y la Copa no perdona.
Hay partidos que se juegan con la cabeza antes que con las piernas. Este es uno de ellos.
El Espanyol sabe que el Real Madrid llegará con balón, con estructura, con talento. Sabe que habrá momentos de resistencia. Y sabe, también, que habrá un instante. Un balón parado. Un error. Un segundo balón. La Copa vive de esos instantes.
El Real Madrid, por su parte, sabe que la ansiedad puede ser su mayor enemigo. Que el reloj corre igual para todos. Que cada minuto sin gol alimenta la fe del rival.
La gestión del tiempo será tan importante como la gestión del espacio.
Toda eliminatoria se decide en pequeños duelos invisibles. En la presión tras pérdida. En la segunda jugada. En la capacidad de sostener el bloque.
El Espanyol buscará cerrar pasillos interiores, proteger su área y lanzar ataques rápidos cuando recupere. El Real Madrid tratará de ensanchar el campo, mover el balón con velocidad y encontrar superioridades entre líneas.
Será un choque de ritmos. De paciencia contra urgencia. De resistencia contra ambición.
Si algo enseña la Copa de la Reina año tras año es que no hay lógica que valga. Hay noches donde el favorito cae. Hay tardes donde un equipo escribe una página para siempre.
El Espanyol quiere una de esas noches. El Real Madrid quiere evitarla.
Y en medio, el fútbol. Ese deporte que no entiende de presupuestos cuando el balón echa a rodar.
Que este partido se emita en directo por Teledeporte no es un detalle menor. Es una declaración de intenciones. La Copa merece ser contada. Merece cámaras, merece relato, merece memoria.
RTVE acompaña una eliminatoria que representa lo mejor del fútbol femenino español: competitividad, identidad, emoción y verdad.
Porque hay partidos que no solo se juegan. Se narran. Se recuerdan. Se heredan.
Habrá un momento —siempre lo hay— en el que el partido deje de ser táctico y se vuelva emocional. Un momento en el que la grada empuje, en el que una jugadora corra un metro más de lo que pensaba, en el que el cansancio se convierta en orgullo.
Ahí se decide la Copa, en ese instante donde el fútbol se parece a la vida: cuando toca elegir entre rendirse o creer.
Cuando el árbitro señale el final, alguien habrá ganado algo más que un billete a cuartos. Habrá ganado una historia.
El Espanyol quiere que esa historia se escriba en su casa, con su gente, en enero. El Real Madrid quiere que la Copa siga siendo un camino, no un muro.
Y tú, desde casa o desde la grada, serás testigo de algo que solo ocurre una vez.
Porque la Copa de la Reina Iberdrola no se explica. La Copa se siente.
Y este sábado, en la Ciudad Deportiva Dani Jarque, vuelve a llamar a la puerta del invierno.
La Copa de la Reina Iberdrola vuelve a desplegar su mística este sábado en el Estadio Jesús Navas, donde Sevilla Fútbol Club y el Costa Adeje Tenerife Egatesa se enfrentan en una eliminatoria de octavos de final a partido único que promete tensión, emoción y épica. Dos equipos en crecimiento, dos estados de ánimo al alza y una sola plaza en cuartos en un cruce que condensa todo lo que hace grande al torneo del KO.
fútbol no entiende de trayectorias largas cuando la Copa de la Reina irrumpe en el calendario. Entiende de noventa minutos, de detalles, de estados de ánimo y de esa frontera invisible entre la ilusión y la eliminación. En ese escenario se presenta el Sevilla FC este sábado a partir de las 12:00 horas, decidido a prolongar su momento ascendente y a convertir el Estadio Jesús Navas en un fortín copero ante un Costa Adeje Tenerife Egatesa que aterriza en la capital andaluza con memoria, ambición y una historia íntimamente ligada a esta competición.
El conjunto hispalense llega a la cita reforzado por una racha de resultados que ha devuelto la confianza y el convencimiento a un equipo que ha sabido crecer desde la solidez. El reciente triunfo liguero ante el Alhama CF, trabajado, paciente y maduro, unido al valioso empate frente al Atlético de Madrid, ha confirmado que el Sevilla ha aprendido a competir en registros que antes se le escapaban. Ya no es solo un equipo de intenciones, sino de respuestas. Concede menos, gestiona mejor los tiempos y sabe sobrevivir en partidos cerrados, una cualidad imprescindible cuando la Copa no concede segundas oportunidades.
Ese crecimiento tiene nombres propios y una estructura cada vez más reconocible. Rosa Márquez se ha consolidado como el auténtico eje del juego sevillista, la futbolista que ordena, equilibra y da sentido a cada posesión. A su alrededor, el equipo se siente más cómodo, más compacto y más seguro. En defensa, la jerarquía de Eva Llamas lidera una zaga que ha ganado fiabilidad, mientras que bajo palos Esther Sullastres se ha erigido en una figura determinante, capaz de sostener al equipo en los momentos de máxima exigencia y de marcar la diferencia cuando el partido se rompe.
En ataque, el Sevilla ha encontrado soluciones sin necesidad de fuegos artificiales. La movilidad y la inteligencia de Inma Gabarro entre líneas, el trabajo constante por bandas y la aportación decisiva de las jugadoras que emergen desde el banquillo —con Alba Cerrato como ejemplo reciente— han ampliado el abanico de recursos de un equipo que ha aprendido que competir bien también es una forma de dominar.
Pero enfrente estará un Costa Adeje Tenerife Egatesa que entiende la Copa de la Reina como un territorio propio. El conjunto blanquiazul visita Sevilla este sábado 20 de diciembre a las 11:00 hora canaria con la ambición intacta y con el recuerdo reciente de una contundente victoria liguera en ese mismo escenario, aunque consciente de que el contexto es completamente distinto. La Copa no admite comparaciones ni antecedentes: exige máxima concentración y una lectura perfecta de cada fase del partido.
Para las guerreras, la cita tiene además un componente especial. Será el estreno oficial de Adrián Albéniz al frente del primer equipo, un debut de alto voltaje en una eliminatoria que pondrá a prueba el carácter y la personalidad del grupo. El técnico ha transmitido un mensaje claro desde su llegada: competir, creer y asumir la Copa como una oportunidad. “Queremos ir a Sevilla y sacar esta eliminatoria adelante. La Copa es una competición diferente, que nos hace mucha ilusión”, ha señalado, advirtiendo también de la evolución del rival y de la necesidad de estar atentas en todo momento.
Esa ambición conecta con el ADN de un club que ha hecho del torneo del KO una seña de identidad. El Costa Adeje Tenerife Egatesa ha alcanzado las semifinales en tres ocasiones y ha sido un habitual en las rondas finales, construyendo una relación especial con una competición que siempre despierta algo más en el vestuario. Así lo expresó su capitana, Patri Gavira, al recordar que la Copa “siempre es especial para este club” y al reivindicar el deseo de dar ese “campanazo” que tanto identifica a las guerreras.
La portería blanquiazul será uno de los focos emocionales del encuentro. Noelia Ramos regresa a Sevilla, una ciudad clave en su trayectoria, con sentimientos encontrados pero con el objetivo claro. “Volver siempre es especial, pero mañana todo eso se queda a un lado”, afirmó la guardameta, consciente de que en una eliminatoria a partido único la unión y la convicción lo son todo. Ramos ha subrayado la importancia de centrarse en el propio equipo, de mantener una energía positiva y de pelear hasta el final, apelando además al apoyo de una afición que nunca falla y que sueña con recibir en Navidad el regalo de una clasificación histórica.
El duelo, que podrá seguirse en directo por Televisión Canaria y a través de la narración de Atlántico Radio y La Radio Canaria, se presenta como un choque de dinámicas positivas, de estilos en evolución y de ambiciones legítimas. Sevilla y Costa Adeje Tenerife se miran frente a frente en un mediodía que promete ser largo, intenso y cargado de significado.
La Copa de la Reina vuelve a llamar a la puerta, y solo uno responderá para seguir soñando.
El C.E. Europa, club histórico catalán con profundas raíces en Gràcia, llega a este duelo con la ambición de escribir una página dorada en su historia. Tras lograr el ascenso a la Primera Federación Femenina en la temporada 2024-25, el club ha consolidado un proyecto femenino que combina juventud y experiencia, donde el talento local convive con incorporaciones estratégicas que buscan dar un golpe de autoridad en la Copa de la Reina. La plantilla ha demostrado capacidad para brillar en contextos de eliminación directa, con un rendimiento destacado en las primeras rondas del torneo, anotando 6 goles sin encajar ninguno, una señal de que cuando el escenario es de todo o nada, las jugadoras del Europa saben elevar su nivel competitivo. En la Primera Federación Femenina 2025-26, su rendimiento ha sido más irregular, reflejando las dificultades propias de un club que busca consolidarse en la categoría. Con 3 victorias, 2 empates y 7 derrotas, y un balance de 18 goles a favor y 24 en contra, el Europa ha mostrado un ataque capaz de generar ocasiones pero con margen de mejora en defensa. Su promedio de 1,5 goles por partido indica un potencial ofensivo que puede ser letal si se combina con disciplina táctica. En liga, el Europa ha protagonizado encuentros abiertos, con un 67% de partidos en los que ambos equipos marcaron, un reflejo de partidos intensos y competitivos donde la emoción se mantiene hasta el último minuto.
