
¡De cara al futuro! El conjunto merengue tiene un proyecto muy ambicioso con el que quiere ir quemando etapas hasta convertirse en una referencia a nivel internacional.
El Real Madrid Club de Fútbol ha vivido una temporada de éxito en el curso futbolístico 2022-2023, se clasificó para la UEFA Women’s Champions League como subcampeón de la Liga F, pero le quedará la mácula se le escapó la Copa de la Reina en Butarque tras una remontada del Atlético de Madrid Femenino a un 2-0 favorable en los últimos minutos de aquel derbi capital y la posterior victoria de su máximo adversario en la tanda de penaltis.
Podía ocurrir y, tarde o temprano, debía ocurrir en algún momento del futuro: la mera existencia del Real Madrid femenino traería consigo —entre paso adelante y paso adelante— un fracaso rotundo, entendido como la confirmación del tránsito de la adolescencia feliz y despreocupada a la realidad de la vida adulta. Hasta ahora y desde hace tres años, las futbolistas blancas habían ido completando con solvencia cada curso; a las vacaciones de verano llegaban con la paz mental del deber cumplido. Pero esta vez, en el último minuto de descuento del último partido de la temporada, al Real femenino le obligaron a saludar de improvisto al fracaso, inseparable compañero de viaje de todo equipo profesional.
El único problema, el factor diferenciador con respecto a cursos pasados, estribaba en que todos, aficionados y jugadoras, iban a cerrar el libro de la temporada 2022/23 dándole un primer beso al metal frío de un título copero. Y a la mera posibilidad de experimentar la euforia fruto de ese inesperado chute de adrenalina pocos se habrían negado, incluso aceptando los riesgos intrínsecos que llevaba asociados. Presentarse en una final siempre empuja al extremo la dualidad de sentimientos que explotarán tras el pitido final: alegría absoluta, decepción completa. Abiertas de par en par las puertas de la final, tanto uno como otro resultado contaminarían el balance general del curso.
El único problema, el factor diferenciador con respecto a cursos pasados, estribaba en que todos, aficionados y jugadoras, iban a cerrar el libro de la temporada 2022/23 dándole un primer beso al metal frío de un título copero. Y a la mera posibilidad de experimentar la euforia fruto de ese inesperado chute de adrenalina pocos se habrían negado, incluso aceptando los riesgos intrínsecos que llevaba asociados. Presentarse en una final siempre empuja al extremo la dualidad de sentimientos que explotarán tras el pitido final: alegría absoluta, decepción completa. Abiertas de par en par las puertas de la final, tanto uno como otro resultado contaminarían el balance general del curso.
En esta situación, rendimiento del equipo en la 22/23 puede calificarse de notable. Cualquier aficionado conocedor del contexto del fútbol femenino habría firmado un escenario así a estas alturas de la película. Obviando por un momento el hacer zoom a los detalles, el Madrid ha logrado un subcampeonato de Liga y de Copa, ha caído en la fase de grupos de Champions compartiendo cartel con Chelsea y PSG, y ha llevado al Barça a una prórroga agónica en la Supercopa de España. Leyendo hasta ahí sería difícil quedarse con un regusto amargo, y sin embargo, aunque el cómo no siempre altera el qué, el análisis obliga a completar el libro añadiendo el matiz que explica la sensación agridulce con la que madridistas y jugadoras dieron carpetazo a la temporada.
En Champions, ni PSG ni Chelsea se mostraron como equipos invulnerables en sus duelos ante el Real. Más aún, en el partido a cara o cruz disputado en el Parque de los Príncipes un par de acciones de juego con resultado diferente habrían metido a las blancas en los cuartos de final a costa de las parisinas. En Supercopa, llevar al límite al Barça fue tan alentador como desalentador fue verse superado en el plano físico por un equipo jugando la prórroga en inferioridad numérica. Y finalmente, en la final de Copa de la Reina, el juego atenazado y temeroso, unido al pecado capital de permitir en los últimos minutos la remontada a un equipo que terminó la liga distanciado en casi veinte puntos, resumió y permitió visualizar con crueldad todas aquellos huecos del puzle sin pieza que siguen esperando a completarse y que, desde lejos, pueden pasar desapercibidos, pero no deberían.
