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  • Reportaje | Andrea Pereira: el fútbol que no grita, pero sostiene

    (Fuente: UEFA)

    ⬛️ Hay futbolistas que entran en la historia por el ruido y hay otras que lo hacen por el peso.

    (Fuente: UEFA)

    El 2025 comienza a dispersarse como mantequilla untada sobre demasiado pan, como diría Bilbo Bolsón en “El Señor de los Anillos”, pero antes de que se cierre queremos poner en valor la trayectoria de una pionera, de este fútbol femenino moderno, como es Andrea Pereira Cejudo (Barcelona, 19 de septiembre de 1993) es una futbolista española. Juega como defensa en el Club de Fútbol Pachuca Femenil de la Liga MX Femenil. Hasta 2022 fue internacional absoluta con la Selección Española de Fútbol.

    La exjugadora del Club América, uno de los grandes transatlánticos del balompié azteca, formó una gran pareja defensiva con Mapi León en el Barcelona.

    La que fuese rojiblanca no es sólo una central, sino que es estructura u memoria y desde muy joven destacó por una lectura del juego poco común. No era la más rápida, ni la más poderosa, pero siempre llegaba antes. Antes al corte. Antes a la ayuda. Antes a la cobertura que evitaba el problema y era un auténtico seguro de vida.

    Toda gran carrera tiene un punto de partida que no aparece en los palmarés.
    En el caso de Andrea Pereira, ese punto no fue un título, ni una llamada de la selección, ni una final. Fue una fractura de peroné a los 19 años.

    Cuatro meses fuera.
    Cuatro meses viendo el fútbol desde la distancia.
    Cuatro meses entendiendo que el talento, sin resistencia mental, no alcanza.

    Debutó con el primer equipo en la temporada 2011-2012, tras formarse en las categorías inferiores del club. No fue una irrupción explosiva. Fue algo más difícil: una construcción lenta y sólida.

    Durante siete temporadas, Andrea Pereira fue creciendo hasta convertirse en una de las piezas estructurales del Espanyol. Central sobria, fiable, con una lectura del juego muy por encima de la media del campeonato en aquel momento.

    El Espanyol no era un club que luchara por títulos, pero sí un entorno ideal para entender el fútbol desde la responsabilidad. Allí Andrea aprendió: a defender mucho tiempo seguido, sostener partidos largos y convivir con el error sin esconderse

    La lesión de peroné no la debilitó: la ordenó. Volvió con una forma distinta de competir, menos impulsiva, más cerebral.

    En 2012, levantó la Copa de la Reina, uno de los grandes hitos del club. Y no fue casualidad: ya entonces era una futbolista que elevaba el nivel colectivo.

    Su última temporada en el Espanyol fue simbólica: capitana del primer equipo. No por veteranía, sino por ascendencia. Porque ya era una jugadora que hablaba poco, pero colocaba a todas.

    Ese mismo año, con solo 22 años, llegó la llamada de la selección absoluta. No como promesa mediática, sino como central fiable. Como solución.

    Andrea Pereira llegaba a la élite sin ruido, pero con una base que pocas tenían.

    (Fuente: UEFA)

    En julio de 2016, el Atlético de Madrid anunció su fichaje. Procedente del Espanyol, Andrea daba un salto que no era solo deportivo: era ideológico.

    El Atlético femenino estaba construyendo algo grande. Y necesitaba futbolistas que entendieran el esfuerzo como identidad.

    En su primera temporada, Andrea Pereira fue campeona de Liga. Pero más allá del título, se convirtió en una pieza táctica esencial. Central zurda, con capacidad para defender en campo abierto y sostener una línea adelantada.

    En su segunda campaña fue titular indiscutible. El equipo repitió título de Liga. En octubre de 2017 sufrió una lesión muscular en el recto anterior del muslo izquierdo que la apartó un mes, pero regresó sin perder jerarquía.

    El Atlético de Madrid ganó su segunda liga consecutiva con Andrea como una de las columnas invisibles del proyecto.

    (Fuente: UEFA)

    Andrea no necesitó brazalete fijo para liderar. En un vestuario con personalidades fuertes, ella fue el punto de equilibrio. La futbolista que sostiene cuando el partido se rompe.