Athletic Club, por su parte, llega como uno de los referentes históricos del fútbol femenino español. Compite en la Liga F 2025-26, la máxima categoría, y mantiene un rendimiento sólido que lo posiciona en la parte alta de la tabla, consolidando su estatus de favorito en cualquier enfrentamiento de eliminación directa. La plantilla rojiblanca combina experiencia y juventud, con jugadoras capaces de definir partidos en momentos clave y un bloque defensivo sólido que garantiza consistencia en el juego. Recientemente, las leonas cerraron el año con una victoria clave ante el Madrid CFF, demostrando capacidad para mantener concentración y gestionar la presión en partidos decisivos. Tácticamente, el choque promete un enfrentamiento de estilos complementarios y contrastantes. El Europa suele apostar por un 4-3-3 flexible, donde las laterales se incorporan al ataque generando amplitud y profundidad, mientras el mediocampo busca controlar el ritmo y generar superioridad numérica en zonas claves. La capacidad de transición rápida es uno de sus mayores activos, y será determinante para aprovechar cualquier desajuste del Athletic. Por su parte, el Athletic mantiene su 4-2-3-1 característico, con presión alta constante, transiciones verticales y superioridad en el centro del campo mediante la combinación de sus interiores y mediapunta. Su velocidad por bandas y capacidad para sorprender en segunda jugada son armas clave que pueden desnivelar el marcador en cualquier momento.
duelo no solo se define por estadísticas y tácticas, sino también por la carga emocional que ambos equipos llevan a la cancha. Para las jugadoras del Europa, enfrentarse al Athletic es una oportunidad única para demostrar que la ambición catalana puede imponerse frente a la experiencia vasca. Para el Athletic, cada balón, cada entrada y cada decisión táctica refuerza la idea de que la Copa de la Reina Iberdrola es un torneo de eliminación directa donde solo los más concentrados sobreviven, y donde la historia del club y la tradición de excelencia pesan tanto como los goles. el C.E. Europa, varias jugadoras destacan como piezas determinantes. La delantera central, Clara Puig, ha anotado 5 de los 18 goles del equipo en liga y es experta en movimientos de ruptura detrás de la defensa rival. Su capacidad de definición bajo presión será vital para enfrentar a la defensa rojiblanca. En el mediocampo, Laia Roca, capitana y referente táctico, es la encargada de distribuir el juego y mantener la cohesión entre defensa y ataque. Su visión y precisión en pases largos serán determinantes para romper líneas. En defensa, Marta Soler combina liderazgo y contundencia en el uno contra uno, esencial para contrarrestar la velocidad y verticalidad de las delanteras del Athletic.
El Athletic Club cuenta con figuras que pueden marcar la diferencia. La delantera Irene García, con su velocidad explosiva y capacidad de finalización, es un peligro constante para cualquier defensa. La mediocentro defensiva Maite Etxebarria actúa como escudo frente a los ataques rivales, recuperando balones y iniciando transiciones rápidas. La capitana y central Ane Goikoetxea ofrece experiencia y liderazgo, siendo fundamental para mantener la estructura defensiva frente a un Europa atrevido y dinámico. Desde la óptica estadística, la diferencia de nivel competitivo es clara: el Athletic compite en la máxima categoría y ha mantenido un rendimiento estable que lo posiciona como favorito, mientras que el Europa, aunque menos experimentado en esta categoría, ha mostrado capacidad para elevar su nivel en situaciones de eliminación directa. Las cifras de goles, victorias y rendimiento en Copa indican que, aunque el Athletic es favorito en teoría, el partido puede ser abierto y con oportunidades para ambos equipos.
La estadística refuerza la idea de que en un KO, el factor emocional y la eficacia en momentos clave pueden volcar el resultado.
historial reciente entre ambos equipos, aunque limitado, ha mostrado intensidad y momentos de tensión que anticipan un duelo apasionante. Cada enfrentamiento previo ha servido como aprendizaje, y ahora, con un pase a los cuartos de final en juego, la presión se multiplica. Este partido es más que un choque de clubes: es un relato épico donde la ambición del Europa y la experiencia del Athletic se enfrentan, y donde cada espectador puede sentirse parte de la historia. Desde el punto de vista del aficionado, “El Partido de Manu” encontrará en este duelo todos los ingredientes para vivirlo como si estuviera en la grada: emoción, drama, intensidad y decisiones tácticas que pueden marcar el destino de la eliminatoria. La transmisión en Betevé, disponible en el dial 166 de Movistar Plus, permitirá disfrutar de todos los matices, desde la colocación defensiva hasta las transiciones rápidas y los tiros a puerta, ofreciendo una experiencia completa y absorbente. ⸻
Con todo preparado, el C.E. Europa vs Athletic Club de este viernes no es solo un partido; es una historia épica que se escribe en tiempo real. La Copa de la Reina Iberdrola 2025-26 encuentra en este duelo su símbolo de competitividad, emoción y espectáculo, y cada acción se convierte en un capítulo más de un relato donde el fútbol femenino español demuestra que no solo crece en calidad, sino que emociona, conmueve y atrapa. Por exigencias del calendario, la atención futbolística se centrará en estos octavos de final, sirviendo para clausurar la acción balompédica de 2025, dejando a todos los equipos, aficionados y narradores como “El Partido de Manu” listos para disfrutar de un cierre de año cargado de épica, pasión y fútbol femenino en su máxima expresión.
El Europa no se descompuso. No cambió su plan. Siguió resistiendo, compactando espacios, buscando alguna transición que le permitiera volver a creer. Llegó el descanso con todo abierto, con la sensación de que el partido seguía vivo y de que cualquier detalle podía cambiarlo.
La Copa de la Reina Iberdrola despidió 2025 como solo saben hacerlo los torneos que entienden el fútbol como un acto de fe: poniendo frente a frente a un equipo que representa la historia y la jerarquía del fútbol femenino español y a otro que encarna la ilusión, la resistencia y la belleza de quien sabe que no siempre se juega para ganar, sino para vivir algo que merezca ser recordado.
El Nou Sardenya, un estadio que no necesita grandeza arquitectónica para convertirse en lugar sagrado, fue durante noventa minutos el epicentro emocional del fútbol femenino. Allí, ante 2.043 personas —récord absoluto de asistencia para el primer equipo femenino del CE Europa—, se escribió una página que no quedará definida por el marcador, sino por todo lo que ocurrió alrededor de él.
El contexto ya lo decía todo antes de que rodara el balón. El CE Europa, único representante catalán junto al Deportivo Alavés en Primera Federación Iberdrola, recibía a un Athletic Club acostumbrado a las grandes noches, a las eliminatorias que no conceden segundas oportunidades, a los escenarios donde el escudo pesa tanto como el balón. La diferencia de categorías era evidente, pero la Copa nunca ha entendido de lógicas estrictas. Menos aún cuando el partido se disputa sobre hierba artificial, una superficie que iguala, incomoda y obliga a reaprender cada control, cada bote y cada disputa.
A las leonas les costó entrar en el partido, no por falta de ambición, sino porque el fútbol también es adaptación y el Europa supo desde el primer segundo cuál debía ser su papel: orden, bloque bajo, líneas juntas, fe absoluta en el plan.
Durante muchos minutos el partido se jugó donde quiso el conjunto catalán. El Athletic tenía el balón, sí, pero no encontraba grietas. El primer acercamiento visitante no llegó hasta el minuto 17, con un disparo de Vilariño que Janet atajó con solvencia, como una declaración de intenciones de lo que estaba por venir.
Poco después, Clara Pinedo estrelló un balón en el palo derecho de la portería local y ese sonido seco, metálico, fue el punto de inflexión emocional del encuentro. A partir de ahí, Janet se convirtió en la gran protagonista de la primera mitad. Paradas abajo, reflejos a bocajarro, seguridad en el juego aéreo. Cada intervención alimentaba la grada, cada balón blocado reforzaba la sensación de que algo especial podía estar gestándose en Gràcia.
La memoria también jugaba su partido. El Europa venía de eliminar al DUX Logroño en la ronda anterior, el Athletic Club arrastraba el recuerdo reciente de una eliminación temprana ante el CP Cacereño, y la afición local, sin necesidad de decirlo en voz alta, empezaba a permitirse soñar. Pero la Copa de la Reina exige algo más que ilusión. Exige talento en los momentos clave, y ahí apareció Daniela Agote. La MVP del Europeo sub-19 de Lituania 2024 entendió el partido como lo hacen las futbolistas distintas. En el minuto 34, tras un nuevo asedio rojiblanco, se perfiló desde la frontal y sacó un derechazo seco, raso, pegado a la cepa del palo, imposible para Janet.
El 0–1 no fue solo un gol; fue la ruptura del hechizo, la recompensa a una insistencia paciente en una primera parte muy táctica, densa, poco atractiva para el espectador neutral pero fascinante para quien entiende el fútbol como un juego de ajedrez emocional.
Mientras las protagonistas ganaban el túnel de vestuarios, el estadio respiraba. Estos partidos desgastan, incluso a quien los observa, porque no se miran solo con los ojos, se sienten con el cuerpo.
La segunda mitad comenzó sin cambios, con el Athletic decidido a controlar el ritmo, a evitar que el encuentro se desordenara. No hubo ocasiones claras durante muchos minutos. El balón era rojiblanco, pero el Europa seguía defendiendo con disciplina y orgullo, esperando ese error que a veces llega cuando el favorito se impacienta. No llegó. Javi Lerga entendió el momento y movió el banquillo con precisión quirúrgica: Azkona y Sara Ortega entraron por Campos y Vilariño, más tarde Gurtubay sustituyó a Pinedo. No fue una revolución, fue una reafirmación del plan. El Athletic no quiso sentenciar de golpe; quiso hacerlo bien.
El golpe definitivo llegó en el minuto 81. Valero recogió el balón en la frontal, levantó la cabeza y ejecutó un lanzamiento que superó por alto a Janet.
El 0–2 fue el instante en el que el sueño empezó a desvanecerse para el Europa, no por falta de fe, sino porque el fútbol profesional castiga cualquier concesión. Obligadas a adelantar líneas, las locales dejaron espacios y el Athletic, ya sin urgencias, gestionó los minutos finales con oficio. La guinda llegó en el 89, cuando Azkona, desde el punto de penalti, cruzó un zurdazo que volvió a batir a Janet para establecer el definitivo 0–3 que fue una bocanada de aire fresco para las leonas.
El marcador certificó la clasificación del Athletic Club como primer aspirante a la corona en cuartos de final, pero no explicó todo lo que había ocurrido. Explicó que las leonas supieron competir, adaptarse y aprender de experiencias pasadas. Explicó que el CE Europa vivió una tarde histórica, que llenó su estadio, que se midió sin complejos a un gigante y que despertó de un sueño precioso y merecido. La Copa de la Reina Iberdrola siguió su camino, con más partidos por delante y más historias por escribir, pero el Nou Sardenya ya quedó marcado para siempre. Porque hay derrotas que no empequeñecen, sino que engrandecen, y hay victorias que no solo se miden en goles, sino en memoria. Y aquella tarde, en Barcelona, el fútbol femenino ganó algo que no aparece en las estadísticas: un recuerdo imborrable.
90’ | 🏁 FINAL
S’acaba el nostre camí a la Copa. Molt orgulloses! 💙👏
Árbitra: Elisabeth Calvo Valentín (Comité Madrileño). Amonestó a la local Ainhoa.
Incidencias: 2.043 espectadores en el Estadio Nou Sardenya de Barcelona en la eliminatoria a partido único correspondiente a los octavos de final de la Copa de la Reina Iberdrola que se celebró en una superficie de hierba artificial .