Superada la fase de juventud y aterrizaje, la de crecimiento y estabilización sin obligaciones, los tropiezos en ese puñado de partidos pasan a ser determinantes. Como nunca antes, chirrían planteamientos tácticos, chirría el desempeño concreto de futbolistas y quedan en evidencia las carencias en la configuración global de la plantilla que únicamente afloran cuando la exigencia es máxima. Todo ello ha ocurrido esta temporada por primera vez, y por todo ello juzgarán los aficionados al Real Madrid femenino de ahora en adelante.
La sensación final es de pasar del notable alto con aspiración a sobresaliente a notable raspado, bordeando el bien. Pero en cualquier caso, la mera asunción de que lograr un subcampeonato empiece a considerarse como parte de la normalidad denota el fantástico progreso del Real Madrid,
Si partir de ese suelo invita al optimismo, la obligación para la dirección deportiva de la parcela femenina del club será desde ya mantener viva —y avivar— esa llama cada verano. Levantar ahora el pie del acelerador conduciría al estancamiento, echando a perder el impulso tomado desde 2020 y forzando al seguidor madridista y al propio club a lidiar con preguntas existenciales: ¿podría sobrevivir un equipo del Real Madrid que sale a competir aceptando ser segundo? ¿Tendría sentido? Esos son los interrogantes que, desde ya, tendrán que despejar en los despachos de Valdebebas.
Según ha podido saber “El Partido de Manu”, previa consulta de fuentes autorizadas, entre ellas la que vaticinó con tino la llegada de Linda Caicedo a la capital española, el Real Madrid va a acometer buenos fichajes en este mercado estival, caso de Oihane Hernández, Hayley Raso o Signe Bruun, por citar algunas ejemplos, pero que no suponen un desembolso económico fuerte para las merengues.
El plan que se ha trazado en el Alfredo Di Stéfano es efectuar una buena custodia de su tesorería en la temporada inmediatamente posterior a la celebración del Mundial 2023, para recaudar posibles a dos campañas vista.
Para la temporada 2024-2025, que será la tercera profesional en la historia de la Primera División Femenina, el finalista de la Copa de la Reina 2023 pondrá toda la carne y se lanzará a por futbolistas estelares como Alba Redondo o Lena Oberdorf, quienes tienen talento de sobra como para hacer crecer aún más a las chicas de Alberto Toril en pro de discutirle los títulos al Fútbol Club Barcelona Femenino de una vez por todas.
El conjunto blanco decidió apostar por tener una sección femenina tras varios años sondeando la posibilidad. Así, el 1 de julio del 2020 nació el Real Madrid femenino.
A pesar de tener tan solo 3 años de vida, el crecimiento de la sección está siendo más que notable e incluso el Real Madrid ya cuenta con un patrocinador propio, (Grupo ATValor), con el que firmó un acuerdo en diciembre de 2022 en una unión que buscaba busca dar visibilidad, apoyo y fomentar el crecimiento del deporte femenino. Ambas organizaciones cruzan sus caminos con el objetivo de ser líderes y una referencia mundial en el ámbito del deporte femenino.
El Grupo ATValor ofrece, a través de sus diferentes empresas, todo tipo de servicios de valoración inmobiliaria, consultoría, urbanismo y arquitectura y se ha vinculado con el Real Madrid desde el inicio de la temporada 2022-2023 hasta la 2024-2025.
El Real Madrid ha entrado en el balompié femenino pisando fuerte y pretende llevar a término su lema “historia que tú hiciste, historia por hacer”.

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