
🟨 La delantera de Nova Iguaçu lidera este apartado por delante de Eva Navarro y Vicky López
Luany es la luz que ilumina el ataque de las colchoneras y este reportaje de investigación tiene por objetivo hacer entender esta afirmación categórica.

Por Manu López — El Partido de Manu
Hay futbolistas que llegan a una liga para cumplir un sueño, otras para construir un legado. Y luego está Luany —la chispa brasileña que un día aterrizó en Madrid con una maleta llena de vértigo, promesas y la convicción de que venía a mostrar algo más que regates—. Lo que nadie imaginó entonces, ni siquiera quienes llevan décadas oliendo talento en el fútbol femenino español, es que aquella delantera del Madrid CFF estaba destinada a convertirse en un símbolo silencioso, en un engranaje perfecto para cualquier entrenador que supiera leerla, en una generadora de futuro. Hoy, trece jornadas después del inicio de la Liga F Moeve, el dato ya no deja lugar a dudas: Luany es la máxima asistente de la Primera División Femenina, con siete pases de gol y una media de 0.54 por partido, superando a dos titanes del pase como Eva Navarro y Vicky López.
La brasileña no solo asiste: ilumina. Y el Atlético de Madrid de Víctor Martín Alba “Viti” vive hoy de esa luz como si fuese oxígeno.
Todo empezó como empiezan las cosas grandes: con la sensación de que algo distinto estaba a punto de suceder. Cuando el Madrid CFF anunció su fichaje, muchos se preguntaban qué podía aportar aquella atacante nacida en Brasil, de pasos firmes pero casi desconocida en España. La respuesta llegó pronto: personalidad.

Luany aterrizó en el Madrid CFF como llegan quienes están hechas para este juego: sin miedo a equivocarse, sin complejo ante las grandes defensas europeas, sin un milímetro de duda ante la exigencia de un club acostumbrado a crecer desde el ingenio. No necesitó temporadas de adaptación ni discursos de paciencia. Donde otras tardan meses, ella tardó minutos: controló, encaró, asistió, creyó.
Pronto se convirtió en una futbolista total: vertical cuando tocaba, pausada cuando el partido pedía cabeza, eléctrica cuando el equipo necesitaba electricidad. Había algo en su manera de ver el fútbol que conectaba con Madrid y con la Liga F Moeve: hablaba el idioma de la calle, el del barrio, el de quien convierte un regate en una historia y un pase en una promesa.
Viti lo vio antes que nadie: había en Luany un potencial que trascendía el gol. Los entrenadores que entienden la esencia del juego reconocen a las futbolistas camaleónicas, capaces de mutar en función del sistema, del rival o de la necesidad emocional de un equipo. Y el técnico rojiblanco supo leerlo con la precisión de un cirujano: Luany era un arma total.
No bastaba con ficharla: había que darle un contexto. Viti se lo dio. La colocó en una zona del campo donde su libertad creativa pudiera convivir con la estructura del Atlético. Le pidió que rompiera líneas, que apareciera por dentro, que activara a las interiores, que pusiera a correr a las extremos, que confundiera a centrales acostumbradas a marcar referencias fijas. Y ella respondió convirtiéndose en el faro del ataque colchonero.
El dato que hoy encabeza la jornada —siete asistencias en trece encuentros— no es casualidad, ni producto de rachas, ni una fotografía temporal: es la consecuencia natural de un ecosistema construido alrededor de su visión. El Atlético necesitaba una brújula; descubrió que había fichado un mapa.
estadísticas cuentan una parte. El resto lo ve quien mira con paciencia, quien entiende que asistir no es solo dar el último pase: es generar la ventaja dos segundos antes que el resto, es atraer a dos rivales para liberar a una compañera, es cambiar el ritmo cuando nadie lo espera.
Luany ha perfeccionado ese arte invisible. Hay pases que no salen en los resúmenes, movimientos sin balón que no aparecen en los gráficos de posesión, decisiones sutiles que transforman ataques aislados en oportunidades colectivas. Por eso su impacto es mayor que el número de asistencias: Luany condiciona el comportamiento defensivo rival en cada posesión. Obliga a las laterales a dudar, a las mediocentros a recular, a las centrales a elegir entre achicar o esperar. Y en ese margen ínfimo de indecisión, en ese parpadeo táctico, se hace eterna.
Hace años hablábamos de jugadoras que hacían mejores a las demás. Hoy hablamos de futbolistas como Luany que hacen evolucionar un sistema completo.
El recorrido de la brasileña no es solo un cuento deportivo; es también un relato emocional. Su paso por el Madrid CFF la moldeó, la endureció, la obligó a crecer en un club donde la exigencia competitiva es diaria y donde nada se regala. Allí aprendió a convivir con presiones, a entender el ritmo español, a adaptarse a múltiples funciones.
En el Atlético, en cambio, ha encontrado pertenencia. Ha encontrado una idea de equipo —y de identidad— que complementa su propia naturaleza futbolística. Ha encontrado un entrenador que la entiende y una grada que la respira. Y cuando una futbolista siente que pertenece a un lugar, aparece lo que ahora presenciamos semana tras semana: su mejor versión.
Todo gran equipo necesita una relación así: entrenador y jugadora, jugadora y entrenador. La conexión entre Viti y Luany es profundamente futbolística. Él la interpreta, ella le responde. Él ordena el ecosistema, ella lo enciende. Él le pide que sea valiente, ella escribe cada partido con tinta de riesgo calculado.
No hablamos de una pieza más: hablamos de la futbolista que activa el plan A y sostiene el plan B. De la atacante que decide cuándo acelerar y cuándo dormir el balón. De la creadora de superioridades. De la futbolista que, sin necesidad de grandes discursos, se está convirtiendo en uno de los nombres clave de esta Liga F Moeve 2025-2026.
En un campeonato donde cada detalle cuenta, donde los ataques se estudian al milímetro y las defensas se preparan para contrarrestarlo todo, que una jugadora lidere la tabla de asistencias tras trece jornadas no es una noticia: es una declaración.
Luany está en el punto más alto de su influencia. Y lo más impresionante no es el número, sino la sensación de que puede dar más, de que el techo sigue lejos, de que España aún no ha visto su partido definitivo. Ese que queda para la historia. Ese que se recuerda cuando la temporada termina y el fútbol pide volver a él.
Cuando Luany llegó a España, pocos podían imaginar que su nombre sería sinónimo de impacto, de inteligencia ofensiva, de madurez competitiva. Desde sus primeros pasos con el Madrid CFF hasta su consolidación con el Atlético de Madrid de Viti, la evolución de la brasileña es una historia de adaptación y de visión, de paciencia y explosión, de talento y destino.
Hoy, con siete asistencias y un liderazgo indiscutible en la Primera División Femenina, aquella jugadora que un día cruzó un océano para cumplir un sueño se ha convertido en la arquitecta del juego rojiblanco. Y así, sin estridencias, con la naturalidad de quienes están hechas para las noches grandes, Luany ha cerrado un círculo: la promesa que llegó en silencio se ha transformado en la figura indispensable de un equipo que se reconoce en su creatividad.
El Atlético de Madrid tiene en ella algo más que una asistente. Tiene futuro.
Tiene identidad. Tiene magia.
Y, sobre todo, tiene esa luz que solo aparece cuando el fútbol encuentra a su protagonista natural, una Luany que da una asistencia cada 133 minutos.

