Se podría decir que el Alhama sueña, el Atlético de Madrid responde y la Copa de la Reina Iberdrola vuelve a invocar su hechizo en el Estadio José Kubala, no va más.
(Fuente: Alhama ElPozo)
Hay partidos que no entienden de categorías, rachas ni presupuestos y hay encuentros que se explican desde la emoción, desde la épica latente que solo las competiciones del KO saben despertar.
La Copa de la Reina pertenece a ese territorio casi mágico en el que lo improbable se convierte en posible y donde cada balón dividido es una declaración de intenciones. En ese escenario comparecen el Alhama Club de Fútbol ElPozo y el Atlético de Madrid Femenino, dos equipos separados por historia, palmarés y contexto competitivo, pero unidos durante noventa minutos por una misma obsesión: seguir vivos en la competición más romántica del fútbol femenino español.
En la Región de Murcia, en el José Kubala de césped artificial, el modesto desafía al gigante, la ilusión se mide al oficio y la Copa vuelve a reclamar su protagonismo eterno.
El Alhama Club de Fútbol llega a esta cita con la mochila cargada de realidades complejas, pero también de sueños intactos. El conjunto dirigido por Jovi García transita por la Primera División Femenina desde una posición incómoda, decimocuarto en la clasificación con apenas nueve puntos, pero sostenido fuera del descenso por la inestabilidad de rivales directos como el DUX Logroño y el Levante Unión Deportiva.
El contexto liguero no es sencillo, y la reciente derrota por 0-1 ante el Badalona en el Francisco Artés Carrasco, con un solitario tanto de Lice Chamorro, ha añadido una dosis extra de urgencia y reflexión. Sin embargo, la Copa de la Reina es otra cosa. Es otro relato. Y el Alhama lo sabe.
Las murcianas ya demostraron en dieciseisavos de final que están dispuestas a competir esta Copa con la fe del que no tiene nada que perder.
En El Vivero, ante el Sport Extremadura, el Alhama firmó una victoria de carácter por 1-2, cimentada en la sangre fría de Estefa desde el punto de penalti y en el oportunismo de Javiera Toro, goles que hicieron estéril la diana local de Anlly. Aquella noche no solo sirvió para avanzar de ronda; sirvió para reafirmar una identidad, para recordar que este equipo, campeón de la Primera RFEF, no ha olvidado cómo se compite en escenarios de máxima tensión.
Enfrente estará un Atlético de Madrid que entra en liza por primera vez en esta edición copera, exento de la tercera ronda gracias a su condición de equipo de élite. Las rojiblancas llegan a Murcia con el peso de la historia sobre los hombros, pero también con ciertas dudas recientes que humanizan a un bloque acostumbrado a competir por todo.
El equipo de Víctor Martín viene de caer con contundencia en Francia ante el Olympique de Lyon por 0-4, una derrota que evidenció las diferencias actuales con la élite europea. Antes, en Ipurúa, no pudo pasar del empate 2-2 frente a la Sociedad Deportiva Eibar en un encuentro marcado por las rotaciones masivas del técnico madrileño, una decisión que priorizó la gestión de esfuerzos pero que dejó un poso de irregularidad.
El Atlético es actualmente cuarto en la Liga F, con 26 puntos, a cuatro de la Real Sociedad —su primer rival en el calendario de 2026— y a seis del Real Madrid, segundo clasificado. Números que no alarman, pero que sí exigen una respuesta inmediata en términos de sensaciones. Y qué mejor escenario que la Copa de la Reina para reencontrarse con la mejor versión competitiva de un equipo que sabe lo que es levantar este trofeo y que tiene en la memoria reciente la herida abierta de la final perdida el curso pasado.
Porque el Atlético de Madrid fue finalista de la Copa de la Reina 2024, cayendo por 2-0 ante el Barcelona en El Alcoraz de Huesca. Aquella derrota, lejos de diluirse en el olvido, sigue siendo un motor interno para una plantilla que ambiciona volver a saborear el éxito copero. No en vano, el club rojiblanco ha conquistado este título en dos ocasiones, en 2016 y 2023, y aspira a sumar una tercera corona que refuerce su identidad ganadora en el fútbol femenino español. Desde los despachos, Lola Romero continúa impulsando un proyecto que quiere volver a situar al Atlético en el mapa de los grandes éxitos, no solo como aspirante, sino como protagonista real.
El duelo en el José Kubala no es nuevo en la memoria colectiva de ambos equipos. Los precedentes históricos entre el Alhama ElPozo y el Atlético de Madrid son claramente favorables a las colchoneras: cuatro victorias en cuatro enfrentamientos. El último de ellos, correspondiente a la novena jornada liguera, se saldó con un contundente 4-0 para las capitalinas, con un doblete de la noruega Synne Jensen, una de las futbolistas llamadas a marcar diferencias en este tipo de eliminatorias. Jensen vuelve a ser una amenaza real para el marco defendido por Elena de Toro, portera del Alhama y uno de los pilares silenciosos del equipo murciano.
Pero si hay un antecedente que el Alhama se aferra como ejemplo de que los gigantes también caen, ese es el recuerdo imborrable de la temporada 2022-2023. Entonces, ambos conjuntos se cruzaron en la “Final Four” organizada por la RFEF en el Estadio de Butarque, en Leganés. De la mano de Manolo Cano, el Atlético se coló en la final y acabaría levantando el trofeo a costa del Real Madrid en un ejercicio de resistencia y fe.
Aquella edición quedó grabada como una de las más épicas de la historia reciente del torneo, y aunque el desenlace favoreció a las rojiblancas, el simple hecho de compartir escenario en una fase tan avanzada sigue siendo un orgullo competitivo para el Alhama.
El partido se disputará a eliminatoria única, un formato que eleva la tensión hasta el límite y que convierte cada error en potencialmente definitivo. El Alhama ha elegido el José Kubala, de césped artificial, como escenario para intentar equilibrar fuerzas. No es un detalle menor. El bote del balón, la velocidad del juego, la adaptación al terreno… todo suma cuando se trata de incomodar a un rival habituado a contextos de máxima exigencia. En Murcia se respira la sensación de que este partido puede ser algo más que un trámite para el Atlético y algo más que un premio para el Alhama.
La expectación se ha visto reforzada por la confirmación, casi a última hora, de que la Real Federación Española de Fútbol se encargará de producir el encuentro a través de RFEF TV, disponible en YouTube y accesible de manera gratuita para todos los públicos.
Una noticia celebrada por ambas aficiones y por el fútbol femenino en general, que vuelve a encontrar en la visibilidad uno de sus grandes aliados.
La Copa de la Reina se podrá vivir sin barreras, sin excusas, con la posibilidad de que cualquier espectador descubra, quizá por primera vez, la magia que encierra este torneo.
Desde el punto de vista táctico, el choque promete contrastes. El Alhama previsiblemente apostará por un bloque compacto, solidario, con líneas juntas y un plan de partido orientado a minimizar espacios y castigar cualquier relajación del rival. La experiencia de jugadoras como Estefa, el desparpajo de Javiera Toro y la fiabilidad de Elena de Toro bajo palos serán fundamentales para sostener el pulso durante los noventa minutos. Jovi García es consciente de que su equipo necesita rozar la perfección para tener opciones reales, pero también sabe que la presión recae íntegramente sobre el Atlético.
(Fuente: Liga F Moeve)
Las rojiblancas, por su parte, afrontan el duelo con la obligación implícita de imponer su jerarquía sin caer en la ansiedad. Víctor Martín deberá decidir hasta qué punto rota su once o apuesta por un bloque más reconocible que recupere automatismos y sensaciones.
El Atlético de Madrid tiene calidad de sobra para dominar el juego, pero la Copa no perdona la falta de intensidad ni la desconexión emocional. Futbolistas como Synne Jensen, con su capacidad para atacar el espacio, o el liderazgo silencioso de las veteranas del vestuario, están llamadas a marcar el ritmo de una eliminatoria que exige colmillo y temple.
(Fuente: Liga F Moeve)
Más allá de lo estrictamente deportivo, este partido es también un reflejo del momento que vive el fútbol femenino español. La convivencia entre proyectos modestos que luchan por consolidarse en la élite y clubes históricos que compiten en Europa define una liga cada vez más plural, más exigente y más atractiva. El Alhama representa la resistencia, la identidad de un club que ha sabido crecer desde la base y que no renuncia a soñar. El Atlético encarna la ambición estructural, la necesidad de responder siempre como favorito, incluso cuando las circunstancias no acompañan del todo.
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La Copa de la Reina, en ese sentido, actúa como un espejo. No entiende de dinámicas previas ni de presupuestos. Solo exige noventa minutos de verdad. Y ahí es donde el Alhama se agarra a la mística copera, a la posibilidad de escribir la página más brillante de su historia reciente. Dar la sorpresa ante un equipo Champions no es solo una hazaña deportiva; es una declaración de intenciones, un mensaje al vestuario, a la afición y a toda la Región de Murcia de que este club tiene alma y ambición.
El Atlético, mientras tanto, sabe que cada partido es una oportunidad para recomponerse, para cerrar heridas y para recordar quién es y de dónde viene. Despedir 2025 con los deberes hechos, avanzando de ronda y recuperando sensaciones, es un objetivo tan necesario como simbólico.
(Fuente: Liga F Moeve)
Mirar al 2026 con esperanza implica competir cada encuentro con la intensidad del que no se siente cómodo en la duda. Partido a partido, como dicta el mantra rojiblanco, pero sin olvidar que la Copa exige algo más: coraje, corazón y una fe inquebrantable en el escudo.
Las estadísticas, los precedentes y las clasificaciones pasarán a un segundo plano. Quedará el ruido del público, el tacto extraño del césped artificial, la tensión en cada despeje y la sensación de que cualquier detalle puede cambiarlo todo. El Alhama buscará el partido de su vida. El Atlético, la reafirmación de su jerarquía.
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🧤 Patricia Larqué – Atlético de Madrid 🧤 Adriana Nanclares – Athletic Club 🧤 Belén De Gracia – Madrid CFF pic.twitter.com/THFEF9FRqm
🟦 Este viernes 19 de diciembre de 2025, a partir de las 19:00 (hora peninsular), el C.E. Europa y el Athletic Club se enfrentarán en un duelo que promete ser épico y decisivo en los octavos de final de la Copa de la Reina Iberdrola 2025-26, un choque a vida o muerte donde cada balón, cada pase y cada disparo puede marcar la diferencia. Los espectadores podrán seguir la intensidad del encuentro en Betevé, canal catalán disponible en el dial 166 de Movistar Plus, y vivir de primera mano toda la emoción de un partido que resume pasión, historia y competencia al más alto nivel.
