🟦 Las jugadoras de “La Roja” son las protagonistas de una generación para recordar que aventaja en 37.31 puntos a USA, que es segunda en el ranking mundial.
La historia del fútbol femenino español acaba de escribir uno de sus capítulos más emocionantes y trascendentales. La Selección Española de Fútbol, actual campeona de casi todo —del mundo, de subcampeona de Europa y flamante ganadora de la Nations League— cerrará el año 2025 instalada con autoridad en el número uno del ranking FIFA, con 2094.89 puntos que consolidan un ciclo competitivo jamás visto en nuestro deporte. Un reinado que no se explica solo desde los títulos: nace de una identidad, una generación irrepetible y una conexión emocional con un país que aprendió a soñar con ellas… y que ya no quiere despertar.
España termina el año por delante de potencias históricas como Estados Unidos (2057.58), Alemania, Inglaterra, Suecia o Francia. La distancia con las norteamericanas —durante décadas dominadoras absolutas del fútbol mundial— es simbólicamente tan importante como matemáticamente clara: 37.31 puntos que representan algo más que un número. Representan un cambio de era.
Porque España no ha conquistado el mundo a través del músculo o la imposición física, sino con una identidad que ya forma parte del patrimonio emocional del deporte: presión asfixiante, asociaciones que parecen trazos coreografiados, agresividad en la recuperación, paciencia infinita cuando el partido lo exige, valentía para arriesgar cuando otros temen caer. El balón, siempre el balón. No como herramienta: como brújula. Como declaración de intenciones. Como la forma más pura de contar quiénes somos.
Este 2025 ha sido un año tejido con gestas. España defendió su corona europea como si la historia le perteneciera desde siempre. Ganó la Nations League con autoridad y una serenidad que asusta. Firmó victorias que quedan grabadas como cicatrices gloriosas sobre las potencias tradicionales. Y cada vez que el equipo celebró, lo hizo con ese gesto que ya reconocemos incluso sin ver sus caras: el gesto de quien sabe que no está tocando techo, sino abriendo una puerta. Hay generaciones que nacen para competir y otras que nacen para trascender. Esta ya ha elegido su destino.
Las jugadoras —esas que aparecen en las imágenes alzando trofeos, sonriendo con una mezcla de orgullo y responsabilidad— son las narradoras silenciosas de esta epopeya. No hace falta nombrarlas una a una; basta con verlas jugar para entender que han construido una hermandad que trasciende la táctica. Han unido experiencia y juventud en un pacto invisible que las convierte en algo más que un equipo: en una idea. En una marea roja que, cuando avanza, parece imposible de detener.
Y alrededor, un país rendido. Estadios que vibran, audiencias que baten récords, generaciones completas de niñas que ya no imaginan un futuro donde el fútbol femenino sea desconocido, sino uno donde ellas mismas llevan los colores de su selección en un gran torneo. Cada partido de España es un acontecimiento nacional, cada gol un abrazo colectivo, cada título un espejo donde mirarnos con orgullo.
Cuando el ranking llega, cuando la FIFA ordena el mundo y escribe “España — 2094.89 puntos” en lo más alto, no es solo un cierre de año: es un acto simbólico. Es la confirmación oficial de algo que todos sentimos hace tiempo. Que el centro de gravedad del fútbol femenino se ha desplazado. Que la potencia más creativa, más dominante, más completa, más emocionante está aquí. Que este país, que hace no tanto era un susurro en la élite, hoy es un rugido que llena estadios enteros.
No sabemos qué traerá 2026. El deporte no ofrece garantías, y el éxito puede ser volátil. Pero si algo ha quedado claro este año es que España ya no compite para demostrar que pertenece a la élite: compite para hacer historia. Para escribir capítulos que aún no existen. Para llevar la frontera del juego a un lugar donde nadie ha estado antes.
Y mientras cae el telón de 2025, en algún lugar, quizá en un campo de entrenamiento vacío, un balón rueda despacio sobre la hierba. Es el recordatorio silencioso de todo lo que ha pasado… y de todo lo que está por venir. España termina el año siendo la número uno del mundo.
Y lo hace con la sensación, casi poética, de que apenas estamos presenciando el comienzo de un reinado destinado a perdurar.
España cerró el año como cierran los grandes imperios: con las cifras escritas en piedra y la sensación de que ni siquiera los números alcanzan para explicar lo que verdaderamente ocurrió sobre el césped. 17 partidos. 14 victorias, 2 empates y 1 sola derrota. 50 goles marcados. 13 recibidos. Un registro que no parece de una selección humana, sino de un equipo mitológico, construido con la determinación de quienes saben que están escribiendo un capítulo que se leerá durante generaciones.
Porque detrás de esas cifras hay algo que no se puede medir: la manera. La forma en la que España ganó, la forma en la que resistió, la forma en la que volvió a levantarse incluso cuando el mundo quiso dudar. Hay selecciones que suman victorias; España, en 2025, las creó. Las moldeó. Las transformó en relatos épicos que quedarán grabados en la memoria colectiva. Cada triunfo fue una pieza más de una obra que se construyó a golpe de talento, sacrificio y una fe absoluta en un fútbol que combina precisión quirúrgica con un arrojo casi poético.
Los 50 goles a favor no son simplemente medio centenar de celebraciones: son la prueba de una maquinaria ofensiva que se mueve al ritmo de un país entero. Cincuenta veces en las que el balón cruzó la línea para recordarle al mundo que España juega con un lenguaje propio, un idioma hecho de pases, diagonales, fintas y valentía. Cada gol fue un latido más de un equipo que ya no se conforma con ganar, sino que busca emocionar, dominar y trascender.
Los 13 goles en contra, más que una estadística defensiva, representan la resistencia. La solidez de un grupo que cuando debe defender lo hace con la misma intensidad con la que ataca, que entiende el esfuerzo colectivo como un pacto inquebrantable. En esos 13 goles está el precio inevitable de competir al máximo nivel, pero también está la historia de un equipo que sabe responder ante cada golpe con un rugido aún más fuerte.
Las 14 victorias son estaciones en un viaje que cambió la percepción internacional del fútbol femenino. Cada una con su estilo: algunas arrolladoras, otras pacientes, muchas hermosas, algunas sufridas. Las 2 igualdades son capítulos donde la épica se fraguó en la resistencia, donde España demostró que incluso cuando el triunfo no aparece, la identidad no se pierde. Y la única derrota —esa nota singular en un pentagrama casi perfecto— se convirtió en un recordatorio de que los grandes equipos no se definen por lo que les golpea, sino por la manera sublime en que responden después.
Porque España, tras ese tropiezo, no dudó. No tembló, no retrocedió, avanzó y creció para volverse aún más fuerte después de la dramática tanda de penaltis en la final de la Europa ante Inglaterra.
El año termina con la imagen de una capitana levantando un trofeo que brilla como un símbolo de un tiempo nuevo, de una era en la que España dejó de mirar hacia arriba para descubrir que ya estaba allí, en lo más alto. Termina con un vestuario que sabe que ha cambiado la historia. Con una afición que ha aprendido a latir al ritmo de este equipo. Con rivales que han entendido que ya no existe margen para dudar: España es la referencia, la vara de medir, la cima que todos quieren escalar.
Y mientras cae la última página del calendario, las cifras siguen ahí, inmutables, gigantescas, casi imposibles.
Pero lo que realmente deja sin aliento no son los números, sino lo que implican. Un año de dominio, de belleza, de convicción. Un año en el que esta selección convirtió cada partido en una declaración de poder y cada minuto en un poema competitivo.
España cierra 2025 como cierre un campeón absoluto: con el mundo a sus pies y el futuro esperando, impaciente, a ver qué nueva hazaña escribirá este equipo que ya juega en el territorio de la leyenda.
▶️ La Selección Española de Fútbol se proclamó campeona de la Nations League con representación de 18 futbolistas que juegan en Liga F Moeve, mientras que, la bilbaína Bibiane Schulze fue subcampeona con Alemania. Además, la presidenta de la competición, Beatriz Álvarez, estuvo en el palco para apoyar a “La Roja”.
Historia de nuestro fútbol. La Selección española venció por 3-0 a Alemania ante un Metropolitano de récord para proclamarse campeona de la Nations League por segunda vez en su historia, ambas de manera consecutiva. La presidenta de Liga F, Beatriz Álvarez, acudió al encuentro, y estuvo presente en el palco apoyando al combinado español en busca del triunfo. Además, hasta 18 futbolistas que juegan cada fin de semana en la competición española, de seis clubes distintos, lograron llevarse el trofeo. El FC Barcelona, con diez jugadoras, fue el equipo que más representación tuvo en la lista para el doble compromiso ante el cuadro germano.