    El verano de 2018 marca otro punto de inflexión. El Barcelona anuncia el fichaje de Andrea Pereira y, con él, no solo incorpora a una central contrastada, sino a una futbolista que entiende el juego desde la arquitectura.

    El Barça no buscaba solo defender mejor y buscaba defender distinto

    El Barcelona femenino de 2018 estaba en plena transformación. Aspiraba a Europa, pero todavía no dominaba Europa. Necesitaba centrales capaces de:
    • Defender muy lejos del área
    • Sostener posesiones largas
    • Iniciar juego bajo presión
    • Corregir grandes espacios a la espalda

    Andrea Pereira encajó desde el primer día y llegó a formar una gran pareja con Mapi León, algo que no era sencillo y requería inteligencia en lo táctico, lectura y evaluación del riesgo en maridaje con una enorme compensación y Pereira lo hizo todo a la perfección.

    Mientras una atacaba el duelo, la otra cerraba el sistema. Mientras una rompía líneas con pase, la otra sostenía la estructura.

    Esa dupla fue una de las más fiables del continente durante varias temporadas.

    Andrea Pereira llegó al FC Barcelona en el verano de 2018 en un momento decisivo para la historia del club. El Barça quería dejar de competir bien para empezar a mandar, y para eso necesitaba futbolistas capaces de sostener el juego desde atrás, de entender el fútbol no como una sucesión de acciones aisladas, sino como una estructura completa. Andrea encajó desde el primer día. No por impacto mediático, sino por comprensión profunda del juego.

    La temporada 2018-2019 fue, paradójicamente, una de las más importantes de su carrera. No por los títulos, sino por las derrotas. El Barcelona terminó aquel curso como subcampeón de Liga, subcampeón de Copa de la Reina y subcampeón de Europa. Tres finales perdidas. Tres golpes duros. Especialmente la final de la Liga de Campeones ante el Olympique de Lyon, un 4-1 que evidenció la distancia que aún separaba al Barça del equipo más dominante del mundo.

    (Fuente: UEFA)

    Andrea Pereira vivió aquella final desde dentro, defendiendo contra una maquinaria casi perfecta. Y de esa experiencia extrajo una lección que marcaría el futuro del club y de su propia carrera: para ganar Europa no basta con competir. Hay que mandar. Ese aprendizaje, silencioso pero profundo, fue oro. Porque el Barça que perdería aquella final sería el Barça que, poco después, cambiaría para siempre la jerarquía del fútbol femenino europeo.

    La respuesta llegó pronto. La temporada 2019-2020 comenzó con el título de la Supercopa de España, el primer trofeo de un ciclo que transformaría la historia del club. Andrea fue parte activa de ese inicio ganador, aportando estabilidad y fiabilidad defensiva en un equipo que empezaba a reconocerse dominante. Meses después, en mayo de 2020, el Barcelona se proclamó campeón de la Liga Iberdrola tras la cancelación de la competición por la pandemia. Un título extraño, sin celebraciones tradicionales, pero trabajado desde la regularidad y el control absoluto del juego. Andrea seguía siendo una pieza fiable en la rotación defensiva, siempre preparada para sostener el sistema cuando el contexto lo exigía.

    La Copa de la Reina, aplazada hasta febrero de 2021, cerró definitivamente ese ciclo triunfal. El Barça ganó la final al EDF Logroño por 3-0 y levantó el trofeo. Andrea sumaba otro título a una temporada ya histórica, confirmando la confianza institucional que el club había expresado meses antes con su renovación hasta 2023. No era un gesto simbólico: era el reconocimiento a una futbolista que entendía el proyecto desde dentro.

    La culminación llegó en la Liga de Campeones 2020-2021, el gran punto de ruptura del fútbol femenino europeo. El Barcelona no solo ganó la Champions: arrasó. Andrea Pereira fue parte activa del camino, participando en eliminatorias clave como la del Manchester City, formando parte del grupo que alcanzó las semifinales y desempeñando un papel estructural dentro del vestuario. No pudo disputar la final por sanción, pero ese detalle, lejos de empequeñecer su figura, la define con precisión. Andrea representa a ese grupo de futbolistas que ganan incluso cuando no juegan. El 16 de mayo de 2021, el FC Barcelona goleó 0-4 al Chelsea y se proclamó campeón de Europa. Andrea Pereira era campeona de Europa. Sin foco. Sin portada. Pero con el mismo mérito.