El C.E. Europa, club histórico catalán con profundas raíces en Gràcia, llega a este duelo con la ambición de escribir una página dorada en su historia. Tras lograr el ascenso a la Primera Federación Femenina en la temporada 2024-25, el club ha consolidado un proyecto femenino que combina juventud y experiencia, donde el talento local convive con incorporaciones estratégicas que buscan dar un golpe de autoridad en la Copa de la Reina. La plantilla ha demostrado capacidad para brillar en contextos de eliminación directa, con un rendimiento destacado en las primeras rondas del torneo, anotando 6 goles sin encajar ninguno, una señal de que cuando el escenario es de todo o nada, las jugadoras del Europa saben elevar su nivel competitivo.
En la Primera Federación Femenina 2025-26, su rendimiento ha sido más irregular, reflejando las dificultades propias de un club que busca consolidarse en la categoría. Con 3 victorias, 2 empates y 7 derrotas, y un balance de 18 goles a favor y 24 en contra, el Europa ha mostrado un ataque capaz de generar ocasiones pero con margen de mejora en defensa. Su promedio de 1,5 goles por partido indica un potencial ofensivo que puede ser letal si se combina con disciplina táctica. En liga, el Europa ha protagonizado encuentros abiertos, con un 67% de partidos en los que ambos equipos marcaron, un reflejo de partidos intensos y competitivos donde la emoción se mantiene hasta el último minuto.
El Athletic Club, por su parte, llega como uno de los referentes históricos del fútbol femenino español. Compite en la Liga F 2025-26, la máxima categoría, y mantiene un rendimiento sólido que lo posiciona en la parte alta de la tabla, consolidando su estatus de favorito en cualquier enfrentamiento de eliminación directa. La plantilla rojiblanca combina experiencia y juventud, con jugadoras capaces de definir partidos en momentos clave y un bloque defensivo sólido que garantiza consistencia en el juego. Recientemente, las leonas cerraron el año con una victoria clave ante el Madrid CFF, demostrando capacidad para mantener concentración y gestionar la presión en partidos decisivos.
Tácticamente, el choque promete un enfrentamiento de estilos complementarios y contrastantes. El Europa suele apostar por un 4-3-3 flexible, donde las laterales se incorporan al ataque generando amplitud y profundidad, mientras el mediocampo busca controlar el ritmo y generar superioridad numérica en zonas claves. La capacidad de transición rápida es uno de sus mayores activos, y será determinante para aprovechar cualquier desajuste del Athletic. Por su parte, el Athletic mantiene su 4-2-3-1 característico, con presión alta constante, transiciones verticales y superioridad en el centro del campo mediante la combinación de sus interiores y mediapunta. Su velocidad por bandas y capacidad para sorprender en segunda jugada son armas clave que pueden desnivelar el marcador en cualquier momento.
El duelo no solo se define por estadísticas y tácticas, sino también por la carga emocional que ambos equipos llevan a la cancha. Para las jugadoras del Europa, enfrentarse al Athletic es una oportunidad única para demostrar que la ambición catalana puede imponerse frente a la experiencia vasca. Para el Athletic, cada balón, cada entrada y cada decisión táctica refuerza la idea de que la Copa de la Reina Iberdrola es un torneo de eliminación directa donde solo los más concentrados sobreviven, y donde la historia del club y la tradición de excelencia pesan tanto como los goles.
el C.E. Europa, varias jugadoras destacan como piezas determinantes. La delantera central, Clara Puig, ha anotado 5 de los 18 goles del equipo en liga y es experta en movimientos de ruptura detrás de la defensa rival. Su capacidad de definición bajo presión será vital para enfrentar a la defensa rojiblanca. En el mediocampo, Laia Roca, capitana y referente táctico, es la encargada de distribuir el juego y mantener la cohesión entre defensa y ataque. Su visión y precisión en pases largos serán determinantes para romper líneas. En defensa, Marta Soler combina liderazgo y contundencia en el uno contra uno, esencial para contrarrestar la velocidad y verticalidad de las delanteras del Athletic.
El Athletic Club cuenta con figuras que pueden marcar la diferencia. La delantera Irene García, con su velocidad explosiva y capacidad de finalización, es un peligro constante para cualquier defensa. La mediocentro defensiva Maite Etxebarria actúa como escudo frente a los ataques rivales, recuperando balones y iniciando transiciones rápidas. La capitana y central Ane Goikoetxea ofrece experiencia y liderazgo, siendo fundamental para mantener la estructura defensiva frente a un Europa atrevido y dinámico.
Desde la óptica estadística, la diferencia de nivel competitivo es clara: el Athletic compite en la máxima categoría y ha mantenido un rendimiento estable que lo posiciona como favorito, mientras que el Europa, aunque menos experimentado en esta categoría, ha mostrado capacidad para elevar su nivel en situaciones de eliminación directa. Las cifras de goles, victorias y rendimiento en Copa indican que, aunque el Athletic es favorito en teoría, el partido puede ser abierto y con oportunidades para ambos equipos. La estadística refuerza la idea de que en un KO, el factor emocional y la eficacia en momentos clave pueden volcar el resultado.
El historial reciente entre ambos equipos, aunque limitado, ha mostrado intensidad y momentos de tensión que anticipan un duelo apasionante. Cada enfrentamiento previo ha servido como aprendizaje, y ahora, con un pase a los cuartos de final en juego, la presión se multiplica. Este partido es más que un choque de clubes: es un relato épico donde la ambición del Europa y la experiencia del Athletic se enfrentan, y donde cada espectador puede sentirse parte de la historia.
Desde el punto de vista del aficionado, “El Partido de Manu” encontrará en este duelo todos los ingredientes para vivirlo como si estuviera en la grada: emoción, drama, intensidad y decisiones tácticas que pueden marcar el destino de la eliminatoria. La transmisión en Betevé, disponible en el dial 166 de Movistar Plus, permitirá disfrutar de todos los matices, desde la colocación defensiva hasta las transiciones rápidas y los tiros a puerta, ofreciendo una experiencia completa y absorbente.
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Con todo preparado, el C.E. Europa vs Athletic Club de este viernes no es solo un partido; es una historia épica que se escribe en tiempo real. La Copa de la Reina Iberdrola 2025-26 encuentra en este duelo su símbolo de competitividad, emoción y espectáculo, y cada acción se convierte en un capítulo más de un relato donde el fútbol femenino español demuestra que no solo crece en calidad, sino que emociona, conmueve y atrapa. Por exigencias del calendario, la atención futbolística se centrará en estos octavos de final, sirviendo para clausurar la acción balompédica de 2025, dejando a todos los equipos, aficionados y narradores como “El Partido de Manu” listos para disfrutar de un cierre de año cargado de épica, pasión y fútbol femenino en su máxima expresión.
🏆 Copa de la Reina Iberdrola 2025-2026
🔥 C.E. Europa 🆚 Athletic Club 🔥
📅 Viernes, 19 de diciembre de 2025
⏰ 19:00 horario peninsular
✨ Octavos de final ✨
📺 Betevé (Dial 166 de Movistar Plus)
🏟️ Estadio Municipal Nou Sardenya, Barcelona
🔥 Dos partidos en la élite ha necesitado Elene Gurtubay para marcar su primer gol con el @AthleticClubFem…🔝
Hay partidos que no necesitan presentación porque la historia los anuncia antes de que ruede el balón. Encuentros que no se explican únicamente con datos, alineaciones o sistemas, sino con memoria, con legado, con todo aquello que el fútbol europeo ha ido escribiendo durante años de noches grandes. El Olympique Lyonnais–Atlético de Madrid es uno de esos duelos. Un choque que nace del peso de los escudos, de la exigencia continental y de esa sensación inevitable de estar ante un examen de máximo nivel, de esos que miden no solo el talento, sino la identidad.
Este miércoles, el Groupama Stadium se convierte en escenario de una de las grandes citas de la fase de grupos de la UEFA Women’s Champions League. Un templo moderno del fútbol femenino europeo que acoge un enfrentamiento donde el pasado glorioso y el presente competitivo se miran de frente, sin concesiones. Lyon, imperio continental, recibe a un Atlético de Madrid que viaja a Francia con la convicción de quien sabe que, en Europa, competir no es una circunstancia: es una forma de ser. El Olympique de Lyon no necesita demasiada introducción. Es el club que ha convertido la Champions en costumbre, el nombre que aparece una y otra vez cuando se habla de hegemonía, excelencia y dominio. Ocho títulos europeos sostienen su leyenda. Ocho coronas que han construido una cultura ganadora instalada en cada línea del campo, en cada gesto, en cada decisión. Lyon no solo juega la Champions: la habita. La entiende como su territorio natural. Juegan en casa, respaldadas por la autoridad que les concede el historial y por la presión inherente a quien siempre está obligado a ganar. Porque en Lyon, en Europa, no basta con competir. No basta con pasar rondas. Hay que vencer… y hay que convencer. Esa es la carga invisible que acompaña a los gigantes: la exigencia permanente de estar a la altura de su propio pasado.
Con una plantilla diseñada para dominar, el conjunto francés buscará imponer desde el primer minuto su idea de fútbol: ritmo alto, posesión sostenida, profundidad por bandas y control absoluto del tempo del partido. Lyon entiende el juego desde la iniciativa, desde la jerarquía, desde el convencimiento de que el balón y el espacio deben estar siempre bajo su control. Juegan para mandar, para someter, para recordar al continente quién ha sido y quién sigue siendo. Enfrente, sin complejos pero con respeto, estará un Atlético de Madrid que ha aprendido a sobrevivir, a resistir y a crecer en contextos hostiles. Un equipo que no llega como favorito, pero sí como bloque competitivo, incómodo y con carácter.
Un Atlético que sabe que estas noches no se juegan solo con el balón en los pies, sino con concentración, sacrificio y una fe colectiva que no se negocia. Las rojiblancas afrontan el choque conscientes de la dificultad, pero también del valor de cada punto en una fase de grupos que no concede margen para el error. El Atlético llega con la obligación de sumar, sí, pero también con la tranquilidad que da haber demostrado, una y otra vez, que puede competir ante cualquiera cuando mantiene el orden, la intensidad y la disciplina táctica. No es un equipo de fuegos artificiales: es un equipo de convicción.
