
⬛️ Hay futbolistas que nacen con talento, otras que nacen con disciplina y unas pocas que nacen con algo mucho más difícil de enseñar: hambre. Hambre de gol, hambre de competir, hambre de no desaparecer cuando el foco se apaga. Ana Marcos pertenece a esa estirpe. La suya no es una historia de irrupción fulgurante ni de alfombra roja, sino una travesía larga, áspera, construida a base de goles en campos secundarios, de esperas interminables, de decisiones valientes y de una fe innegociable en el área. Porque Ana no llegó al fútbol femenino español por la puerta grande: llegó por la puerta lateral, la misma que defendió de niña antes de colocarse los guantes, antes de volver a pisar el área y antes de entender que su destino estaba allí donde el balón quema.


Nació en Sevilla, pero Sevilla fue apenas un prólogo. A muy corta edad se mudó a Madrid y fue en los barrios donde empezó a forjarse una futbolista que aún no sabía que lo sería. En el Santa María Caridad, el club de su barrio, Ana comenzó jugando en categoría prebenjamín, sin focos, sin promesas, sin discursos. Primero fue lateral izquierdo, aprendiendo a medir tiempos y espacios; después fue guardameta, entendiendo la soledad del error y la responsabilidad de ser la última; más tarde alternó ambas posiciones hasta que el fútbol, con esa lógica silenciosa que solo él conoce, la devolvió definitivamente al lugar donde su instinto era más cruel y más certero: la delantera. No fue una decisión estética ni estratégica, fue una necesidad biológica. Ana necesitaba atacar.

En categoría alevín los números empezaron a desbordar cualquier libreta: 63 goles en dos temporadas, ascenso a categoría preferente y convocatoria con la Selección Sub-12 de Madrid. No celebraba mirando a la grada, celebraba hacia dentro, como quien confirma que sigue el camino correcto.
En infantiles la historia se repitió con aún más peso: 67 goles en dos temporadas, capitana de un equipo mixto, liderazgo natural sin alzar la voz, mandando desde el choque y desde la presencia. Era la futbolista que siempre estaba donde dolía, la que no pedía permiso para rematar, la que no negociaba el esfuerzo.

La temporada 2014-2015 supuso el primer aviso serio al sistema. Ana fichó por el C. F. Pozuelo de Alarcón para competir en categoría Sub-16 y lo que ocurrió allí fue directamente extraordinario: 73 goles en 24 partidos. Una cifra que no admite contexto ni excusas. Con solo 14 años fue convocada por el primer equipo para disputar un partido de Copa y recibió también la llamada de la Selección Madrileña Sub-16. El fútbol empezó a pronunciar su nombre con respeto, aunque todavía en voz baja.
En la 2015-2016, con apenas 15 años, dio un paso que no todas se atreven a dar: fichó por el primer equipo del Torrelodones C. F., en Segunda División. Allí el fútbol ya no era formativo, era adulto, físico, despiadado. Ana respondió como siempre: 26 partidos, 16 goles, regularidad y personalidad. Volvió a ser convocada tanto por la selección Sub-16 de Madrid como por la de España, confirmando que ya no era una promesa, sino una realidad en construcción.
La temporada 2016-2017 la llevó al Atlético de Madrid, al equipo B, en Segunda División, y allí comenzó uno de los aprendizajes más duros de su carrera: saber esperar. Debutó el 4 de septiembre de 2016 ante el Club Deportivo Tacón en un empate a dos goles y marcó. Siempre marcaba. Cerró el curso con 18 goles en 23 partidos, fue la máxima goleadora del equipo y el filial terminó tercero del grupo V. Fue convocada por la Selección Sub-18 de Madrid para disputar el campeonato territorial, que ganaron gracias a un gol suyo, y debutó también con el primer equipo del Atlético en la final de la Copa de la Reina, entrando en el último minuto de una derrota por 4-1 ante el FC Barcelona. No hubo épica allí, pero sí carácter.

En la 2017-2018 explotó definitivamente en cifras: 23 partidos, 23 goles con el Atlético B. El 10 de septiembre de 2017 debutó en Primera División con el primer equipo rojiblanco, entrando en el último minuto ante la Real Sociedad, y volvió a sumar minutos ante el Sporting de Huelva. El Atlético se proclamó campeón de Liga y el equipo B fue segundo, solo por detrás del Tacón. Ana entendió entonces que el fútbol de élite no siempre premia al que más marca, sino al que más resiste.