Del Real Madrid CF acudieron cuatro jugadoras, mientras que el Athletic Club, la S.D. Eibar, el Atlético de Madrid y la Real Sociedad tuvieron a una futbolista.
Por parte del FC Barcelona fueron convocadas Cata Coll, Ona Batlle, Irene Paredes, Mapi León, Alexia Putellas, que fue la MVP del torneo, Laia Aleixandri, Aitana Bonmatí (no pudo estar en el segundo partido por una lesión en el peroné), Vicky López, Clara Serrajordi y Claudia Pina, que marcó dos goles y fue la mejor jugadora de la final. El Real Madrid CF estuvo representado por la central María Méndez y las atacantes Alba Redondo, Eva Navarro y Athenea del Castillo. El Athletic Club tuvo presencia en la final gracias a la guardameta Adriana Nanclares, mientras que, Eunate Astralaga representó a la Sociedad Deportiva Eibar en el Metropolitano. Precisamente, la rojiblanca Fiamma Benítez se proclamó campeona de la Nations League en su estadio, y la realista Edna Imade estrenó convocatoria con un título europeo.
Entre dos pasiones. Así vivió Bibiane Schulze la final del Metropolitano. La central del Athletic Club fue convocada para la lista reserva de la Selección germana, pero los problemas musculares de Camilla Küver y Sydney Lohmann provocaron que Christian Wück terminara ampliando la plantilla e incorporando a la zaguera bilbaína para reforzar el equipo. La defensora, que debutó con el combinado absoluto en abril de 2024 no dispuso de ningún minuto ni en el encuentro de ida, ni en el de vuelta, pero sí estuvo presente en el banquillo en ambos choques. La alemana, que tiene raíces deportivas profundas en Euskadi, representó al conjunto vasco como subcampeona de la Nations League. El verano pasado ya ganó el bronce olímpico en París 2024 precisamente ante el combinado español.
La 1 de RTVE lidera el martes (13.7%) gracias al impulso de la selección femenina de fútbol, que despunta por la tarde (20.9% de cuota 1.930.000 espectadores) con la conquista de su segunda Nations League. Después, en el access, ‘La Revuelta’ pasa de vencer el lunes a marcar solo un día después su peor dato del curso, aunque esto no impide a la cadena pública llevarse la victoria en el global de la jornada.
Dicho canal lidera la jornada del martes por una décima de ventaja sobre Antena 3 (13.7% vs 13.6%). La cadena pública logra esta victoria coincidiendo con otro triunfo: el de la selección femenina de fútbol, que se apunta un tanto en audiencias con la conquista de su segunda Nations League.
Su goleada ante Alemania en el partido de vuelta (3-0) sobresale en su franja de emisión con un 20.9% de cuota y 1.930.000 espectadores (de 18:30 a 20:21 horas), por lo que se convierte en la emisión más vista del día en La 1 y en el partido más seguido de la Nations League Femenina.
El interés por el encuentro impulsa al canal estatal, que un día más vuelve a tener en la mañana su franja más potente. Primero con La hora de La 1 (21.3% y 425.000), donde destaca la emisión de la entrevista de Gemma Nierga a Pedro Sánchez en el programa de La 2 Cat Cafè d’idees (25.1% de media durante sus 24 minutos de emisión), y después con Mañaneros (16.9% en su tramo principal).
Todas esta ofertas ayudan a compensar el mal día de La Revuelta, que anota su peor dato del curso (9.8% de cuota y 1.287.000 espectadores) solo un día después de que abriera diciembre con victoria. El programa de David Broncano vuelve a verse superado por El Hormiguero (13.9% y 1.850.000), pero esta vez también por La isla de las tentaciones 9 (10.5% y 1.387.000), que escala a la segunda posición del access por primera vez esta temporada. Aunque es más notorio en el caso de La Revuelta, los tres programas rinden por debajo de lo que es habitual en ellos; probablemente por la influencia del partido Barça-Atleti, que destaca entre las 21 y las 23h con su emisión en simulcast en dos canales de Movistar Plus+ (11.5% y 1.516.000 de media entre los dos).
😍 Igual que la @SEFutbolFem… ¡los datos de la retransmisión de la final también fueron I-M-P-R-E-S-I-O-N-A-N-T-E-S!
🟦 España vive un momento dorado: en apenas dos años, la selección ha disputado cuatro finales y ha salido campeona en tres de ellas, firmando un imponente 75 % de eficacia que refleja la solidez, continuidad y madurez competitiva de un equipo acostumbrado ya a reescribir la historia.
– España, el equipo que cambió la historia: tres títulos en dos años y un dominio que desafía generaciones.
(Fuente: UEFA)
En el fútbol, hay ciclos que marcan épocas, otros que construyen leyendas… y luego está la selección española femenina, que entre 2023 y 2025 firmó el que probablemente sea el periodo más brillante jamás vivido por un combinado nacional europeo. En apenas dos años, España acumuló en las vitrinas de la Real Federación Española de Fútbol una Copa del Mundo y dos UEFA Women’s Nations League, se instaló con naturalidad en las grandes finales del fútbol internacional femenino y, salvo excepciones mínimas, convirtió cada torneo en una demostración de madurez competitiva, valentía táctica y una mentalidad de campeón que antes parecía reservada para otras potencias. Su porcentaje de éxito en finales durante este ciclo es de un asombroso 75 %, una cifra que habla por sí sola: España no solo llega, sino que suele ganar.
Copa del Mundo que lo cambió todo
La historia reciente del fútbol español femenino tiene un antes y un después: 20 de agosto de 2023, Sídney, final del Mundial, España–Inglaterra. Aquel día, la selección dirigida entonces por Jorge Vilda tocó el cielo con las manos tras imponerse por 1-0 a la poderosa Inglaterra, conquistando su primer título mundial absoluto.
Esa victoria no fue únicamente un éxito deportivo. Fue el nacimiento de una identidad, de un estándar competitivo que ya nunca se abandonaría. Aquel Mundial colocó a España en el mapa con una fuerza que trascendió fronteras: un equipo joven, técnico, dominador, dueño del balón y con la convicción de que, pese a no tener la tradición de otras potencias, podía competir —y vencer— a cualquiera.
Consciente de su nuevo rol en el mundo, España afrontó en 2024 la primera edición de la UEFA Women’s Nations League como favorita y no falló.
En un torneo que midió a las mejores selecciones del continente, España se abrió paso con una mezcla de precisión táctica, impulso colectivo e individualidades brillantes. La final ante Francia, disputada en Sevilla, fue un mensaje para el futuro: España ganaba, convencía y consolidaba su supremacía continental.
Ese título, el primero de la Nations League, confirmó que lo de 2023 no era fruto de un pico de forma, sino de un modelo competitivo consolidado. España se había convertido en una referencia.
(Fuente: RFEF)
El 2025 llegaría con otro reto mayúsculo: revalidar el título continental. Y, una vez más, España respondió como un gigante. En la final frente a Alemania, una selección histórica y temible, el equipo español firmó una actuación de enorme personalidad, repleta de momentos de calidad y autoridad.
Con ese triunfo, España se convertía en bicampeona de la UEFA Women’s Nations League en solo dos años, una hazaña inédita que reafirmó que el ciclo dorado no solo se mantenía, sino que —para sorpresa de muchos— seguía creciendo.
En medio de tanta grandeza, España vivió también un episodio humano, imperfecto, que en lugar de frenar su impulso lo reforzó: la primera participación olímpica de su historia, en París 2024.
El equipo alcanzó las semifinales, compitió con la jerarquía de un veterano y firmó un meritorio cuarto puesto.
No hubo final, es cierto. No hubo medalla. Pero sí hubo una confirmación: incluso en su debut olímpico, España estaba lo suficientemente consolidada como para entrar en la pelea por el oro.
Ese fue el único torneo —en dos años— en el que el equipo no estuvo presente en un partido por un título. Una anomalía en un ciclo construido casi exclusivamente alrededor de finales, trofeos y celebraciones.
Y entonces llegó la gran cita continental: la Eurocopa de Suiza 2025. España completó un torneo sensacional, dominador, maduro, capaz de encontrar soluciones en contextos diversos. Caminó con seguridad hasta la final, donde esperaba la Inglaterra de siempre, la misma que un año antes había sido verdugo en la lucha por el bronce olímpico.