    Su juego explica por qué siempre estuvo ahí. Andrea Pereira es una central zurda de enorme inteligencia táctica. Su uso del perfil corporal es excelente, su pase corto y medio es seguro y consciente, y rara vez arriesga sin ventaja. No juega para lucirse, juega para que el equipo funcione. A nivel táctico destaca por su lectura de coberturas, su capacidad para defender en bloque alto, su dominio del timing defensivo y su ajuste constante de la línea. Físicamente no es explosiva, pero sí resistente, coordinada y muy fiable en partidos largos. Y mentalmente aporta algo que no se entrena: liderazgo silencioso, alta tolerancia a la presión y una capacidad poco común para asumir un rol secundario sin perder impacto. Andrea Pereira no es una central de choque. Es una central de control.

    Esa fiabilidad la acompañó también en la selección española. Debutó joven con la absoluta, con solo 22 años, en una generación marcada por una competencia feroz en defensa. Su rol fue siempre claro: estar preparada. No siempre titular, pero nunca fuera del radar. En un contexto donde España evolucionaba hacia un fútbol cada vez más dominante, Andrea aportó experiencia, orden y capacidad para sostener partidos complejos. Fue una futbolista respetada en el vestuario, consciente de que el valor de una carrera no se mide solo en minutos, sino en utilidad colectiva.

    Su palmarés resume una trayectoria construida desde la constancia: campeona de la Copa de la Reina en 2012 con el Espanyol; campeona de Liga en las temporadas 2016-17 y 2017-18 con el Atlético de Madrid; campeona de la Supercopa de España en 2020, de la Liga Iberdrola 2019-20 y de la Copa de la Reina 2021 con el FC Barcelona; y campeona de Europa en 2021. Títulos importantes, sí, pero siempre acompañados de un rol que va más allá de la foto.

    Andrea Pereira no será recordada por goles decisivos ni por gestos grandilocuentes. Será recordada por algo más difícil de medir: haber sostenido el juego cuando el fútbol femenino español crecía a una velocidad vertiginosa. Mientras el foco iluminaba a otras, ella ordenaba la sombra. Mientras el ruido crecía, ella bajaba pulsaciones. Mientras el fútbol cambiaba, ella lo entendía.

    Andrea Pereira representa a una generación de futbolistas que no pidieron permiso para competir. Que se hicieron fuertes en la dificultad. Que aprendieron a resistir antes de aprender a ganar. Y cuando llegó el momento de ganar, estaban preparadas. Porque el fútbol también se construye desde atrás. Desde el silencio. Desde las que no fallan. Y Andrea Pereira, durante más de una década, nunca dejó de estar.

    cuando pasen los años, cuando las cifras se borren y los resúmenes se acorten, quedará algo que no aparece en las estadísticas. Quedará la certeza de que hubo una futbolista que entendió el juego antes de que el juego la entendiera a ella. Que supo esperar cuando todo empujaba a correr. Que sostuvo cuando otros brillaban. Que estuvo cuando no era obligatorio estar.

    Andrea Pereira no fue la voz más alta ni la imagen más repetida. Fue la base. El punto de apoyo. La futbolista que hizo posible que otras volaran porque alguien, atrás, ordenaba el caos. En un fútbol que aprendió a ganar a toda velocidad, ella enseñó que también se gana pensando.

    Su carrera no se explica desde el ruido, sino desde la permanencia. Desde el compromiso diario. Desde la resistencia silenciosa de quien sabe que el verdadero legado no es levantar un trofeo, sino dejar un equipo mejor de lo que lo encontró.

    Porque el fútbol femenino español no solo creció gracias a las que marcaron goles imposibles. Creció gracias a las que sostuvieron los cimientos cuando todavía no había certezas. Y Andrea Pereira fue una de ellas.

    Por eso, cuando el partido se rompe, cuando el estadio calla, cuando el balón quema y el tiempo aprieta, siempre hay una jugadora que aparece donde hace falta. No para celebrar. Para cumplir.

    Y eso, en el fútbol y en la vida, es lo más difícil de todo.

    Ese es el legado de Andrea Pereira que en pleno 2025 se sigue escribiendo con la camiseta del Pachuca.

    (Fuente: UEFA)