La temporada 2018-2019 supuso la confirmación institucional: ficha con el primer equipo, alternando convocatorias con partidos en el filial. Debutó en la Liga de Campeones el 31 de octubre de 2018 ante el Wolfsburgo en una derrota durísima por 6-0, sustituyendo a Olga García, y su entrenador destacó públicamente su capacidad de trabajo y proyección. El 22 de noviembre de 2018 llegó el instante que la colocó para siempre en la memoria rojiblanca: entró en el minuto 62 ante el Rayo Vallecano, con el partido empatado y el liderato en juego, y dos minutos después marcó su primer gol en Primera División con un remate de tacón tras pase de Olga García.
Un gol bello, inesperado y decisivo. El Atlético volvió a ganar la Liga, Ana dio una asistencia clave en la última jornada ante la Real Sociedad, fue subcampeona de la Copa de la Reina y, con el equipo B, logró el ascenso a la nueva Primera B siendo máxima goleadora con 13 tantos en 13 partidos.

Además, marcó los dos goles del Atlético en la final de la Copa Nacional de la RFFM.
El 16 de febrero de 2020, tras un partido ante el Levante, sus compañeras la mantearon. El gesto no fue casual. Un día después se hizo oficial su cesión al Celtic Football Club. Debutó el 21 de febrero ante el todopoderoso Glasgow City, titular, mandando un cabezazo al poste. La pandemia detuvo el mundo, regresó al Atlético para disputar los cuartos de final de la Champions ante el Barcelona y en septiembre volvió a Glasgow para continuar su cesión. Allí marcó su primer gol el 1 de noviembre de 2020 ante el Hearts en una victoria por 10-0, firmó un doblete ante el Hibernian y disputó siete partidos de liga antes del parón navideño.

En enero de 2021 concluyó su etapa en Escocia tras 9 partidos y 3 goles y fue cedida al Valencia Club de Fútbol.
Debutó el 24 de enero ante el Deportivo y marcó el único gol del partido ante el Eibar el 22 de mayo. En agosto de 2021 fue traspasada al Sporting de Huelva y allí volvió a sentirse delantera total: 26 partidos de liga, 10 goles, máxima goleadora del equipo. En la Copa de la Reina disputó los cinco encuentros, anotó cuatro goles, firmó un histórico triplete ante el Real Madrid en el campo municipal de La Orden y marcó en el minuto 121 de la prórroga ante el Madrid CFF el gol que clasificó a las espartanas para la fase final. Cerró la temporada como subcampeona de la Copa de la Reina.

Este pasado mercado estival se anunció su incorporación al Madrid CFF, cumpliéndose por fin el viejo anhelo de Alfredo Ulloa, que durante casi una década había perseguido la idea de vestir de rosa y blanco a una futbolista criada en la cultura del gol y del sacrificio. Procedente del Valencia, Ana llegaba al club con la cantera exclusivamente femenina más grande de Europa como una delantera contrastada, campeona de la Liga F en dos ocasiones con el Atlético de Madrid, campeona de Europa Sub-19 en 2017 tras disputar la fase final en Irlanda del Norte, y máxima goleadora del Atlético B entre 2017 y 2019.

Zurda, poderosa en el juego aéreo, inteligente en el desmarque, asociativa y depredadora del área, una delantera moderna, ideal para equipos que buscan juego directo, transiciones rápidas o centros laterales. Una futbolista que no necesita muchas ocasiones, solo la suya.
Ana Marcos no es la historia de un gol, es la historia de todos los goles que no salieron en portada. De los que se marcaron para sobrevivir, de los que se marcaron para esperar, de los que se marcaron cuando nadie miraba.

En el firmamento del fútbol femenino español brilla una estrella cuyo nombre resuena con fuerza: Ana “Anita” Marcos.
Con aproximadamente 30 goles en Primera División, ha esculpido su leyenda desde los campos del Sporting de Huelva hasta los días gloriosos con el Valencia CF, y ahora emprende su nueva odisea en el Madrid CFF, lista para seguir escribiendo capítulos imborrables en la historia del deporte. Cada gol suyo no es solo un número; es un rugido de ambición, un relámpago de talento y una prueba de que la pasión puede transformar la historia en epopeya.
Su palmarés es un códice de victorias y hazañas. Con el Atlético de Madrid, conquistó la Primera División en las temporadas 2017‑18 y 2018‑19, y llevó a su equipo a finales de Copa de la Reina, dejando una estela de gloria imborrable. En el ámbito internacional, con la Selección Española Sub‑19, se proclamó bicampeona de Europa en 2017 y 2018, confirmando que su nombre estaba destinado a la inmortalidad futbolística.
La diez no solo juega; forja leyendas. Cada carrera hacia el área rival, cada disparo al arco y cada celebración son versos en un poema épico que inspira a generaciones enteras. Su historia no se mide solo en goles o títulos, sino en la fuerza con la que ha transformado cada desafío en gloria, demostrando que, en el corazón del fútbol femenino, su nombre permanecerá como símbolo de coraje, talento y pasión indomable.
En un fútbol que corre, que olvida, que pasa página, Anita sigue atacando el primer palo, cayendo y levantándose, esperando el centro como quien espera su momento. Porque el hambre no se negocia, el área no miente y hay futbolistas que no necesitan focos para existir. Ana Marcos sigue ahí. Y cuando llegue el balón, como siempre, no preguntará.