La final fue un choque de titanes, un duelo vibrante, nervioso, donde ambas selecciones desplegaron lo mejor de su identidad. Y pese al enorme partido de España, el desenlace sería cruel: derrota en los penaltis, una definición que, aunque fría y matemática, no logró empañar la magnitud del torneo realizado.
España estuvo a un disparo de añadir una Eurocopa a su colección. Y, aun así, volvió a demostrar que su sitio en el fútbol europeo está siempre entre los gigantes.
(Fuente: RFEF)
Si se observan los datos con perspectiva, el impacto es abrumador: • Mundial 2023 – Campeonas • Nations League 2024 – Campeonas • Juegos Olímpicos 2024 – Cuarto puesto • Nations League 2025 – Campeonas • Eurocopa 2025 – Subcampeonas (derrota por penaltis ante Inglaterra)
En total, cuatro finales disputadas en apenas dos años y tres títulos conquistados. Un 75 % de éxito en partidos por trofeos.
Es una cifra que no solo asombra: redefine el lugar de España en el fútbol mundial. Hasta hace pocos años, pensar en un dominio así habría sonado utópico. Hoy es una realidad palpable.
Lo que España ha construido entre 2023 y 2025 no es una casualidad ni un golpe de suerte. Es el resultado de un modelo, de una generación irrepetible y de una ambición que ha llevado al equipo nacional a tocar —y conquistar— las cumbres del fútbol mundial.
Dos Nations League, una Copa del Mundo, una final europea definida por penaltis y un debut olímpico que rozó la medalla. Tres títulos en dos años. Una presencia constante en las grandes citas. Una identidad que inspira a nuevas generaciones.
España no solo está en la élite, España es la élite y lo que viene, viendo el rumbo del equipo, parece estar a la altura de esta maravillosa historia que apenas acaba de empezar.
🟦 La Selección Española de Fútbol se llevó la segunda Nations League de su historia tras imponerse por 3-0 a Alemania en la final. Claudia Pina, con un doblete, fue la MVP del encuentro. Vicky López marcó el otro gol de las locales ante las 55.853 fans que estuvieron en las gradas del Metropolitano, récord de asistencia para ver a la “La Roja” escribir su nombre en la eternidad.
La noche del martes 2 de diciembre de 2025 no será una más en la historia del fútbol femenino. Madrid, la ciudad que ha visto crecer, sufrir, caer y renacer a generaciones enteras, se detendrá a las 18:30 (hora peninsular) cuando el silbato marque el inicio de un duelo que trasciende lo deportivo.
Porque en el corazón del Cívitas Metropolitano, coloso rojiblanco convertido en templo de finales, España y Alemania se enfrentarán con un marcador virgen —0-0 tras la ida— que flota sobre el césped como una promesa y un desafío.
Una final sin dueño, un trono sin reina y una historia sin firma.
Sobre esa hierba, la Selección española femenina buscará revalidar la Nations League y extender un ciclo glorioso que comenzó en 2023 con el Mundial. Delante estará Alemania, la nación que inventó la hegemonía en Europa, el gigante que nunca se rinde, la selección que ha marcado a generaciones de futbolistas y que se presenta en Madrid dispuesta a recuperar un título que siente suyo por tradición. La ida, en territorio germano, fue un choque de nervios y de supervivencia. España resistió al empuje alemán gracias a una Cata Coll gigante, autora de intervenciones que desafiaron la lógica, y a una Irene Paredes heroica, que despejó un gol cantado con el alma más que con la bota. Aquella imagen —una capitana bajo el larguero, sosteniendo el destino— quedará para siempre como el símbolo de un equipo que nunca se quiebra.
Y en ese mismo encuentro se abrió una puerta hacia el futuro: el debut de Edna Imade, cuya historia con España apenas comienza, pero que ya tiene su primera página escrita en un partido grande, tenso, al límite. Sonia Bermúdez le dio minutos y la futbolista respondió con descaro y hambre. No hay debut que pese más que el de una final, aunque sea en su primera mitad. Pero el regreso a Madrid trajo una noticia devastadora: Aitana Bonmatí, Balón de Oro, cerebro, creadora y brújula, no estará. Una fractura de peroné en un mal apoyo durante un entrenamiento ha sacudido los cimientos de la Roja. Para muchos equipos sería un golpe definitivo; para este, solo una prueba más. Porque España ha aprendido a vivir con la presión, la adversidad y la exigencia. Irene Paredes, voz y roca, lo resumió al instante: “Hay que tirar hacia delante. Es una final enorme, pero sabemos quiénes somos. Pensamos en jugar, en competir, en demostrar lo que llevamos dentro. Y a la afición… gracias. Que aprieten.” Y apretarán. El Metropolitano será un volcán. Un rugido. Un país convertido en coro.
Diez enfrentamientos históricos. Cinco victorias alemanas. Cuatro empates. Una sola victoria española —pero qué victoria—, aquel 0-1 legendario en la semifinal de la Eurocopa, el día en que España se liberó del peso psicológico de un gigante. Ahora se reencuentran en una final. Alemania, quinta en el ranking FIFA. España, primera del mundo. Nunca antes un duelo había concentrado tanta simbología en tan poco espacio. Y, como guion sentimental, 20 jugadoras de la Liga F Moeve estarán involucradas en la final: 19 españolas y una alemana: Bibiane Schulze, central del Athletic Club, que fue suplente en la ida. Un mosaico perfecto de cómo el fútbol femenino en España se ha convertido en un referente continental. Esta final no es un suceso aislado. Es el fruto de una trayectoria que ha transformado el fútbol femenino español para siempre. Para entenderla, hay que viajar atrás. 2015 — El despertar Con Ignacio Quereda, España disputó su primer Mundial. Empate ante Costa Rica, derrotas ante Brasil y Corea, eliminación temprana… y una revolución. Las 23 futbolistas firmaron una carta denunciando la falta de profesionalización del proyecto. Fue un terremoto que sacudió al país.
Quereda dimitió. Llegó Jorge Vilda. 2019 — La Selección ya es competitiva Victoria a Sudáfrica, caída ante Alemania, empate con China y un cruce histórico frente a Estados Unidos, que solo pudo imponerse por 1-2. Era la señal: España ya estaba lista para grandes escenarios. 2023 — El Mundial que cambió todo Una fase de grupos brillante. Una bofetada de Japón que sirvió de combustible. Una exhibición frente a Suiza. Un cruce heroico ante Países Bajos, decidido por Salma Paralluelo. Unos últimos minutos de locura frente a Suecia, resueltos por un misil de Olga Carmona. Y una final sublime ante Inglaterra, decidida por la misma Olga. España campeona del mundo. La mayor hazaña del deporte femenino español. 2024 — La Nations League que inauguró un reinado En Sevilla, España derrotó a Francia por 2-0. La primera Nations League. El primer trono continental. La confirmación de que el Mundial no fue un accidente, sino un aviso.
2025 — La segunda final consecutiva Ahora, el objetivo es repetir. Completar la doble corona. Entrar en la historia. Para esta final, la RFEF quiso algo más que una canción: quiso un mensaje. El grupo Bombai ha adaptado su tema para que toda España cante al unísono: “Contigo llegaría hasta el final.” Un grito que simboliza un equipo que nunca camina solo. Un estadio que será un coro. Una nación que, literalmente, empujará los balones desde la grada. El hashtag #LaFinalContigo ya late en las redes, esperando recoger lágrimas, abrazos, celebraciones, nervios, supersticiones, sueños. Todo. Porque esta selección ha enseñado a un país que la distancia entre afición y equipo es mínima cuando la emoción es inmensa. hay una futbolista que cristaliza la historia de España, esa es Jenni Hermoso. 13 años con la absoluta. Títulos en Europa. Títulos en México. Un Mundial. Una Nations League. Una trayectoria marcada por goles, lágrimas, heridas, celebraciones y resiliencia.
lo explica con una sinceridad que solo dan los años: “Nunca me dejé caer. Esta camiseta me ha acompañado en todo. Y ahora, poder vivir esto con mi familia en la grada… es de las cosas más bonitas que he sentido.” Desde aquel primer partido con España en 2012 hasta esta final en 2025, Jenni ha sido presente, pasado y futuro. Nadie entiende una final de la Roja sin su figura. Entre España y Alemania se acumulan 55 goles en 16 partidos: una media de 3,4 goles por encuentro. No es un choque que invite al silencio. Ni a la especulación. Ni al miedo. Es un duelo que exige decisión. Acción. Riesgo. El 0-0 de la ida es una trampa emocional: parece prudente, pero es un incendio subterráneo. Al más mínimo descuido, cualquiera de los dos colosos puede incendiar la final y ambos lo saben. España llega herida por la ausencia de Aitana, pero llega entera. Alemania llega motivada por la falta de gol en casa, pero llega peligrosa. Una campeona del mundo contra una reina de Europa. Dos estilos. Dos culturas futbolísticas. Dos maneras de entender la grandeza.