El conjunto madrileño necesitará un ejercicio casi perfecto de solidez defensiva, concentración máxima durante los 90 minutos y una lectura emocional impecable del partido. Saber sufrir cuando toque, minimizar errores, gestionar los momentos de asedio y aprovechar cada transición, cada balón parado, cada metro que Lyon conceda. En noches así, el margen es mínimo. Pero existe. Y el Atlético vive de hacerlo visible. En el centro del relato aparece también el talento joven y descarado de futbolistas como Fiamma Benítez, llamada a ser uno de los nombres propios del futuro rojiblanco, símbolo de una nueva generación que no entiende de complejos cuando pisa escenarios grandes. Junto a ella, la experiencia de un bloque que ya ha respirado el aire denso de Europa, que ha vivido eliminatorias, grupos exigentes y estadios que aprietan. El Atlético no viene a intercambiar golpes. Viene a competir desde su identidad. A mantenerse en pie cuando el partido se incline. A recordar que hay encuentros que no se ganan en el minuto 10, sino en el 80. Que hay noches que se sostienen desde la cabeza, desde el orden y desde la creencia.
Este Lyon–Atlético no es solo un duelo entre un gigante histórico y un aspirante resistente. Es un choque entre la hegemonía y la rebeldía, entre la obligación de ganar y la ambición de creer. Un partido donde el marcador dirá mucho, pero donde el mensaje competitivo dirá aún más. Porque Europa también observa quién compite cuando el contexto es adverso.
El estadio apretará. La Champions mirará. Y en medio, 22 futbolistas disputarán algo más que tres puntos: disputarán respeto, identidad y futuro continental. Porque la UEFA Women’s Champions League no espera y el Atlético de Madrid lo sabe.
(Fuente: Disney Plus)
Era difícil, complejo por demás e incluso utópico. El Atlético de Madrid viajaba a Francia tras empatar (2-2) en Ipurúa frente a la Sociedad Deportiva Eibar y después de haber firmado otro empate idéntico ante el Bayern de Múnich en Alcalá de Henares, en una noche europea marcada por el gol descomunal de Fiamma Benítez que, más allá del resultado inmediato, dejaba al conjunto rojiblanco con una ventaja de diez goles sobre el Vålerenga.
Un colchón que convertía el acceso a la ronda de playoffs —eso sí, como no cabeza de serie— en un escenario prácticamente garantizado. Solo una hecatombe absoluta del Bayern ante las nórdicas podría privar a Víctor Martín de escribir una página inédita en la historia del Atlético de Madrid Femenino. Y el técnico no falló. No por brillantez extrema, sino por algo más valioso: coherencia, orden y lectura del contexto. Historia escrita desde la resistencia.
Porque el Atlético atraviesa, al mismo tiempo, una etapa compleja tanto en la Liga F Moeve como en la UEFA Women’s Champions League. A la espera de iniciar su camino en la Copa de la Reina frente al Alhama, el panorama doméstico es incómodo: cuartas en Liga con 26 puntos, a uno del Tenerife y ya a cuatro de una Real Sociedad que empieza a marcar distancia en la lucha por los puestos de Champions. Dos empates y una derrota en las últimas tres jornadas, sin conocer la victoria liguera desde el 16 de noviembre, cuando superó por 2-0 al Levante Badalona. Un Atlético que compite, pero que no termina de despegar.
Hay clubes que llegan a Europa con la convicción de conquistarla desde el primer día. Presupuestos blindados, estructuras cerradas, una sensación de inevitabilidad histórica. Para ellos, la Champions es una extensión natural de su hegemonía doméstica. Y luego están los otros. Los que entran con respeto. Con cautela. Con la conciencia de que cada paso puede dejar cicatriz. El Atlético de Madrid Femenino pertenece, desde siempre, a este segundo grupo.
Su historia europea no es la de un gigante que impone su ley, sino la de un club que ha aprendido a sobrevivir en un escenario que nunca estuvo pensado para él. Un equipo que ha chocado repetidamente contra sus propios límites, que ha conocido avances modestos y silencios prolongados, y que, aun así, siempre ha regresado. Porque si algo define al Atlético en Europa no es la gloria: es la insistencia. No es el brillo: es la resistencia. La fe obstinada en seguir compitiendo incluso cuando el contexto parecía invitar a la retirada.
La línea cronológica que acompaña este relato —temporadas, rondas, ausencias— no es un simple resumen estadístico. Es una radiografía emocional del vínculo entre el Atlético de Madrid Femenino y la Champions. En la 2015/16, alcanzar los octavos de final era casi una experiencia exótica, un territorio desconocido que se pisaba con curiosidad y prudencia. No hubo épica, pero sí una semilla: la certeza de que se podía competir fuera de casa.
La 2016/17 trajo el primer golpe serio de realidad: no clasificarse para Europa fue entender que el crecimiento no es lineal, que el éxito doméstico no garantiza continuidad continental. En la 2017/18, el regreso desde los dieciseisavos confirmó que Europa no espera a nadie. Volver significaba empezar de nuevo, sin privilegios, sin memoria acumulada.
A partir de ahí, llegó una consolidación frágil, siempre con un techo visible. En la 2018/19, los octavos volvieron a ser frontera. El Atlético ya era campeón en España, ya tenía nombre y respeto, pero Europa seguía marcando distancias. La 2019/20 fue, para muchos, el punto más alto de aquella primera etapa: cuartos de final, entre los ocho mejores, cayendo ante gigantes, pero dejando de parecer pequeño.
Aquella campaña tuvo algo peligroso: la sensación de que el siguiente paso era inevitable. La 2020/21 se encargó de desmontar esa ilusión. Otra eliminación en octavos, otro recordatorio de que Europa ya no sorprendía, ahora exigía. Y el Atlético no supo dar el salto.
Después llegó el desierto. Tres temporadas consecutivas sin Champions (2021/22, 2022/23 y 2023/24). Tres años sin himno, sin viajes, sin noches que midieran el nivel real del equipo. Desaparecer del mapa continental significó perder visibilidad y atractivo, pero también ofreció algo poco valorado: tiempo para reconstruir sin la presión constante del resultado europeo.
El regreso en la 2024/25 fue humilde, desde la Ronda 1, sin discursos grandilocuentes, con un único objetivo: volver a competir. Volver a sentirse parte del ecosistema europeo.
Y así se entiende el presente. La temporada 2025/26 resignifica todo lo anterior. El Atlético de Madrid Femenino es hoy undécimo con siete puntos en la clasificación de la UEFA Women’s Champions League, en zona de playoff y virtualmente clasificado. No es un regalo del sorteo ni una anomalía estadística. Es el resultado de años de golpes, ausencias y aprendizaje. Para quedar fuera haría falta un escenario casi apocalíptico: una derrota muy abultada ante el Olympique de Lyon en Francia, combinada con una victoria del Vålerenga en Múnich frente al Bayern, neutralizando además una ventaja de diez goles. No basta con perder. Hace falta una catástrofe perfectamente alineada.
La clave de este momento no está en un fútbol deslumbrante ni en una superioridad técnica evidente. Este Atlético no es el más brillante, pero ha aprendido algo esencial: entender Europa. Gestionar ritmos. Cerrar partidos. Minimizar errores. Competir desde el orden cuando el talento no alcanza. En la Champions no siempre gana quien más propone, sino quien menos se equivoca. Y este equipo, a diferencia de otras etapas, muestra madurez competitiva, colmillo y oficio.
Por eso, esta clasificación es algo más que un dato. Estar undécimo, con siete puntos y virtualmente en la siguiente ronda, no es el final del camino europeo del Atlético de Madrid Femenino. Es el inicio de algo más profundo: la normalización. La idea de que estar en Europa deje de ser una excepción heroica y se convierta en una presencia sostenida.
Europa no se conquista soñándola. Se conquista atravesándola, pagando cada peaje, cada derrota, cada ausencia. El Atlético ha sangrado en Europa, ha desaparecido de ella y ha regresado desde abajo. Hoy no celebra con euforia, sino con respeto. Porque ha aprendido que lo difícil no es llegar, sino quedarse. Y porque, por primera vez en mucho tiempo, el Atlético de Madrid Femenino ya no parece un invitado ocasional en el gran salón europeo, sino un equipo que ha aprendido el idioma, las reglas no escritas y la crudeza de la competición. Un equipo que no promete conquistas inmediatas, pero que ha decidido algo mucho más valioso: no rendirse jamás y seguir estando ahí.
Hay derrotas que se recuerdan solo por los números. Y hay derrotas que, paradójicamente, son victorias disfrazadas, lecciones grabadas en la memoria, relatos que se convierten en epopeya antes de que el pitido final las liquide con una cifra fría. La derrota del Atlético de Madrid Femenino en Lyon, un 4-0 incontestable en el marcador, pertenece a esa segunda categoría. Lo que sucedió en el Groupama Stadium no fue un simple partido, fue la demostración palpable de que, bajo la dirección de Víctor Martín, este Atlético ha vuelto a ser un equipo grande en Europa tras años de ausencia del podio liguero que da acceso a la previa continental, años de reconstrucción, de paciencia, de trabajo silencioso que ahora se traduce en presencia, respeto y proyección internacional. Lo que se vivió aquella noche fue un choque de epopeyas: el gigante francés del Olympique Lyonnais contra un Atlético que, pese a la derrota, se consagró en su retorno a la élite continental.
El Atlético de Madrid llegó al Groupama Stadium con la mezcla de respeto, ambición y hambre que solo un equipo que ha pasado años reconstruyéndose puede mostrar. Durante demasiado tiempo, el club rojiblanco había visto cómo sus aspiraciones europeas se quedaban fuera del podio liguero, sin siquiera alcanzar la previa de la máxima competición continental, mientras otros ocupaban su lugar y recogían los frutos de un pasado glorioso que parecía lejano. Pero aquel miércoles, de la mano de Víctor Martín, Viti, todo eso pertenecía al pasado. El Atlético no viajaba a Lyon a aprender ni a sobrevivir; viajaba a demostrar que había vuelto a ser un equipo grande en Europa, que cada jugadora, cada decisión y cada entrenamiento eran parte de un proyecto que había recuperado identidad, carácter y ambición.
(Fuente: “El Partido de Manu”)
El partido comenzó con la sensación de que cualquier detalle podía alterar la narrativa de la noche. Apenas arrancó el balón, Lauren Leal apareció en el corazón del área francesa con la determinación de quien sabe que los primeros minutos son un territorio decisivo. Su cabezazo fue limpio, potente, preciso, y el poste detuvo un gol que habría cambiado la atmósfera, que habría otorgado al Atlético la ventaja temprana y la confianza para desafiar de manera definitiva al gigante europeo. Ese toque seco contra la madera resonó como un recordatorio de que aquel equipo no había viajado a Lyon a rendirse, sino a plantarse y competir.
