
¡Por una temporada más! El conjunto azulgrana y la marca estadounidense no se separan, por el momento.
Aunque no parezca creíble, el club catalán y la empresa estadounidense no tienen un convenio formal firmado hace cinco años y, pese a ello, siguen trabajando juntos.
Conoce los detalles de este singular caso en la élite del fútbol mundial entre el Barcelona y Nike en este artículo.
La popular marca estadounidense Nike viste al Barcelona desde 1998, pero desde 2016 lo hace sin contrato. Tan sólo un preacuerdo, que nunca se formalizó, une a ambas marcas, según explica EFE.
En este sentido, hubo divergencias y después por la pandemia y por la elección del nuevo presidente, el proceso se está demorando en exceso bajo el mandato de Laporta.
En mayo de 2016, la entidad presidida entonces por Bartomeu anunció la renovación del contrato con Nike hasta 2028, pese a que el vínculo anterior no expiraba hasta 2018. La marca deportiva paga 105 millones de euros fijos al Barcelona por temporada y hay unas variables que pueden llegar hasta los 155 millones.
Precisamente, en la Asamblea de Compromisarios de ese octubre el entonces vicepresidente del área de mercadotecnia y comunicación de la entidad «blaugrana», Manel Arroyo, explicó la condiciones y quedó aprobado el acuerdo.
Además de la equipación, Nike se aseguró derechos de asociación y uso de la marca Barcelona, y derechos publicitarios y de hospitality.
En julio de 2018, el fin del plazo que se había pactado para formalizar el contrato, surgieron divergencias. Más adelante, hubo un momento en el que el Barça y Nike se plantearon formalizar, por fin, el contrato. Sin embargo, la llegada del coronavirus lo hizo caer todo y, posteriormente, ya prefirieron esperar a la llegada de un nuevo presidente.
La consecuencia de todo esto es que hasta el día de hoy las diferentes cláusulas del precontrato han quedado más abiertas de lo habitual a las interpretaciones subjetivas de Barcelona y Nike, algo que ha ocasionado cierta tensión entre las dos entidades.
Fuentes cercanas explican que la relación entre la marca y el club ahora mismo «no es buena» y que la empresa estadounidense considera que las cifras que actualmente le paga al «Barça» están por encima del precio de mercado.
El deseo de Nike es continuar ligado al conjunto azulgrana, pero dice que se han acabado los “favores” y anhela hacer una reducción de los mismos.
Según aseguró el presidente barcelonista Joan Laporta en RAC 1, “el mercado” le ofrece el doble de lo que se pactó en el 2016 con la marca de Oregón: 85 millones de euros fijos y unos 20 en variables. Cuando Laporta habló de ese “mercado” podría haber dicho Puma. Según fuentes del club blaugrana, la marca alemana podría reportar ingresos por más de 120 millones de euros al año.
El Barça valoraba romper con Nike, pero el coste de esa salida en alrededor de unos 200 millones. La complicada situación económica que atraviesa el club no es un secreto para nadie.
Sin embargo, el Barça cree que puede reducir esa cantidad esgrimiendo que Nike no ha cumplido con el contrato sobre todo en términos de distribución. “Al principio de temporada no había camisetas y hay campañas como la de Drake con Spotify que no se han podido activar como queríamos porque no había género”, aseguran fuentes del club. Por ello, hay un plan C: crear una marca propia fabricando y distribuyendo las equipaciones asociándose con la danesa Hummel pero bajo la marca Barça.
culebrón con Nike, tan de actualidad en las últimas semanas, posiblemente acabe como empezó. Es decir, con otro acuerdo con la firma americana por la sencilla razón de que siempre juega la misma partida con las mejores bazas y en una posición de fuerza. Es la clásica maniobra de Nike, que ya funcionó en 1997 cuando el presidente Josep Lluís Núñez firmó el primero de los contratos con el FC Barcelona un lejano 4 de julio de 1997, hace ya 27 años. Por aquellos días, el Barça ya había dado un paso de gigante con una mayor presencia e impacto mundial tras la conquista de su primera Copa de Europa (Wembley, 1992) y cuatro Ligas consecutivas que conmocionaron el fútbol español y el europeo, coincidiendo con la apuesta de las televisiones por la retransmisión íntegra de las competiciones domésticas, también a nivel internacional. El fenómeno generó una extraordinaria revalorización de los derechos de TV y una multiplicación exponencial del impacto de la publicidad en el mercado del fútbol, fuera en forma de camisetas o de productos de merchandising.