La final no pide nombres: pide carácter y Hermoso es una estrella que de eso va más que servida. El Metropolitano será juez. Será escenario. Será protagonista. Un estadio que ya ha vivido noches europeas inolvidables, ahora se transformará en la fortaleza donde España quiere escribir su segundo abrazo con la Nations League. Porque esta generación no solo compite: marcará una era. Porque esta final no solo define un campeón: define un legado. Porque este equipo no solo juega: inspira. Queda un partido. Queda un estadio entero empujando. Queda un marcador en blanco que pide historia. Queda la duda: ¿España levantará su segunda Nations League consecutiva? ¿O Alemania reclamará el trono que siente suyo? Queda lo mejor del fútbol. La incertidumbre. La épica. La emoción. El miedo. La esperanza.
(Fuente: RFEF)
Queda una final que será gigantesca, que será inolvidable, que será Europa encarnada en 90 minutos. Queda el rugido de un estadio. Queda el latido de un país. Queda una noche que ya es eterna incluso antes de empezar. El Metropolitano dictará sentencia. España o Alemania. La Roja o las reinas de Europa. La gloria tendrá solo un nombre. Y lo escribirá el fútbol. Los fans ya velan sus armas y acudirán en masa al Metropolitano con la intención de vibrar en un encuentro de leyenda que se recodará siempre, pase lo que pase, y en “El Partido de Manu” estaremos acreditados para poder dar fe in sitio de la historia que está por venir, al más puro estilo de Elena Farga.
Del Riyadh Air Metropolitano al cielo. Así empezó todo. Así terminó todo. Así se escribió una tarde que ya pertenece a la memoria sagrada del fútbol español, empujada por las 55.843 almas que convirtieron el Metropolitano en un volcán, en un reactor, en una lanzadera hacia la gloria. La Selección salió al césped como si supiera que nada podía detenerla, empapada de ese rugido colectivo que no solo anima: transforma. Desde el primer segundo se vio que España iba a mandar.
Y la primera en hacerlo fue Vicky López, la gran novedad de Sonia Bermúdez en el once, que metió un balón templado al área al que Alexia Putellas llegó a milímetros de convertir en la primera ofrenda a la historia. No fue gol por cuestión de centímetros, los mismos que separaron el zapatazo de Esther González del poste tras una acción que heló a Berlín y encendió Madrid. La Roja era un torbellino, y volvió a demostrarlo cuando Alexia, imperial, sacó un testarazo que obligó a Berger a volar para sacar una mano baja que llevaba destino de titular en los diarios alemanes. Pero Alemania, dolida en su orgullo, respondió con Kett, primero con un disparo alto y luego con un latigazo que atrapó una Cata Coll inalterable, firme, enorme, como si hubiese decidido blindar su portería desde la primera mirada al balón.
(Fuente: “El Partido de Manu”)
Con el paso de los minutos, la Alemania de Christian Wück empezó a ganar metros, a oler peligro, a tensar el duelo, aunque España, firme atrás, no cedía ni un centímetro. Mariona, siempre cerebral, siempre precisa, metió un centro perfecto que Esther enganchó de volea a las manos de Berger. Era un toma y daca de colosos, un guion digno de una final anticipada.
Anyomi probó desde lejos sin inquietar a Cata, mientras que en el otro extremo del campo, Claudia Pina intentaba romper la muralla germana, que solo cedía en acciones aisladas. La más clara, un disparo de Brand que atrapó Cata con autoridad. Paredes estuvo cerca de rematar un centro que se paseó por el área, y Mariona, segundos después, envió fuera una jugada colectiva que resumió la brillantez del ataque español. Pina también rozó el gol cuando se quedó a un suspiro de conectar un centro perfecto, antes de levantar al Metropolitano con un lanzamiento de falta directa que salió besando la escuadra.
Al borde del descanso, España aún tuvo dos más: un disparo lejano de Vicky y un chut de Mariona desde dentro del área. Pero todavía quedaba el susto final: un disparo de Anyomi que lamió el poste y silenció el estadio por un instante.
Las 22 protagonistas ganaron el túnel de vestuarios con el marcador todavía pendiente de ser inaugurado tras 135 minutos, entre la ida y la vuelta, de máximo equilibrio.
La reanudación fue la apertura de un nuevo capítulo, esta vez escrito a fuego. España salió a devorar, y lo demostró con un cabezazo de Esther que se marchó a córner. Alemania aguantaba, cerrada, áspera, sabiendo que un gol español podía dinamitar todo su plan. Cerci respondió desde la frontal con un disparo alto, pero el encuentro ya tenía dueño emocional, rítmico y anímico: España.
Faltaba un golpe maestro, un chispazo, una jugadora que transformara intención en eternidad. Y apareció. Claudia Pina, la de Moncada y Reixach, la atacante que juega como si conociera la partitura del fútbol antes de que llegue a los pies, combinó con Mariona en una pared celestial y soltó un latigazo que Berger desvió lo justo para retardar lo imposible y es que el esférico acabó en la jaula para abrir la lata con el 1–0 en el minuto 61 de juego.
⚽️ GOAL ⚽️
Clàudia Pina gets the breakthrough in the #UWNL final!
Aquello ya no era un partido: era una liberación, una afirmación de poder, un acto de fe colectiva. Y en ese trance, llegó la magia. Vicky López, la joven vallecana con alma de vieja estrella, recibió dentro del área, se perfiló para la zurda y soltó un disparo seco, furioso, poético, que se estrelló en la red como un meteorito rojo, era el 2-0 de la exjugadora del Madrid CFF.
⚽️ GOAL ⚽️
Vicky López doubles Spain's lead in the #UWNL final!
El dos a cero en el 68 del partido dio cierta dosis de calma y la puerta del cielo y el estadio entero se levantó para ovacionarla cuando Sonia Bermúdez decidió reemplazarla por Athenea del Castillo, era su tarde.ñ
Era su consagración. Era su nombre ascendiendo a los altares, seamos claros.
España convertida en apisonadora, pidió más. Y Claudia Pina, decidida a ser la Bota de Oro, decidió que el partido merecía una rúbrica a su altura. Recibió, armó la pierna y soltó un disparo que no es un disparo: es un manifiesto. El balón viajó como un rayo y se incrustó en la portería de la ocho veces campeona de Europa, que perdía ya por 3–0 cuando el reloj deambulaba por el minuto 74 y a un cuarto de hora del noventa se declaró el estado de felicidad en el feudo rojiblanco.
Ocho goles llevaron su rúbrica en la Nations League, igualando a Wullaert. Magia azulgrana. Delirio rojo. Historia absoluta. Berger aún evitó el cuarto ante Athenea. El partido ya era un himno.
Con el reloj agotándose, Sonia Bermúdez dio entrada a Jana, Fiamma y Edna por Ona Batlle, Alexia —MVP imperial— y Pina, que se fue ovacionada como se van las grandes: con un estadio entero reconociendo que ha visto algo irrepetible. Cuando sonó el pitido final, España no solo había ganado. Había conquistado su segunda Nations League. Había firmado una tarde eterna. Había demostrado que este equipo ya no compite contra nadie, porque vuela. Porque domina. Porque manda.
(Fuente: UEFA)
Y así, cuando los ecos se iban apagando, volvió la frase que abrió el día, cerrando el círculo perfecto de las epopeyas. Del Riyadh Air Metropolitano al cielo.
(Fuente: “El Partido de Manu”)
Así empezó la tarde. Así terminó. Y así seguirá recordándose mientras exista el fútbol. Porque este equipo no mira al cielo como meta, sino como punto de partida. España volvió a reinar. España volvió a emocionar. España volvió a volar. Y desde lo alto, muy arriba, donde solo llegan las mejores, la Selección Española de Fútbol ya mira su siguiente destino sin miedo, sin dudas, sin freno.
Del Riyadh Air Metropolitano al cielo. Y de ahí, siempre arriba porque España, que ya está en el tercer puesto de la clasificación UEFA parece no tener techo y su hambre y ambición están intactas.