La presión inicial del Atlético mostraba que el proyecto de Viti funcionaba, que las jugadoras entendían su rol y que el espíritu competitivo estaba intacto, incluso frente a la mejor estructura del fútbol femenino continental.
Pero el Olympique Lyonnais no es un equipo cualquiera; es un engranaje que aprende de cada segundo, un organismo que impone jerarquía desde la técnica, la táctica y la experiencia.
Poco a poco, comenzó a inclinar el campo, a dominar los tiempos y a convertir cada acción en un desafío. Sin embargo, la primera mitad estuvo marcada por un nombre: Lola Gallardo. La guardameta sevillana se convirtió en el muro rojiblanco, en el escudo frente a la presión francesa. Cada parada era un acto de heroísmo, un mensaje a sus compañeras: “Podemos resistir, podemos competir, podemos soñar”. Y el Atlético, con cada intervención de su portera, sentía que la clasificación y la dignidad no estaban en riesgo, aunque el marcador aún no reflejara justicia.
Tras un primer aviso de Hegerberg que atrapó Lola Gallardo, las de Giráldez se crecieron un tuvieron esa dosis de fortuna que suele acompañar a los transatlánticos de este fútbol femenino.
La tragedia futbolística, como suele ocurrir, llegó de manera fortuita y brutal. En el minuto 31 se produjo un centro desde la derecha buscaba simplemente la presencia en el área, pero Vilde Boe Risa, intentando despejar, desvió el balón hacia su propia portería y abrió la lata con el 1–0 para el Lyon.
31' : BUUUUUUUT !!!
Beau travail de Kadidiatou Diani à droite qui centre et son ballon est dévié par Boe Risa dans son propre but !
El Atlético, a pesar de su trabajo, veía cómo el marcador le era adverso sin haber sido inferior, un golpe psicológico y táctico que podría haber derrumbado a cualquier equipo menos a uno construido para resistir. Pero cinco minutos después, una acción aún más determinante cambió la dinámica de la noche: un contragolpe rojiblanco derivó en una pugna en los últimos metros con Bacha, y la brasileña Luany fue expulsada con roja directa por un tirón de cabello que la colegiada interpretó como agresión. Luany, incrédula, intentó explicar que fue un accidente, que el cabello se enredó en su brazo, pero el veredicto era inapelable.
Con diez jugadoras, frente al ocho campeón de Europa, el Atlético entraba en un territorio desconocido de resistencia pura, donde la dignidad, la disciplina y la fe eran más importantes que cualquier resultado inmediato.
El primer tiempo continuó con el Atlético replegado, defendiendo con orden, intentando cada salida, cada contragolpe, con inteligencia y paciencia. Lola Gallardo seguía siendo un muro infranqueable, y Endler, al otro lado, apenas necesitaba intervenir, un reflejo de que el Atlético, incluso con diez, mantenía su estructura. El descanso llegó con 1-0, con cuarenta y cinco minutos por delante y con otra noticia alentadora: desde Múnich, el Bayern se imponía con claridad al Vålerenga, asegurando que la clasificación del Atlético para la siguiente ronda no corría peligro.
Ese dato permitió al equipo afrontar la segunda mitad con una mezcla de cálculo y ambición: sobrevivir, competir, preservar piernas y mentalidad para las fases que de verdad importaban.
La segunda mitad arrancó con un nuevo golpe. Una acción en el área rojiblanca fue revisada por el VAR, y el penalti señalado fue ejecutado sin fallo por Wendie Renard en el minuto 52 para poner el 2–0 en el marcador.
Apenas un minuto después, Kadidiatou Diani hizo de las suyas y selló el 3–0 con un disparo potente tras una carrera imparable, un mazazo emocional y deportivo que parecía definitivo.
53' : KADYYYYYYYY !!!!!
Centre de Tarciane pour notre Française qui reprend parfaitement et ça fait 3 à 0. 🔥
El Atlético estaba en inferioridad numérica, exhausto, y el Lyon demostraba por qué sigue siendo uno de los clubes más dominantes del fútbol femenino europeo. Sin embargo, ni la adversidad ni el marcador pudieron quebrar al equipo rojiblanco.
Viti gestionó la situación con la calma de un estratega: el objetivo no era la remontada inmediata, sino mantener la estructura, proteger a las jugadoras y preparar el terreno para lo que realmente importaba: la historia.
Pasada la hora de juego, el técnico rojiblanco introdujo a Alexia, Ana Vitória y Amaiur Sarriegui en lugar de Maca, Jensen y Vilde, buscando energía fresca y equilibrio táctico.
(Fuente: Liga F Moeve)
El objetivo ya no era cambiar el resultado, sino competir con dignidad, mantener la cohesión y cerrar la noche sin rupturas que pudieran afectar el futuro del equipo en la competición. Era el minuto 71 y Schrader firmó el 4-0 que redondeaba la goleada el para Lyon, un resultado que, aunque abultado, no reflejaba el espíritu ni el valor del Atlético en la noche europea. Incluso Rosa Otermín y Xénia Pérez tuvieron minutos, símbolo de la proyección y profundidad del club rojiblanco, que piensa en el presente y en el futuro sin renunciar a la grandeza.
71' : YES KORBIN !!!
Magnifique frappe lointaine de Korbin Shrader qui surprend Gallardo ! 😱
El pitido final no trajo lágrimas, sino certezas. El Atlético estaba clasificado, seis años después de su última eliminatoria avanzada en la Champions, tras un periodo de reconstrucción donde ni siquiera acceder al podio liguero que da paso a la previa continental parecía posible.
Este regreso no era casualidad: era el resultado de un proyecto sólido, de paciencia, trabajo, visión y liderazgo. Este Atlético ha vuelto a ser un equipo grande en Europa, capaz de competir entre los mejores, de sostenerse ante el poderío de un gigante como Lyon y de proyectarse hacia retos aún mayores.
El camino que llevó a esta noche comenzó en la previa angustiosa ante el Häcken, que puso al equipo al límite y que se resolvió en el último suspiro gracias a Luany y Jensen. Continuó con aquel empate heroico ante el Bayern (2-2) que selló virtualmente la clasificación. Y concluyó en Lyon, donde, pese al marcador adverso, el Atlético demostró que no es un invitado: es un contendiente.
Un equipo capaz de competir sin complejos, con identidad, carácter y ambición, que ha recuperado su estatus y su historia.
El siguiente rival en Europa será el Arsenal o el Manchester United, dos gigantes que imponen respeto, pero que encontrarán ante sí a un Atlético que ha vuelto a demostrar que puede enfrentarse a cualquiera.
El Lyon, mientras tanto, sumó tres puntos más para cerrar la fase con 16 unidades y asegurarse la segunda posición y el acceso directo a cuartos de final.
El Atlético, sin embargo, ganó algo más profundo: recuperó estatus, respeto y grandeza, y sobre todo, recuperó la sensación de pertenencia en la élite europea.
(Fuente: UEFA)
Aquella noche en Lyon, con el estadio negro, con la derrota en el marcador y con el corazón rojiblanco intacto, las jugadoras del Atlético de Madrid escribieron un capítulo que ya forma parte de la historia del club. Porque volver a Europa, competir, resistir y clasificarse después de años sin podio liguero, después de años sin apenas presencia continental, es mucho más que un resultado. Es un triunfo de identidad, un regreso a la grandeza, un testimonio de que este equipo ya no es un recuerdo del pasado, sino un presente poderoso, competitivo y preparado para seguir escribiendo su historia en el continente.
El Atlético ha vuelto. El Atlético ha renacido. El Atlético ha entrado en la historia. Y nada ni nadie podrá borrar la grandeza de esta noche, porque la derrota ante Lyon no es fracaso: es consolidación, es ascenso, es épica.
(Fuente: UEFA)
Este Atlético, de la mano de Viti, ya no se mide por derrotas ni victorias: se mide por su capacidad de volver a ser grande en Europa, de competir con dignidad, de desafiar gigantes y de mantener viva la llama del sueño rojiblanco, que vuelve a brillar con luz propia en el continente.
Olympique Lyonnes: Endler; Tarciane (Sombath, m. 60), Renard, Engel, Bacha; Dumornay (Benyahia, m. 74), Egurrolla, Heaps (Shrader, m. 60); Diani (Brandt, m. 71), Hegerberg (Katoto, m. 60) y Chawinga
Atlético de Madrid: Lola Gallardo; Carmen Menayo, Lauren, Silvia Lloris (Xènia, m. 83), Andrea; Luany, Boe Risa (Ana Vitoria, m. 66), Júlia Bartel, Macarena Portales (Alexia, m. 66); Fiamma; Jensen (Amaiur, m. 66).
Árbitra: Ivana Projkovska (Macedonia). Expulso con tarjeta roja directa a Luany, del Atlético de Madrid, en el minuto 37. Amonestó con tarjeta amarilla a la local Tarciane (m. 13).
Incidencias: Partido correspondiente a la sexta fecha de la Liga de Campeones Femenina 2025-2026 que han disputado el O. Lyonnes y el Atlético de Madrid en el Groupama Stadium sobre una superficie de hierba natural.
🟨 Disney+ retransmitirá en directo el sorteo de la fase eliminatoria de la UEFA Women’s Champions League 2025/26 mañana, jueves 18 de diciembre, permitiendo a los aficionados la oportunidad de ver cómo los mejores clubes de Europa descubren sus próximos desafíos.
La UEFA Women’s Champions League 2025/2026 entra en su territorio sagrado: Disney+ abre en directo la puerta al sorteo que marcará el destino de Europa.
Hay días en el calendario del fútbol que no se juegan sobre el césped, pero pesan como finales. Días en los que no hay goles, ni paradas imposibles, ni celebraciones frente a la grada, pero sí decisiones, cruces, caminos y destinos. Lo Días que dibujan la historia antes de que empiece a escribirse con botas, camisetas y sudor.
Este jueves, 18 de diciembre de 2025, a las 13:00 horas (hora española), desde Nyon (Suiza), el fútbol femenino europeo vivirá uno de esos momentos. Un instante detenido en el tiempo.
Un ritual casi sagrado. El sorteo de la fase eliminatoria de la UEFA Women’s Champions League 2025/26, retransmitido en directo por Disney+, marcará el rumbo definitivo de la competición más prestigiosa del continente.
Será el momento en el que los mejores clubes de Europa —los gigantes históricos, los proyectos emergentes, las potencias consolidadas y los aspirantes hambrientos— descubran su próximo desafío. El instante exacto en el que el sueño se hace concreto. El punto donde la teoría se transforma en camino.
