
🟨 La centrocampista rojiblanca atendió a la organizadora de la Champions en las horas previas a un duelo crucial frente al gigante bávaro.
Madrid amanece con un pulso distinto cuando la Champions llama a la puerta. La ciudad respira fútbol, memoria y ambición, y en el corazón rojiblanco late una historia que parece escrita para noches como la que se avecina en Alcalá de Henares. Allí, donde el césped vibra cuando el Atlético de Madrid Femenino decide que es el momento de levantarse, llega el coloso bávaro, el Bayern Múnich de las once victorias consecutivas, el equipo que solo ha cedido una vez desde septiembre y que se ha convertido en una auténtica máquina competitiva bajo la batuta del técnico español José Barcala. Allí, frente a ese gigante, emerge la figura de Fiamma Benítez, la atacante que ha conquistado corazones, miradas y esperanzas con la naturalidad de quien nació para esto: para inspirar, para marcar, para crear, para hacer que un niño tiemble de emoción cuando la ve llegar. Para darle vida al fútbol.
Hay historias que parecen casualidades de la vida, pequeños destellos que años después se revelan como señales. Fiamma, con apenas 10 años, pisó Madrid acompañando a sus padres en un viaje de trabajo de su padre. Tenía cuarto de primaria y la mirada curiosa de una niña que aún no sabía que su camino inevitablemente la llevaría a la élite. En una prueba en el Atlético, Amanda Sampedro —sí, la eterna capitana— se acercó al final del entrenamiento y le dijo que ya estaba preparando la ficha. La niña valenciana la miró, sorprendida, ilusionada, pero consciente de algo tan simple como contundente: no podía mudarse a Madrid a mitad de curso. La vida siguió, y con ella vino el Levante, luego el Valencia, y finalmente, el verano de 2024, el momento en que el destino recuperó aquella conversación infantil y la vistió de rojiblanco para siempre.
Hoy, con solo 21 años, Fiamma dice que jamás imaginó verse tan pronto jugando la UEFA Women’s Champions League. Y sin embargo ahí está: seis contribuciones directas al gol en cuatro partidos de esta Fase Liga, tres tantos y tres asistencias que han colocado su nombre en todos los análisis europeos. Ha firmado un comienzo de competición que solo puede explicarse desde su memoria emocional, desde aquella terraza en casa con su padre, cuando corría y celebraba como si el mundo se resumiera en ganarle un partidito bajo el sol. “Aprendí muchísimo con él”, recuerda. Y hoy, cuando pisa el césped, sabe que hay dos personas que caminan a su lado, aunque el estadio esté lleno: sus padres, su motor, su impulso, el recordatorio constante de por qué hace lo que hace. Porque el fútbol también es amor.
Madrid también es ella, aunque no se declare persona de ciudad. Le gustan los pueblos pequeños, las montañas, los rincones donde la vida va más despacio. Le encanta Patones de Arriba, por ejemplo, ese lugar donde el silencio permite respirar. No suele decirlo, pero en su forma de jugar hay algo de eso: una calma interior que convive con la velocidad, un equilibrio emocional que se entrena tanto como los golpes de balón. La selección española, donde ya presume una Nations League conquistada como suplente en la final, ha incorporado una psicóloga que está siendo clave en su crecimiento. Ella lo relata con honestidad: poder hablar, poder ordenar la cabeza, también es competir.
La Champions no espera a nadie y exige siempre el máximo, incluso cuando el equipo llega con dudas. El Atlético encadena dos tropiezos en Liga —derrota ante Costa Adeje Tenerife y empate frente al Sevilla— que han empujado a las rojiblancas fuera de la zona europea. Gaby García, una de las voces fuertes del vestuario, lo resumió con la claridad de quien sabe que estos momentos son los que forjan carácter: “El equipo intenta mantenerse unido. Venimos de dos partidos complicados. Siempre es una pena dejarse puntos, pero nos toca dar un paso adelante, dejarlo atrás y centrarnos en el partido de mañana”. Porque el Bayern no es solo un rival difícil: es un examen completo, físico, táctico y emocional. “Será un partido súper difícil, como todos los de Champions. Tendremos que tener paciencia, calma y hacer nuestro fútbol”, advirtió.
Y al fondo aparece el cuadro bávaro, temible, sólido, lanzado. Desde aquella goleada en Barcelona en la jornada 1, el Bayern no ha vuelto a caer. Ingolstadt, PSG, Hoffenheim, Eintracht Frankfurt… todo lo que ha encontrado por el camino lo ha superado. Líder destacado de la Bundesliga, semifinalista histórica, aspirante eterno a romper su techo en Europa. Barcala ha dotado al equipo de un estilo reconocible, una arquitectura ofensiva que respira identidad. “Le conozco bien, es un gran entrenador”, dijo Ribera, consciente de que enfrentarse a un equipo de Barcala nunca es un trámite: es una cita con la exigencia más alta.