(Fuente: RFEF)
Tras su brillante victoria ante Alemania, la Selección ha escrito este 2 de diciembre una nueva página dorada en su historia con la consecución de su segunda Nations League, un hito sin precedentes en Europa.
De las dos ediciones disputadas hasta la fecha, España ha salido victoriosa en ambas de forma consecutiva, sumando así su tercer título internacional después del Mundial de 2023. Una gesta brillante que aúpa al equipo de todos hasta la tercera posición del podio de los planteles europeos más laureados.
Con este triunfo, las jugadoras de Sonia Bermúdez, quien ha conquistado su primer trofeo como seleccionadora nacional absoluta, mantienen, además, su idilio con el torneo continental, donde han firmado quince victorias en dieciocho encuentros a lo largo de los años, anotando en este tiempo 58 goles a favor y 17 en contra entre fase de grupos y eliminatorias.
Si hace poco más de un año fueron Aitana y Mariona, ante Francia y en la capital hispalense (2-0), las responsables de firmar los goles que llevaron al combinado nacional a la gloria, este martes, frente a Alemania y en un Metropolitano de récord, han sido Claudia Pina -por partida doble- y Vicky López las encargas de sellar la victoria (3-0) y mantener la hegemonía en la competición.
La UEFA Women’s Nations League brillará, por partida doble, en las vitrinas de la Selección Española de Fútbol.
El Riyadh Air Metropolitano ha vivido este martes 2 de diciembre una tarde histórica para la Selección española femenina. El estadio madrileño se ha convertido en el recinto con mayor afluencia de público en un partido del combinado nacional. 55.843 aficionados han llenado las gradas para presenciar la vuelta de la final de la UEFA Women’s Nations League, en la que España se ha medido a Alemania en el duelo decisivo por el título.
El ambiente fue espectacular desde horas antes de que el colegiado pitase el inicio del partido. Familias, peñas y seguidores llegados de diferentes puntos del país tiñeron de rojo los aledaños del estadio, en una demostración más de que esta Selección no conoce límites.
Con esta nueva cifra, el Riyadh Air Metropolitano supera el anterior récord nacional, establecido el 28 de febrero de 2024 durante la final del mismo torneo, aquella vez celebrada en La Cartuja. Aquel día, 32.657 personas animaron desde las gradas a una Selección que, tras ganar a Francia, se proclamó campeona de la primera edición de la UEFA Women’s Nations League.
(Fuente: UEFA)
En definitiva, un hito histórico que confirma el gran momento de la Selección femenina en España y refuerza el camino de una afición que no deja de crecer.
(Fuente: “El Partido de Manu”)
📋 Ficha técnica |
España: Cata Coll; Ona Batlle (Jana Fernández 87’), Irene Paredes, Mapi León, Olga Carmona; Laia Aleixandri, Vicky López (Athenea del Castillo 70’), Alexia Putellas (Fiamma Benítez 87’); Mariona Caldentey, Esther González (Jenni Hermoso 80’) y Claudia Pina (Edna Imade 87’).
Árbitra principal: Silvia Gasperotti. Amonestó a Mapi León por parte de España y a Giulia Gwinn y a Selina Cerci por parte de Alemania.
Árbitra: Silvia Gasperotti (ITA).
Asistentes: Giulia Tempestilli (ITA) y Stefania Signorelli (ITA).
Cuarta árbitra: Frida Klarlund (DEN)
VAR: Aleandro Di Paolo (ITA).
Asistente del VAR: Michael Fabbri (ITA).
Incidencias | Partido correspondiente a la vuelta de la final de la UEFA Women’s Nations League 2025 entre España y Alemania que se ha celebrado en el Estadio Metropolitano de Madrid ante 55.843 espectadores en una superficie de hierba natural.
🟦 La ciudad de Madrid se prepara para vivir una noche histórica: la final de la UEFA Women’s Nations League 2025 enfrentará a España y Alemania en el Metropolitano, con un marcador aún en blanco y un estadio que promete convertirse en un volcán de emoción, pasión y gloria. “La Roja” vestida de rojo y azul, y sus guardametas de amarillo, buscará revalidar el título ante un gigante europeo que jamás se rinde, en un duelo que trasciende lo deportivo y marca el pulso del fútbol femenino mundial.
La noche del martes 2 de diciembre de 2025 no será una más en la historia del fútbol femenino. Madrid, la ciudad que ha visto crecer, sufrir, caer y renacer a generaciones enteras, se detendrá a las 18:30 (hora peninsular) cuando el silbato marque el inicio de un duelo que trasciende lo deportivo. Porque en el corazón del Riyadh Air Metropolitano, coloso rojiblanco convertido en templo de finales, España y Alemania se enfrentarán con un marcador virgen —0-0 tras la ida— que flota sobre el césped como una promesa y un desafío. Sobre esa hierba, la Selección española femenina saltará al terreno de juego enfundada en su piel más reconocible: camiseta roja, pantalón azul y medias azules, mientras las guardametas lucirán el amarillo, un destello que simboliza la última línea de un equipo que no negocia la valentía.
España buscará revalidar la Nations League y extender un ciclo glorioso que comenzó en 2023 con el Mundial. Delante estará Alemania, la nación que inventó la hegemonía en Europa, el gigante que nunca se rinde y que se presenta en Madrid dispuesta a recuperar un título que siente suyo por tradición. La ida en territorio germano fue un choque de nervios y supervivencia: Cata Coll gigante, Irene Paredes heroica, y el debut de Edna Imade, que ya escribió su primera página en un gran partido. Sin embargo, la Roja llega herida: Aitana Bonmatí, Balón de Oro y brújula del equipo, no estará por lesión. Pero España ha aprendido a vivir con la presión, la adversidad y la exigencia. Irene Paredes lo resumió: “Hay que tirar hacia delante… Pensamos en jugar, competir, demostrar lo que llevamos dentro. Y a la afición… gracias. Que aprieten.” Y apretarán. El Metropolitano será un volcán, un rugido, un país convertido en coro.
Diez enfrentamientos históricos entre España y Alemania reflejan la intensidad de esta cita: cinco victorias alemanas, cuatro empates y una sola victoria española, aquel 0-1 legendario en la semifinal de la Eurocopa.
Ahora, Alemania quinta en el ranking FIFA y España primera del mundo, se reencuentran en una final cargada de simbolismo. Entre las convocadas, 20 jugadoras de la Liga F Moeve estarán involucradas: 19 españolas y una alemana, Bibiane Schulze, central del Athletic Club, que fue suplente en la ida, mostrando cómo el fútbol femenino español se ha convertido en referente continental.
Esta final no es un suceso aislado. Es el fruto de una trayectoria que transformó el fútbol femenino español: desde 2015, con la revolución de las jugadoras contra la falta de profesionalización; pasando por la competitividad de 2019; hasta el Mundial de 2023 que cambió todo y la Nations League de 2024 que inauguró un reinado.
En 2025, el objetivo es repetir, completar la doble corona y marcar historia. Para este momento, el grupo Bombai ha adaptado su tema “Contigo llegaría hasta el final”, un grito que simboliza la unión entre afición y equipo.
Entre las figuras que cristalizan la historia de España está Jenni Hermoso, 13 años con la absoluta, campeona de Europa, México, Mundial y Nations League, un emblema de goles, lágrimas, resiliencia y gloria. Como ella dice: “Nunca me dejé caer. Esta camiseta me ha acompañado en todo. Y ahora, poder vivir esto con mi familia en la grada… es de las cosas más bonitas que he sentido.”
Entre España y Alemania se acumulan 55 goles en 16 partidos, una media de 3,4 por encuentro. El 0-0 de la ida es una trampa emocional: cualquiera de los dos colosos puede incendiar la final y ambos lo saben. España llega entera a pesar de la ausencia de Aitana; Alemania llega motivada pero peligrosa. Campeona del mundo contra reina de Europa. Dos estilos, dos culturas futbolísticas, dos formas de entender la grandeza.
Los más de 250 profesionales acreditados para cubrir la final serán testigos de un espectáculo histórico. Las acreditaciones se entregarán en la Puerta 6 a partir de las 16:30 horas. La afición, el equipo y la historia se fundirán en una misma emoción: un estadio convertido en fortaleza donde España quiere escribir su segundo abrazo con la Nations League. Porque esta generación no solo compite: marca una era. Porque esta final no solo define un campeón: define un legado.