Porque a partir de aquí, ya no hay vuelta atrás.
Nyon no es un estadio. No hay gradas, ni cánticos, ni mosaicos. Pero pocas salas han decidido tanto la historia del fútbol europeo como la sede de la UEFA a orillas del lago Lemán.
Desde allí se han trazado las rutas hacia finales inolvidables, se han cruzado dinastías antes de tiempo, se han abierto oportunidades históricas y se han cerrado caminos de forma abrupta. Allí se dibujan los cuadros que luego incendian Europa.
Este jueves, esa sala volverá a ser protagonista. A las 13:00h, las bolas empezarán a girar. Los nombres se cruzarán. Los silencios pesarán más que los aplausos.
Y millones de aficionados, conectados en directo a través de Disney+, asistirán a un momento que ya forma parte del espectáculo global del fútbol femenino.
retransmisión en directo del sorteo en Disney+ no es un detalle menor. Es un símbolo. Una declaración de intenciones.
La UEFA Women’s Champions League ya no es un torneo de nicho. Es un producto global, una competición que reclama su lugar en el centro del escenario, con producción, narrativa y alcance mundial.
Disney+, como parte de todas sus suscripciones existentes, permitirá que aficionados de toda Europa y del mundo vean en directo cómo se construye el futuro inmediato del torneo. Un gesto que confirma que el fútbol femenino no solo se juega: se cuenta, se celebra y se comparte en prime time.
Porque hoy en día , el sorteo también es espectáculo.
edición 2025/26 de la UEFA Women’s Champions League ha supuesto un punto de inflexión estructural. La introducción de una fase de liga inaugural, con un formato más exigente, más largo y más competitivo, ha elevado el nivel del torneo desde el primer día.
Ya no hay margen para empezar despacio. Ya no existen partidos de transición. Cada punto cuenta. Cada jornada pesa.
Este miércoles concluye esa fase de liga, dejando un mapa claro, jerarquizado y ferozmente competitivo.
Solo cuatro equipos han logrado el privilegio máximo: evitar el play-off y acceder directamente a los cuartos de final.
Un premio reservado a la excelencia sostenida. A la regularidad. A la autoridad.
Ser uno de los cuatro primeros significa algo más que descanso competitivo: significa estatus, respeto y ventaja estratégica.
Son los equipos que han demostrado estar preparados para luchar por todo. Los que han sobrevivido al desgaste. Los que llegan a febrero con el pulso firme.
Para los otros ocho clasificados, el camino será más largo. Más peligroso. Más emocional.
Los equipos que finalicen entre la quinta y la duodécima posición deberán disputar un play-off a doble partido, una eliminatoria sin red, con ida y vuelta, donde cada error se paga y cada acierto se recuerda.
Ahí no hay margen para especular. Ahí se entra sabiendo que solo ocho seguirán vivos.
El play-off es la frontera entre la ilusión y la caída. Entre febrero y el olvido. Entre la historia y la estadística.
Algunos gigantes ya están confirmados en la fase eliminatoria, ya sea con billete directo a cuartos o con presencia asegurada en el play-off.
Nombres que pesan. Escudos que imponen. Historias que no necesitan presentación.
El Fútbol Club Barcelona es el referente absoluto del fútbol femenino europeo en la última década. El equipo que ha redefinido el estándar. El modelo que todos persiguen.
El Barça llega una vez más como favorito natural, con una identidad reconocible, una plantilla repleta de talento diferencial y la experiencia de quien sabe cómo se ganan este tipo de partidos.
Europa siempre mira al Barcelona y el F.C. Bayern de Múnich es el campeón alemán, sólido competitivo y estructurado Un equipo que ha aprendido a sufrir, a resistir y a crecer en Europa.
El Bayern representa el poder de la Bundesliga femenina: físico, disciplina, ritmo alto y ambición constante. Un rival que nadie quiere cruzarse cuando la eliminatoria se vuelve áspera.
Hablar del Olympique de Lyon es hablar de la historia misma de la competición. El club más laureado. La dinastía. El ADN europeo.
Aunque el torneo haya evolucionado y el contexto sea más competitivo que nunca, Lyon sigue siendo Lyon. Y en las noches de eliminatoria, su camiseta pesa como pocas.
crecimiento del United en Europa ya no es promesa: es realidad. Un proyecto que ha madurado, que compite y que ha aprendido a mirar de frente a las grandes potencias.
La Women’s Champions League también es el escenario donde el fútbol inglés busca consolidar su hegemonía emergente. Y el United quiere ser protagonista.
El Wolfsburgo es otro nombre imprescindible en cualquier relato europeo. Finales, semifinales, eliminatorias épicas.
Wolfsburg es sinónimo de experiencia, competitividad y capacidad para elevar su nivel cuando llega febrero. Un rival incómodo, siempre peligroso, siempre preparado.
La fase eliminatoria arrancará en febrero, con dos semanas que ya están marcadas en rojo en el calendario del fútbol femenino. • 11 y 12 de febrero • 18 y 19 de febrero
Serán los días del play-off. Las noches de ida y vuelta. Los viajes, las remontadas, los goles fuera de casa, las decisiones arbitrales, los silencios tensos y los abrazos finales.
Ahí se decidirá quién entra en el club de los ocho mejores de Europa.
Y todo, en directo en Disney+.
Superado el play-off, llegará el momento de los cuartos de final, la frontera donde la Champions se convierte en obsesión. • 24 y 25 de marzo – partidos de ida • 1 y 2 de abril – partidos de vuelta
Aquí ya no hay sorpresas pequeñas. Aquí solo quedan clubes preparados para soportar la presión máxima. Aquí cada detalle decide.
Los cuartos de final son el escenario donde se forjan las leyendas. Donde una parada puede valer una semifinal. Donde un gol en el minuto 89 puede cambiar la historia de un club.
UEFA Women’s Champions League 2025/26 es más que un torneo. Es un reflejo del momento que vive el fútbol femenino europeo.
Más inversión. Más profesionalización. Más audiencias. Más exigencia.
Cada partido es un escaparate. Cada eliminatoria, un examen. Cada retransmisión, una oportunidad de crecer.
Disney+ no solo emite partidos: emite relatos, construye contexto, acerca a nuevas audiencias y consolida la Champions femenina como un producto cultural y deportivo de primer nivel.
Antes de que ruede el balón en febrero, el sorteo ya es un partido en sí mismo.
Un cruce puede cambiar la temporada. Un emparejamiento puede adelantar una final. Una bola puede abrir un camino o cerrarlo de golpe.
Los entrenadores mirarán pantallas. Las jugadoras seguirán el directo desde concentraciones y domicilios. Los aficionados soñarán, temerán, imaginarán.
Porque en ese momento, todo es posible.
Este jueves, durante unos minutos, el fútbol femenino europeo se detendrá.
Nyon hablará, Disney+ lo contará. Y el camino hacia la gloria quedará trazado.
Luego vendrán los partidos. Las noches largas. Las eliminatorias que se deciden por detalles mínimos.
Pero todo empieza aquí. Con un sorteo. Con una sala en Suiza. Con Europa mirando al mismo punto.
La UEFA Women’s Champions League no promete certezas. Promete emociones.
Y en esta edición 2025/26, el torneo ha demostrado que ya no hay atajos. Que Europa es un territorio salvaje. Que ganar exige algo más que talento.
Este jueves se escribe el índice de los próximos capítulos.
El resto, como siempre, lo decidirá el fútbol y en Europa hay fútbol femenino de verdad, con mayúsculas .
Los Clubes de Liga F Moeve han celebrado este miércoles su Asamblea General Ordinaria y Extraordinaria, en la que se han aprobado, por una amplísima mayoría, las cuentas anuales correspondientes a la temporada 2024/2025. La aprobación refleja el elevado grado de consenso existente y la confianza de los Clubes en la gestión económica que se viene desarrollando desde la Asociación.
Estas cuentas consolidan un reparto económico de 17 millones de euros entre los clubes en el pasado ejercicio, reafirmando el compromiso de Liga F con un modelo de crecimiento sostenible, orientado a reforzar la estabilidad financiera de las entidades y a seguir impulsando el desarrollo estructural del fútbol profesional femenino. Año tras año, la competición ha incrementado los recursos destinados a los Clubes, favoreciendo la sostenibilidad de sus presupuestos y una planificación sólida a medio y largo plazo
La Liga F Moeve continúa evolucionando hacia un producto que mejora de forma constante una competición cada vez más atractiva y competitiva. La pasada temporada alcanzó una audiencia acumulada de 6,7 millones de espectadores, lo que supone un crecimiento cercano al 90% respecto a la temporada anterior, duplicando prácticamente los registros previos.
Estos datos confirman un crecimiento de audiencias equilibrado y una tendencia positiva en la temporada 2025/2026 que, tras la disputa de 13 jornadas, los datos ya reflejan un incremento del 9% en televisiones autonómicas, del 10% en DAZN España y del 13% en DAZN internacional, lo que evidencia un crecimiento sostenido tanto dentro como fuera de España, consolidando el posicionamiento internacional de la Primera División Femenina.
En la misma línea, también se constata una evolución positiva de la experiencia presencial, con un crecimiento del 18% en la asistencia a los estadios en comparación con el mismo tramo de la temporada anterior, confirmando la importancia de mantener como tendencia al alza el mayor interés del público por vivir la competición en directo.
En el entorno digital, Liga F se ha situado como primera liga europea en ratio de fan-engagement, superando los 900.000 seguidores, con más de 89 millones de impresiones y 190 millones de visualizaciones, lo que supone un crecimiento del 62% respecto a la campaña anterior. Esta fortaleza digital se consolida como una palanca clave para la visibilidad de los Clubes, el valor de marca de la competición y la atracción de patrocinadores y nuevas audiencias.
Como colofón, se puso en valor el posicionamiento institucional de Liga F en el ámbito internacional, con una participación cada vez más activa en asociaciones como el World Leagues Forum y European Leagues.
📲 Liga F ya registra más de 900.000 seguidores y cerró la pasada campaña con 89 millones de impresiones y 190 millones de visualizaciones, registrando un crecimiento del 62%. #LigaFpic.twitter.com/RzjOmnUN1Q
Más allá del crecimiento, Liga F comienza a consolidarse como referente. En los últimos meses, ligas e instituciones de países como China, Portugal, Turquía, Italia, Francia, Alemania, así como la Federación Paulista, se han acercado a Liga F para conocer su estructura y solicitar intercambios de formación y asesoramiento, interesados en su modelo de desarrollo .