Así llega el Atlético a esta noche crucial, con 6 puntos y la obligación de no descolgarse del top12 europeo, sabiendo además que la última jornada la disputará en Lyon, frente al gigante francés que ha dominado la competición durante más de una década. El Bayern suma 9 y, salvo sorpresa, tiene su continuidad prácticamente asegurada. Pero el Atleti juega en casa, y ese detalle, para ciertos clubes, no es un matiz: es una declaración.
El encuentro en Alcalá será un cruce de caminos entre dos formas de entender el fútbol: la intensidad emocional rojiblanca contra la hegemonía industrial bávara. Pero también será, de alguna manera, la continuación del relato personal de Fiamma. Porque ella, que aprendió a tocar el piano durante la cuarentena con un teclado que trajo su cuñado, sabe que el fútbol se parece a ese instrumento. Hay días en los que todo fluye, cada tecla suena perfecta; y otros en los que una nota falla y el alma se encoge. Es normal, dice. Es frustrante, también. Pero así es como se aprende.
Los niños que la esperan a pie de campo lo saben sin saberlo. Ven en ella algo más que una futbolista: ven una historia posible, un sueño alcanzable, una puerta que se abre. “La emoción de los niños cuando te ven llegar es indescriptible”, dice. Y esa emoción, la de ellos y la del estadio entero, puede ser el soplo de viento necesario para que el Atleti vuelva a creer.
Porque sí, el Bayern llega poderoso; sí, el Atleti llega herido. Pero la Champions siempre ha tenido un extraño magnetismo con los equipos que juegan desde la fe. Y cuando el Atlético decide creer, cuando Alcalá se convierte en un volcán, cuando la grada ruge y las jugadoras sienten que el escudo pesa lo justo para levantarles el alma, ocurren cosas que no explica ninguna estadística.
Esta noche no es un partido. Es una llamada. Es un desafío. Es la oportunidad de mirar a los ojos a uno de los equipos más temidos del continente y decirle: aquí estamos nosotras, aquí está este club, aquí está esta afición, aquí está Fiamma, aquí está la historia que vamos a escribir.
Porque cuando un estadio se prepara para vivir un capítulo grande, se nota en el aire. Y hoy, en Alcalá de Henares, el aire huele a noche grande y Madrid amanece con un pulso distinto cuando la Champions llama a la puerta. La ciudad respira fútbol, memoria y ambición, y en el corazón rojiblanco late una historia que parece escrita para noches como la que se avecina en Alcalá de Henares. Allí, donde el césped vibra cuando el Atlético de Madrid Femenino decide que es el momento de levantarse, llega el coloso bávaro, el Bayern Múnich de las once victorias consecutivas, el equipo que solo ha cedido una vez desde septiembre y que se ha convertido en una auténtica máquina competitiva bajo la batuta del técnico español José Barcala. Allí, frente a ese gigante, emerge la figura de Fiamma Benítez, la atacante que ha conquistado corazones, miradas y esperanzas con la naturalidad de quien nació para esto: para inspirar, para marcar, para crear, para hacer que un niño tiemble de emoción cuando la ve llegar. Para darle vida al fútbol.
Hay historias que parecen casualidades de la vida, pequeños destellos que años después se revelan como señales. Fiamma, con apenas 10 años, pisó Madrid acompañando a sus padres en un viaje de trabajo de su padre. Tenía cuarto de primaria y la mirada curiosa de una niña que aún no sabía que su camino inevitablemente la llevaría a la élite. En una prueba en el Atlético, Amanda Sampedro —sí, la eterna capitana— se acercó al final del entrenamiento y le dijo que ya estaba preparando la ficha. La niña valenciana la miró, sorprendida, ilusionada, pero consciente de algo tan simple como contundente: no podía mudarse a Madrid a mitad de curso. La vida siguió, y con ella vino el Levante, luego el Valencia, y finalmente, el verano de 2024, el momento en que el destino recuperó aquella conversación infantil y la vistió de rojiblanco para siempre.
Hoy, con solo 21 años, Fiamma dice que jamás imaginó verse tan pronto jugando la UEFA Women’s Champions League. Y sin embargo ahí está: seis contribuciones directas al gol en cuatro partidos de esta Fase Liga, tres tantos y tres asistencias que han colocado su nombre en todos los análisis europeos. Ha firmado un comienzo de competición que solo puede explicarse desde su memoria emocional, desde aquella terraza en casa con su padre, cuando corría y celebraba como si el mundo se resumiera en ganarle un partidito bajo el sol. “Aprendí muchísimo con él”, recuerda. Y hoy, cuando pisa el césped, sabe que hay dos personas que caminan a su lado, aunque el estadio esté lleno: sus padres, su motor, su impulso, el recordatorio constante de por qué hace lo que hace. Porque el fútbol también es amor.