Queda un partido. Queda un estadio empujando. Queda un marcador en blanco que pide historia. Queda la duda: ¿España levantará su segunda Nations League consecutiva o Alemania reclamará el trono que siente suyo? Queda lo mejor del fútbol: incertidumbre, épica, emoción, miedo y esperanza. Queda una final que será gigantesca, inolvidable, Europa en 90 minutos. El Metropolitano dictará sentencia. España o Alemania. La Roja o las reinas de Europa. La gloria tendrá solo un nombre. Y lo escribirá el fútbol.
Los fans ya velan sus armas y acudirán en masa al Metropolitano para vibrar en un encuentro de leyenda que se recordará siempre, y en “El Partido de Manu” estaremos acreditados para dar fe in situ de la historia que está por venir, al más puro estilo de Elena Farga.
El trofeo de la UEFA Women’s Nations League (en español, Liga de Naciones Femenina de la UEFA) es mucho más que un objeto de metal: es un símbolo tangible de la evolución del fútbol femenino en Europa. Su aparición marca un hito, pues representa la consagración de una competición continental donde las selecciones nacionales femeninas pueden disputar —al igual que sus homólogas masculinas— un torneo con sistema de ligas, ascensos, descensos y una final a la que aspirar.
Este trofeo fue revelado por primera vez durante el sorteo de las finales (final-four) en la sede de la UEFA en Nyon, Suiza.  Desde ese momento, la imagen del trofeo ya quedó asociada a una idea ambiciosa: elevar el estatus y la visibilidad del fútbol femenino en Europa. Tal como dijo uno de los responsables del diseño, el trofeo busca transmitir “la elevación de una nación” —el momento en que una selección logra alzarse por encima de todas tras un ciclo de esfuerzo, ascensos y combates.
La creación de la Women’s Nations League responde a una voluntad clara de la UEFA: institucionalizar, profesionalizar y dar visibilidad a las selecciones nacionales femeninas en una estructura competitiva similar a la masculina.
Cuando se presentó el trofeo, uno de los mensajes de la UEFA fue el de que este trofeo merecía ser “espectacular” —porque la competición lo era.  Además, reflejaba un compromiso simbólico: otorgar a las mujeres el mismo tipo de reconocimiento y prestigio que sus colegas masculinos desde una perspectiva de igualdad deportiva.
Cuando se presentó el trofeo, uno de los mensajes de la UEFA fue el de que este trofeo merecía ser “espectacular” —porque la competición lo era.  Además, reflejaba un compromiso simbólico: otorgar a las mujeres el mismo tipo de reconocimiento y prestigio que sus colegas masculinos desde una perspectiva de igualdad deportiva.
En definitiva, el trofeo de la UEFA Women’s Nations League no es simplemente un objeto de plata o un premio más. Es una metáfora del ascenso colectivo, de la visibilidad recién conquistada, de la profesionalización de selecciones que quieren ganar todo —y en igualdad de condiciones. Es un puente entre generaciones, una promesa de futuro y un reconocimiento del pasado.
Que una selección levante ese trofeo supone no solo proclamar su superioridad deportiva, sino también afirmar que el fútbol femenino importa, que tiene historia, peso, raíces y alas para volar en Europa. Y cada edición que pase —cada jornada, cada gol, cada final— engrandecerá ese trofeo, que no deja de ser, en el fondo, un faro de esperanza y orgullo para millones de mujeres que sueñan con pisar un campo y alzarlo al cielo.
No existe trofeo más simbólico para este tiempo. No existe copa más cargada de ambición para un continente que ha decidido, por fin, mirar al fútbol femenino con la grandeza y el respeto que merece. No existe objeto más adecuado para coronar una final entre España y Alemania, en un templo majestuoso, en una ciudad que late fútbol.
Porque este trofeo no es una recompensa. Es una declaración. Un mensaje. Una historia en vertical. El espejo del ascenso y la promesa del futuro.
Y el día que una capitana lo eleve sobre su cabeza, la imagen quedará grabada para siempre como el momento exacto en que la Women’s Nations League se convirtió en leyenda.
– La noche en que el Metropolitano decide un trono y escribe una era
(Fuente: RFEF)
La noche del martes 2 de diciembre de 2025 no será una más en la historia del fútbol femenino. Madrid, la ciudad que ha visto crecer, sufrir, caer y renacer a generaciones enteras, se detendrá a las 18:30 (hora peninsular) cuando el silbato marque el inicio de un duelo que trasciende lo deportivo. Porque en el corazón del Cívitas Metropolitano, coloso rojiblanco convertido en templo de finales, España y Alemania se enfrentarán con un marcador virgen —0-0 tras la ida— que flota sobre el césped como una promesa y un desafío.
Una final sin dueño, un trono sin reina y una historia sin firma.
— Selección Española Femenina de Fútbol (@SEFutbolFem) December 1, 2025
Sobre esa hierba, la Selección española femenina buscará revalidar la Nations League y extender un ciclo glorioso que comenzó en 2023 con el Mundial. Delante estará Alemania, la nación que inventó la hegemonía en Europa, el gigante que nunca se rinde, la selección que ha marcado a generaciones de futbolistas y que se presenta en Madrid dispuesta a recuperar un título que siente suyo por tradición.
La ida, en territorio germano, fue un choque de nervios y de supervivencia. España resistió al empuje alemán gracias a una Cata Coll gigante, autora de intervenciones que desafiaron la lógica, y a una Irene Paredes heroica, que despejó un gol cantado con el alma más que con la bota. Aquella imagen —una capitana bajo el larguero, sosteniendo el destino— quedará para siempre como el símbolo de un equipo que nunca se quiebra.
Y en ese mismo encuentro se abrió una puerta hacia el futuro: el debut de Edna Imade, cuya historia con España apenas comienza, pero que ya tiene su primera página escrita en un partido grande, tenso, al límite. Sonia Bermúdez le dio minutos y la futbolista respondió con descaro y hambre. No hay debut que pese más que el de una final, aunque sea en su primera mitad.
Pero el regreso a Madrid trajo una noticia devastadora: Aitana Bonmatí, Balón de Oro, cerebro, creadora y brújula, no estará. Una fractura de peroné en un mal apoyo durante un entrenamiento ha sacudido los cimientos de la Roja. Para muchos equipos sería un golpe definitivo; para este, solo una prueba más. Porque España ha aprendido a vivir con la presión, la adversidad y la exigencia.
Irene Paredes, voz y roca, lo resumió al instante: “Hay que tirar hacia delante. Es una final enorme, pero sabemos quiénes somos. Pensamos en jugar, en competir, en demostrar lo que llevamos dentro. Y a la afición… gracias. Que aprieten.”
Y apretarán. El Metropolitano será un volcán. Un rugido. Un país convertido en coro.
Diez enfrentamientos históricos. Cinco victorias alemanas. Cuatro empates. Una sola victoria española —pero qué victoria—, aquel 0-1 legendario en la semifinal de la Eurocopa, el día en que España se liberó del peso psicológico de un gigante.
Ahora se reencuentran en una final. Alemania, quinta en el ranking FIFA. España, primera del mundo. Nunca antes un duelo había concentrado tanta simbología en tan poco espacio.
Y, como guion sentimental, 20 jugadoras de la Liga F Moeve estarán involucradas en la final: 19 españolas y una alemana: Bibiane Schulze, central del Athletic Club, que fue suplente en la ida. Un mosaico perfecto de cómo el fútbol femenino en España se ha convertido en un referente continental.
Esta final no es un suceso aislado. Es el fruto de una trayectoria que ha transformado el fútbol femenino español para siempre. Para entenderla, hay que viajar atrás.
2015 — El despertar
Con Ignacio Quereda, España disputó su primer Mundial. Empate ante Costa Rica, derrotas ante Brasil y Corea, eliminación temprana… y una revolución. Las 23 futbolistas firmaron una carta denunciando la falta de profesionalización del proyecto. Fue un terremoto que sacudió al país.
Quereda dimitió. Llegó Jorge Vilda.
2019 — La Selección ya es competitiva
Victoria a Sudáfrica, caída ante Alemania, empate con China y un cruce histórico frente a Estados Unidos, que solo pudo imponerse por 1-2. Era la señal: España ya estaba lista para grandes escenarios.
2023 — El Mundial que cambió todo
Una fase de grupos brillante. Una bofetada de Japón que sirvió de combustible. Una exhibición frente a Suiza. Un cruce heroico ante Países Bajos, decidido por Salma Paralluelo. Unos últimos minutos de locura frente a Suecia, resueltos por un misil de Olga Carmona. Y una final sublime ante Inglaterra, decidida por la misma Olga. España campeona del mundo. La mayor hazaña del deporte femenino español.