El comunicado de la patronal que preside Beatriz Álvarez Mesa, con maestría, deja muy a las claras que el fútbol femenino sí importa y cada vez resultado más atractivo, a pesar de quien hay quien insiste en negar la evidencia.
📊 Datos de cierre del año de Liga F
🖥️ Una competición en constante crecimiento que tuvo una audiencia acumulada de 6,7 millones de espectadores en la temporada 24/25, lo que supone un crecimiento del 90% respecto a la anterior. pic.twitter.com/Wc2tYW5tSw
🟨 Hay entrenadores que ganan partidos. Hay otros que ganan tiempo. Y hay muy pocos que ganan memoria. Víctor Martín —Viti para el fútbol— pertenece a esta última estirpe. La de los técnicos que no solo ordenan equipos, sino que dejan huella, cicatriz y relato. Desde su regreso a España para reconstruir al Madrid CFF hasta su actual travesía al frente del Atlético de Madrid Femenino, con un 57 % de victorias como cifra que resume pero no explica, Viti ha levantado un ideario futbolístico basado en la valentía, el rigor y la creencia radical en que ningún gigante es invencible si el plan es perfecto y el alma acompaña.
Víctor Martín volvió a España con una maleta cargada de aprendizaje y una idea muy clara: el fútbol femenino no necesitaba salvadores, necesitaba entrenadores con método, con discurso y con el coraje suficiente para mirar a los ojos a cualquiera. El Madrid CFF fue su punto de partida, el laboratorio donde esa idea empezó a tomar forma definitiva. No era un proyecto cómodo ni protegido. Era un club acostumbrado a competir desde la trinchera, a sobrevivir en una liga cada vez más desigual, a construir identidad en medio del ruido. Y ahí, precisamente ahí, Viti encontró el terreno fértil para demostrar que el fútbol no entiende solo de presupuestos, sino de convicciones.
Su nombre no necesitaba fuegos artificiales porque su currículum hablaba en un idioma que los despachos entienden y los vestuarios respetan: trabajo, conocimiento y coherencia.
El Madrid CFF fue su punto de anclaje. Un club que no vive de la nostalgia ni del presupuesto, sino de la supervivencia diaria, del ingenio y del orgullo competitivo. Allí no había margen para el error ni para el romanticismo vacío. Cada punto contaba. Cada partido era una final. Y en ese contexto áspero, exigente, profundamente honesto, Víctor Martín encontró el escenario ideal para desarrollar una idea de fútbol que no se negocia: competir siempre, contra cualquiera, desde la inteligencia y la valentía.
Su Madrid CFF no era un equipo reactivo. No esperaba acontecimientos. Los provocaba dentro de sus posibilidades. Defendía junto, atacaba con intención y, sobre todo, sabía exactamente quién era. Viti entendió desde el primer día que el verdadero lujo para un equipo humilde no es fichar estrellas, sino tener una identidad clara. Y eso fue lo primero que construyó. Una identidad reconocible incluso para el rival. Un equipo incómodo, intenso, tácticamente trabajado, emocionalmente preparado.
Semana tras semana, el Madrid CFF fue creciendo. No siempre ganaba, pero siempre competía. No siempre dominaba, pero siempre sabía qué hacer cuando no dominaba. Viti convirtió a su equipo en una amenaza silenciosa. En uno de esos rivales que obligan a preparar el partido con respeto. Y el fútbol, que suele premiar la coherencia tarde o temprano, le tenía reservada una noche para la eternidad.
Fuenlabrada. El lugar donde el tiempo se detuvo. El FC Barcelona llegaba con 719 días sin perder. Más de un año y medio de hegemonía absoluta. Un equipo que no solo ganaba, sino que dictaba las reglas del juego, que imponía su ley desde el primer minuto, que parecía invulnerable. En la previa, el relato estaba escrito: el Barcelona visitaba al Madrid CFF para seguir ampliando su leyenda. Pero Víctor Martín había escrito otro guión
Aquel partido no se improvisó. Se diseñó. Se construyó en la pizarra, en la sala de vídeo, en cada entrenamiento previo. Viti entendió que para competir contra el Barcelona no bastaba con defender bien; había que saber cuándo y cómo atacar. Ajustó alturas, compactó líneas, cerró pasillos interiores y aceptó que habría fases largas de sufrimiento. Pero ese sufrimiento no era resignación, era parte del plan.
El Madrid CFF defendió con orden, con disciplina, con una concentración feroz. Cada duelo era una final dentro del partido. Cada basculación, un acto de fe colectiva. Y cuando el balón cambiaba de dueño, el equipo no se desprendía de él por miedo. Salía. Atacaba. Corría con sentido. Golpeaba cuando el gigante dudaba.
Y entonces apareció Rachael Kundananji. Potencia pura. Hambre desbordada. Dos goles. Dos latigazos que quebraron una racha histórica. El 2-1 final no fue una anécdota estadística. Fue una obra de autor. Fue la demostración de que incluso los imperios caen cuando el rival cree más que ellos.
El Barcelona perdió tras 519 días. Y el fútbol femenino español ganó una certeza: el trabajo bien hecho todavía puede derribar muros.
Aquel día, Víctor Martín dejó de ser solo un buen entrenador para convertirse en un nombre propio del campeonato. No por la sorpresa, sino por la manera. Porque nadie habló de fortuna ni de accidente. Se habló de plan. De lectura del partido. De ejecución. Se habló de entrenador.
Ese partido fue una frontera. Un antes y un después. No solo para el Madrid CFF, sino para la carrera de Viti. Porque el fútbol, aunque a veces tarde, reconoce a quienes se atreven. Y el Atlético de Madrid llamó.
El Atlético no buscaba un revolucionario sin red. Buscaba un constructor. Un técnico capaz de recoger una herencia pesada —años de títulos, de exigencia, de identidad ganadora— y transformarla sin romperla. Un entrenador que entendiera que el Atlético Femenino no necesitaba volver al pasado, sino encontrar una nueva manera de competir en el presente. Víctor Martín era ese perfil.
(Fuente: RFEF)
Su llegada no fue un golpe de efecto mediático. Fue una apuesta de fondo. Y desde el primer día, el Atlético empezó a parecerse a su entrenador. Un equipo intenso, organizado, flexible. Capaz de adaptarse a distintos contextos sin perder el alma. Capaz de competir contra cualquiera sin renunciar a sí mismo.
La Copa de la Reina fue el primer gran termómetro. La final en Huesca ante el Barcelona no se ganó, pero se jugó. Y eso, en el contexto actual, es una declaración enorme. El Atlético no fue un espectador privilegiado. Fue un rival real. Hubo fases de dominio, momentos de valentía, tramos de fútbol en los que las colchoneras miraron al Barça de tú a tú. No fue una final asumida como destino inevitable. Fue una final disputada desde la convicción.
Aquella final no dejó un título, pero dejó algo igual de valioso: autoestima competitiva. La sensación de que el Atlético podía volver a sentarse en la mesa de los grandes sin complejos. Y esa sensación es la base de todo lo que vino después.
Alcalá de Henares se convirtió en el siguiente escenario simbólico. El BK Häcken, un equipo europeo serio, trabajado, con experiencia y colmillo, aparecía como un obstáculo real en el camino hacia la fase de liga de la UEFA Women’s Champions League. No era una eliminatoria para jugar con el nombre. Era una eliminatoria para jugar con la cabeza y el corazón.
El Atlético ganó 2-1. Otra vez ese resultado que parece perseguir a Víctor Martín como una firma. El equipo supo sufrir, supo resistir y supo golpear cuando tocaba. No hubo ansiedad. No hubo miedo. Hubo plan. Alcalá fue una noche europea de verdad. De las que construyen vestuarios. De las que hacen que las jugadoras crean en lo que se está haciendo. De las que convierten una idea en realidad.
La clasificación para la fase de liga de la Champions no fue un premio caído del cielo. Fue el resultado de un proceso. De una manera de trabajar. De una convicción compartida entre cuerpo técnico y plantilla.
Y la Liga F confirmó la tendencia. Segunda jornada. Real Madrid enfrente. Otra vez 2-1. Otra vez un Atlético intenso, solidario, valiente. Ganar al Real Madrid siempre tiene un peso específico. No es solo una victoria. Es un mensaje. Es una reafirmación. Es decirle al campeonato que el Atlético de Víctor Martín no está aquí para transitar la temporada, sino para competirla.
Los números acompañan, aunque nunca lo explican todo. Siete puntos. Undécimas en la tabla. Acceso a los playoffs de la Liga de Campeones Femenina. Un escenario complejo, pero favorable. Solo una concatenación extrema de resultados dejaría fuera a las colchoneras: una derrota abultada ante el Olympique de Lyon y una victoria del OH Leuven en Inglaterra ante el Arsenal que, además, tendría que servir para levantar una desventaja de diez goles. El fútbol permite soñar, pero también respeta la lógica. Y la lógica dice que el Atlético de Víctor Martín está compitiendo.
Ese 57 % de victorias no es una cifra vacía. Es el resumen numérico de una idea sostenida en el tiempo. De una manera de entender el fútbol. De una capacidad notable para sacar rendimiento a los recursos disponibles. Viti no es un entrenador de discursos huecos. Es un técnico de detalle, de análisis, de trabajo invisible. Pero también es un líder emocional. Un gestor de vestuarios. Un convencido.
Desde el Madrid CFF hasta el Atlético de Madrid, su trayectoria dibuja una línea clara. No hay contradicciones. Hay evolución. El entrenador que fue capaz de diseñar el plan perfecto para tumbar al Barcelona invicto es el mismo que hoy compite finales, clasifica a su equipo para Europa y mantiene al Atlético vivo en todos los frentes.
El fútbol femenino necesita entrenadores así. Que entiendan el contexto. Que respeten la historia. Que no se escondan. Que apuesten por el juego y por la competición real. Víctor Martín no promete títulos inmediatos. Promete equipos preparados. Promete partidos disputados. Promete identidad.
Y en un fútbol cada vez más dominado por la desigualdad económica, esa promesa es casi revolucionaria. Porque el mensaje de Viti es claro: se puede competir desde la idea, desde el trabajo, desde la fe. No siempre se gana. Pero siempre se pelea.
Como dirían los entendidos en este deporte , el fútbol no siempre sonríe al que más tiene, sino al que mejor entiende el partido. Y Víctor Martín, desde hace tiempo, entiende el fútbol como una construcción colectiva, como un acto de resistencia y como un derecho: el derecho de creer.