Madrid también es ella, aunque no se declare persona de ciudad. Le gustan los pueblos pequeños, las montañas, los rincones donde la vida va más despacio. Le encanta Patones de Arriba, por ejemplo, ese lugar donde el silencio permite respirar. No suele decirlo, pero en su forma de jugar hay algo de eso: una calma interior que convive con la velocidad, un equilibrio emocional que se entrena tanto como los golpes de balón. La selección española, donde ya presume una Nations League conquistada como suplente en la final, ha incorporado una psicóloga que está siendo clave en su crecimiento. Ella lo relata con honestidad: poder hablar, poder ordenar la cabeza, también es competir.
La Champions no espera a nadie y exige siempre el máximo, incluso cuando el equipo llega con dudas. El Atlético encadena dos tropiezos en Liga —derrota ante Costa Adeje Tenerife y empate frente al Sevilla— que han empujado a las rojiblancas fuera de la zona europea. Gaby García, una de las voces fuertes del vestuario, lo resumió con la claridad de quien sabe que estos momentos son los que forjan carácter: “El equipo intenta mantenerse unido. Venimos de dos partidos complicados. Siempre es una pena dejarse puntos, pero nos toca dar un paso adelante, dejarlo atrás y centrarnos en el partido de mañana”. Porque el Bayern no es solo un rival difícil: es un examen completo, físico, táctico y emocional. “Será un partido súper difícil, como todos los de Champions. Tendremos que tener paciencia, calma y hacer nuestro fútbol”, advirtió.
Y al fondo aparece el cuadro bávaro, temible, sólido, lanzado. Desde aquella goleada en Barcelona en la jornada 1, el Bayern no ha vuelto a caer. Ingolstadt, PSG, Hoffenheim, Eintracht Frankfurt… todo lo que ha encontrado por el camino lo ha superado. Líder destacado de la Bundesliga, semifinalista histórica, aspirante eterno a romper su techo en Europa. Barcala ha dotado al equipo de un estilo reconocible, una arquitectura ofensiva que respira identidad. “Le conozco bien, es un gran entrenador”, dijo Ribera, consciente de que enfrentarse a un equipo de Barcala nunca es un trámite: es una cita con la exigencia más alta.
Así llega el Atlético a esta noche crucial, con 6 puntos y la obligación de no descolgarse del top12 europeo, sabiendo además que la última jornada la disputará en Lyon, frente al gigante francés que ha dominado la competición durante más de una década. El Bayern suma 9 y, salvo sorpresa, tiene su continuidad prácticamente asegurada. Pero el Atleti juega en casa, y ese detalle, para ciertos clubes, no es un matiz: es una declaración.
El encuentro en Alcalá será un cruce de caminos entre dos formas de entender el fútbol: la intensidad emocional rojiblanca contra la hegemonía industrial bávara. Pero también será, de alguna manera, la continuación del relato personal de Fiamma. Porque ella, que aprendió a tocar el piano durante la cuarentena con un teclado que trajo su cuñado, sabe que el fútbol se parece a ese instrumento. Hay días en los que todo fluye, cada tecla suena perfecta; y otros en los que una nota falla y el alma se encoge. Es normal, dice. Es frustrante, también. Pero así es como se aprende.
Los niños que la esperan a pie de campo lo saben sin saberlo. Ven en ella algo más que una futbolista: ven una historia posible, un sueño alcanzable, una puerta que se abre. “La emoción de los niños cuando te ven llegar es indescriptible”, dice. Y esa emoción, la de ellos y la del estadio entero, puede ser el soplo de viento necesario para que el Atleti vuelva a creer.
Porque sí, el Bayern llega poderoso; sí, el Atleti llega herido. Pero la Champions siempre ha tenido un extraño magnetismo con los equipos que juegan desde la fe. Y cuando el Atlético decide creer, cuando Alcalá se convierte en un volcán, cuando la grada ruge y las jugadoras sienten que el escudo pesa lo justo para levantarles el alma, ocurren cosas que no explica ninguna estadística.
Esta noche no es un partido. Es una llamada. Es un desafío. Es la oportunidad de mirar a los ojos a uno de los equipos más temidos del continente y decirle: aquí estamos nosotras, aquí está este club, aquí está esta afición, aquí está Fiamma, aquí está la historia que vamos a escribir.
Porque cuando un estadio se prepara para vivir un capítulo grande, se nota en el aire. Y hoy, en Alcalá de Henares, el aire huele a noche grande y no te lo puedes perder o te arrepentirás.