2024 — La Nations League que inauguró un reinado
En Sevilla, España derrotó a Francia por 2-0. La primera Nations League. El primer trono continental. La confirmación de que el Mundial no fue un accidente, sino un aviso.
2025 — La segunda final consecutiva
Ahora, el objetivo es repetir. Completar la doble corona. Entrar en la historia.
Para esta final, la RFEF quiso algo más que una canción: quiso un mensaje. El grupo Bombai ha adaptado su tema para que toda España cante al unísono: “Contigo llegaría hasta el final.” Un grito que simboliza un equipo que nunca camina solo. Un estadio que será un coro. Una nación que, literalmente, empujará los balones desde la grada.
El hashtag #LaFinalContigo ya late en las redes, esperando recoger lágrimas, abrazos, celebraciones, nervios, supersticiones, sueños. Todo. Porque esta selección ha enseñado a un país que la distancia entre afición y equipo es mínima cuando la emoción es inmensa.
hay una futbolista que cristaliza la historia de España, esa es Jenni Hermoso. 13 años con la absoluta. Títulos en Europa. Títulos en México. Un Mundial. Una Nations League. Una trayectoria marcada por goles, lágrimas, heridas, celebraciones y resiliencia.
Ella lo explica con una sinceridad que solo dan los años: “Nunca me dejé caer. Esta camiseta me ha acompañado en todo. Y ahora, poder vivir esto con mi familia en la grada… es de las cosas más bonitas que he sentido.”
Desde aquel primer partido con España en 2012 hasta esta final en 2025, Jenni ha sido presente, pasado y futuro. Nadie entiende una final de la Roja sin su figura.
Entre España y Alemania se acumulan 55 goles en 16 partidos: una media de 3,4 goles por encuentro. No es un choque que invite al silencio. Ni a la especulación. Ni al miedo. Es un duelo que exige decisión. Acción. Riesgo.
El 0-0 de la ida es una trampa emocional: parece prudente, pero es un incendio subterráneo.
Al más mínimo descuido, cualquiera de los dos colosos puede incendiar la final y ambos lo saben.
España llega herida por la ausencia de Aitana, pero llega entera. Alemania llega motivada por la falta de gol en casa, pero llega peligrosa. Una campeona del mundo contra una reina de Europa. Dos estilos. Dos culturas futbolísticas. Dos maneras de entender la grandeza.
La final no pide nombres: pide carácter y Hermoso es una estrella que de eso va más que servida.
El Metropolitano será juez. Será escenario. Será protagonista.
Un estadio que ya ha vivido noches europeas inolvidables, ahora se transformará en la fortaleza donde España quiere escribir su segundo abrazo con la Nations League.
Porque esta generación no solo compite: marcará una era. Porque esta final no solo define un campeón: define un legado. Porque este equipo no solo juega: inspira.
Queda un partido. Queda un estadio entero empujando. Queda un marcador en blanco que pide historia. Queda la duda: ¿España levantará su segunda Nations League consecutiva? ¿O Alemania reclamará el trono que siente suyo?
Queda lo mejor del fútbol. La incertidumbre. La épica. La emoción. El miedo. La esperanza.
Queda una final que será gigantesca, que será inolvidable, que será Europa encarnada en 90 minutos. Queda el rugido de un estadio. Queda el latido de un país. Queda una noche que ya es eterna incluso antes de empezar.
El Metropolitano dictará sentencia. España o Alemania. La Roja o las reinas de Europa. La gloria tendrá solo un nombre. Y lo escribirá el fútbol.
Los fans ya velan sus armas y acudirán en masa al Metropolitano con la intención de vibrar en un encuentro de leyenda que se recodará siempre, pase lo que pase, y en “El Partido de Manu” estaremos acreditados para poder dar fe in sitio de la historia que está por venir, al más puro estilo de Elena Farga.
— Selección Española Femenina de Fútbol (@SEFutbolFem) December 1, 2025
Cerrar el año levantando un título. No existe una frase que resuma mejor el latido actual del fútbol español que esa. España, que en este 2025 ya puede presumir de haber tocado el cielo como subcampeona de Europa y, además, de haber alcanzado la cúspide universal como número uno del ranking FIFA, se presenta ante su propio destino con el hambre intacta, voraz, irreductible. Una selección que ha aprendido a vivir en la élite y que ahora necesita confirmar, una vez más, que este tiempo les pertenece. Segunda final en apenas cuatro meses. Segunda final consecutiva de esta UEFA Women’s Nations League que, por momentos, parece escrita por ellas y para ellas. La ambición no se negocia: revalidar el título, doblegar a Alemania y celebrar en Madrid, en casa, ante su gente, en un Metropolitano que ya respira final aunque falten horas para que el balón eche a rodar mañana, martes 2 de diciembre, a las 18:30h, en directo por La 1 de RTVE. Una fecha, una hora y un estadio que ya se han convertido en mantra colectivo.
Sobre el césped, la última sesión de entrenamiento no fue un trámite, sino un juramento tácito. Sonia Bermúdez, heredera y continuadora del legado, dirigió la preparación con la firmeza con la que una líder conduce a un ejército antes de entrar en combate. Intensidad, precisión, concentración, miradas que no buscan distracción porque saben exactamente lo que está en juego. España afinó automatismos, revisó detalles tácticos, pulió movimientos con y sin balón, reforzó la estructura defensiva y la fluidez ofensiva con la que espera desarmar a una Alemania que jamás concede nada, que jamás se rinde, que vive históricamente en ese lugar donde ganar siempre parece lo normal. Pero España quiere reescribir el refrán. Quiere demostrar que no siempre gana Alemania. Quiere demostrar que este juego también se escribe con el nombre de estas futbolistas.
No obstante, la final llega herida, con un vacío imposible de disimular en la sala de máquinas. Aitana Bonmatí, tres veces Balón de Oro, cerebro y pulso de este equipo, abandonó ayer la concentración después de que los servicios médicos de la RFEF confirmaran lo que nadie quería ni imaginar: una fractura de peroné en la pierna izquierda durante el entrenamiento en Las Rozas. Una acción fortuita, un mal apoyo, un dolor que inmediatamente reveló algo más grave. La centrocampista de San Pere de Ribes ha vivido un año tan brillante como cruel; la meningitis vírica que la apartó del inicio de la Eurocopa fue el primer golpe, esta nueva lesión es el segundo. Ella, que lo juega todo, que lo sostiene todo, que lo interpreta todo, no podrá estar en esta final. Su ausencia no detiene al grupo, lo endurece. La herida se transforma en combustible.
Con su baja, de las 25 convocadas inicialmente por Bermúdez —dos más de las permitidas por UEFA para esa primera lista tras sustituir a Montse Tomé después de perder la final continental ante Inglaterra— solo una jugadora tendrá que quedar fuera, presumiblemente la guardameta Eunate Astrálaga. La lógica señala que Fiamma Benítez, que en principio iba a ser una de las descartadas, verá cómo el destino la llama, cómo la oportunidad se abre frente a ella. Fiamma en el Metropolitano. Fiamma en casa. Fiamma, quizá, acompañando a Alexia Putellas en la medular como brújula, como nueva luz donde antes estaba Aitana. El fútbol siempre deja huecos, pero también abre puertas.
El grupo no pierde calma. Irene Paredes, capitana, voz firme en rueda de prensa, recordó que una baja duele, pero que este equipo no funciona por nombres individuales sino por un sistema de creencia mutua. Que en Alemania se sufrió, sí, que la primera parte costó, que defender un 0-0 fuera de casa no fue cómodo, pero que resistieron juntas, que trabajan juntas, que han llegado hasta aquí porque se sostienen unas a otras cuando el viento sopla en contra. Alemania es poderosa, es histórica, es ocho veces campeona de Europa, pero España también es campeona. España también sabe sufrir. España también sabe ganar.
Sonia Bermúdez secundó esa energía. No negó lo evidente —la baja de Aitana es enorme—, pero insistió en que esta selección tiene recursos, variantes, inteligencia y versatilidad para seguir siendo dominante. Que buscan más posesión, más ritmo, más control. Que han estudiado a Alemania, que han trabajado soluciones, que el Estadio Metropolitano lleno con 70.000 almas va a empujar, a rugir, a sostener cuando las piernas tiemblen y el corazón exija más de lo que parece posible. Una final es un territorio donde el detalle define la gloria. Una pérdida, un regate, un pase dividido, una ocasión bajo palos como la que salvó Paredes en la ida. España sabe que la excelencia en lo pequeño puede significar una celebración interminable.
Y como si la noche necesitara un latido adicional, la música también será parte del relato. Iberdrola, socio patrocinador de la Selección, ha hecho posible que La La Love You convierta el descanso en una fiesta emocional. El Metropolitano escuchará El principio de algo, aquella canción que las jugadoras adoptaron tras ganar a Alemania y meterse en la final de la Eurocopa. Ahora sonará ante todo el estadio, ante toda la afición, como un ritual de memoria, de pasado reciente que quiere repetirse en presente dorado. Una final con fútbol, con energía, con música, con identidad. Una final que puede elevar otra vez a España al trono.
Quedan horas. Menos de un día. El aire ya huele a partido grande. Las calles de Madrid, las gradas del estadio, las piernas de las jugadoras saben que la historia vuelve a llamar. España puede cerrar el año levantando un título. España puede revalidar la Nations League. España puede, ante Alemania, ante el mundo, demostrar que no es una casualidad, sino una era.
El resto será fútbol. El resto será gloria o aprendizaje. Pero esta Selección ya está preparada. Ya ha elegido camino.
Ya ha decidido que quiere ganar. Y cuando un equipo cree —cuando un país entero late detrás— no hay refrán que dicte quién triunfa.
Mañana, a las 18:30, horario peninsular en el Metropolitano, se escribe la próxima página y puede ser eterna.
⬜️ El Riyadh Air Metropolitano será un volcán rojo con más de 45.000 almas en una final que puede reescribir para siempre la historia del fútbol femenino español. Tras el empate en Kaiserslautern y con la ausencia dolorosa de Aitana Bonmatí, la selección se aferra a su fe y su fútbol para derribar a la potencia eterna: Alemania.
España–Alemania: la noche en la que el fútbol femenino español puede cambiar para siempre. No hablamos de un simple partido, ni de una disputa más en el calendario internacional. Hablamos de un país que se detiene, de un estadio convertido en volcán emocional, de un pueblo futbolístico que ha decidido no soñar, sino exigir su lugar en la eternidad. La vuelta de la final de la UEFA Women’s Nations League 2025 arrastra consigo una marea histórica. Tras el 0-0 en la ida de Kaiserslautern, la corona queda suspendida en el aire como una sentencia que solo 90 minutos —o más, si hace falta— podrán rubricar. Madrid será el territorio donde el destino decidirá si Alemania mantiene su hegemonía o si España, ya Reina del Mundo, se convierte por fin en dueña absoluta de Europa.
El Riyadh Air Metropolitano será, este martes 2 de diciembre a partir de las 18:30 en La 1 de RTVE, algo más que un estadio: será tambor, será garganta colectiva, será la fragua donde se templará el acero del futuro. Más de 45.000 entradas agotadas, un rugido previsto que convertirá el cemento en músculo y la tribuna en pulmón. No habrá silencio ni duda: cada asiento es una promesa, cada bandera un fuego, cada voz un empuje para un equipo que ya aprendió a mirar de frente a los gigantes. Y Alemania sigue ahí, como última fortaleza de un mundo que España lleva años derribando ladrillo a ladrillo. Ocho veces campeona continental, referencia eterna, bestia de escudo negro y disciplina férrea. Pero esta vez visita la caldera rojigualda, esta vez llega en territorio inflamable, esta vez se enfrenta a generaciones que crecieron viendo a sus propias ídolas coronarse en Wembley, reinar en Nueva Zelanda, desafiar al mundo en Suiza.
La estadística no engaña, pero tampoco amedrenta: en los últimos siete enfrentamientos, Alemania domina con tres victorias, dos empates y un solo triunfo español. Uno solo, sí, pero uno suficiente para incendiar la memoria: semifinales de la Eurocopa 2025, prórroga, minuto 116, y Aitana Bonmatí partiendo en dos la historia con un zurdazo que dobló el rodillo germano. Aquella noche España dejó de caminar —empezó a galopar. Ahora busca que ese fogonazo no sea mito, sino el primer capítulo de una era.
Pero toda epopeya exige tragedia, toda gloria nace del dolor, y el golpe ha sido duro, quizás el más cruel. La Real Federación Española de Fútbol lo confirmó en un comunicado médico que estremeció al país: Aitana Bonmatí Conca, tres veces Balón de Oro, símbolo, cerebro, pecho descubierto ante el universo, ha sufrido una fractura en el peroné de su pierna izquierda durante el entrenamiento en Las Rozas. Un mal apoyo, una acción fortuita, un zarpazo del destino. Las pruebas fueron concluyentes y la centrocampista quedó descartada para la final. No hay milagro posible esta vez. Ha regresado a Barcelona para iniciar una recuperación que se extenderá al menos tres meses. Una baja monumental, un vacío que no se sustituye: se asume, se abraza, se transforma en fuerza.
No es la primera vez que Aitana despliega resiliencia sobre el dolor. Hace apenas unos meses, en la víspera de la Eurocopa de Suiza 2025, fue ingresada por meningitis vírica. Fiebre alta, hospital, incertidumbre. Pero volvió, jugó, fue clave, empujó. La historia la puso otra vez frente al filo, y esta vez, simplemente, no podrá jugar. No podrá estar. Pero estará en cada grito, en cada pase que nazca del centro del campo español, en cada centímetro de césped que sueñe con levantar el trofeo.
Sonia Bermúdez, seleccionadora nacional después de relevar a Montse Tomé tras aquella final europea perdida en penaltis contra Inglaterra, presenta una convocatoria de 25 jugadoras —dos más del máximo permitido por UEFA— con el privilegio y el desafío que eso implica. En la ida, Eunate Astrálaga y Fiamma Benítez quedaron fuera de la lista definitiva. Ahora, con Aitana lesionada, la puerta del Metropolitano se abre para Fiamma, que en su casa puede convertirse en brújula, en relevo generacional, en motor. Alexia Putellas será el eje, el faro veterano; Ona Batlle, Jenni Hermoso y Edna —símbolos ya sin necesidad de apellidos— comandarán el frente emocional. Tras ellas, emergen Vicky López y la propia Fiamma: hijas del mañana, herederas del fuego.
La tranquilidad en el vestuario es madura, silenciosa, valiente. No hay miedo, hay desafío. La lesión de Aitana no debilita: une. Refuerza. Empuja. Se ha repetido más de una vez entre jugadoras y cuerpo técnico: esta final no se juega solo con calidad, se juega con convicción. Y la convicción, hoy, es absoluta.
La UEFA ha designado como árbitra a la italiana Silvia Gasperotti, 32 años, carácter férreo y peso creciente en la élite. Conocida en España tras dirigir el Barça 7–1 Bayern y el Arsenal–Real Madrid (2–1), afronta su segunda final internacional tras arbitrar el Europeo Sub-19 de 2024 —otro título español decidido en la prórroga, gol de Intza Eguiguren al 118’. Aquella generación —Astralaga, Noemí, Adriana, Aïcha, Judit Pujols, Artero, Ainhoa Alguacil, Cristina Librán, Agote, Marisa, Pau Comendador— escribió el prólogo de lo que estamos por vivir. Gasperotti lo dijo entonces y lo sostendrá con el silbato en la mano: “Arbitrar una final es un honor, pero también una responsabilidad.” Suya será la responsabilidad, nuestro el latido.
Madrid vestirá la fiesta desde la mañana. La Fan Zone en la Puerta H del Metropolitano abrirá desde las 11:00 con teqball, minicampos, foodtrucks, actividades, retos, fotografías con las copas del mundo y de Europa Sub-17 y Sub-19, además del trofeo de la Nations y la exposición Camino hacia la Estrella. No es partido: es peregrinación. No es evento: es rito nacional.
RTVE convertirá la noche en acontecimiento masivo. Ya la ida fue el contenido más visto del día con 1.562.000 espectadores y 4,5 millones de audiencia acumulada. Los pronósticos reflejan que siete de cada diez aficionados europeos creen en España. No es estadística: es declaración.
Y así, cuando el reloj marque las 18:30, cuando el cielo se ensombrezca sobre la capital, cuando la pelota ruede por primera vez, España no solo jugará una final: escribirá una línea irreversible. Alemania es la última montaña del continente. La cima espera. Madrid respirará fuego. El Metropolitano será viento, empuje, garganta. El balón decidirá quién queda en la historia y quién entra en la eternidad.
Que ruja Madrid. Que España arda. Que el fútbol femenino quede inmortalizado. Porque esta noche, pase lo que pase, ya no hay retorno: solo leyenda.