Los clubs, lógicamente, trataron de aprovechar ese boom, entre ellos el F.C.Barcelona, que venía de haber conquistado la Champions en el antiguo Wembley vestido de Meyba (camiseta naranja por la expresa recomendación de Cruyff). La textil catalana se vio superada después por una oferta de Kappa, marca que buscaba expandirse internacionalmente y que, con buen ojo comercial, se centró en el patrocinio de una camiseta como la azulgrana, especialmente valiosa porque ya entonces sobresalía de entre el resto de los clubs grandes del continente por haber renunciado al frontal de la camiseta. El logo del fabricante técnico de la ropa lucía, por tanto, en solitario y nítidamente junto al escudo del Barça.
Fue un pelotazo que impulsó el negocio a la necesidad de disponer de una estructura de producción y de distribución a mayor escala debido a que los partidos de la Liga, del Barça sobre todo, empezaron a emitirse también regularmente y en directo en los grandes mercados de Asia, el continente americano futbolizado y también EEUU, donde la multinacional Nike estaba desplegando una estrategia de expansión en una espectacular batalla contra Adidas, Puma y el resto de los competidores.
Nike había conseguido popularizarse en el fútbol español gracias a que uno de sus altos ejecutivos consiguió patrocinar el balón de la Liga, una idea de Sandro Rosell, el mismo que luego cerraría el primer contrato de Nike con el Barça y más tarde sería vicepresidente y presidente del club. Rosell se pasó meses negociando con alguien tan especialmente versado y competente como Núñez, que veía la jugada siempre y cuando el margen de la operación pudiera compensar la cancelación del contrato vigente con Kappa.
Nike, con una notable y acertada perspectiva, jugó fuerte, hizo sus cálculos y ofreció los ingresos suficientes para satisfacer el horizonte de bienestar del Barça de Núñez. Eso sí, mediante un contrato de 10 años de duración suscrito el 4 de julio de 1997 hasta la 2007-08. El club se aseguró un anticipo (prima) de 13,6 millones de euro, al cambio de la época, y un fijo de 11,5 millones de dólares, volúmenes que en apariencia desbordaban el mercado. Así lo hace Nike, avanza un bonus espectacular y ofrece fijos y royalties que a la vuelta de dos o tres temporadas ya empiezan a situarse por debajo de ese umbral top y a desfasarse en relación con los espectaculares beneficios de la venta de la camiseta azulgrana y el resto de retail.
A los siete u ocho años de contrato el Barça empieza a lamentarse de las condiciones y a llamar a la puerta de Nike, como hizo en 2006 el entonces presidente Joan Laporta, ahora desmemoriado, buscando abrir una puerta de renegociación y de actualización de los acuerdos.
A regañadientes, Nike acaba aceptando y aplicando la misma fórmula, un bonus/anticipo y otro contrato por 10 años. Laporta firmó el segundo el 25 de octubre de 2006. O sea, dos años antes de finalizar el primero, hasta la 2018-19, a cambio de 30 millones fijos anuales y un premio de 12 millones para celebrarlo. También entonces dio la sensación de que el Barça había cerrado un negocio insuperable.
La siguiente parada y repetición de la jugada se produjo en 2016, esta vez tres años antes del final, bajo la presidencia de Josep Maria Bartomeu, que apretó todos los resortes y clavijas posibles después del triplete del 2015. El nuevo contrato, firmado el 20 de mayo de 2016, introdujo un espectacular aumento de la contraprestación, hasta los 100 millones prácticamente asegurados desde esa misma temporada y hasta la 2022-2026, firmando una adenda a favor de Nike que podía ampliar unilateralmente la extensión hasta la 2027-2028, finalmente un año antes que si se hubiera cumplido el anterior, de vencimiento en la 2018-2019.
En todos los casos, Nike es plenamente consciente de que, transcurrido el primer tercio de cada contrato, el Barça pierde dinero, bastante, con respecto a los precios y dimensión de un mercado creciente, lucrativo y siempre ventajoso para la firma americana a medida que el tiempo transcurre, pues mientras Nike aumenta cada año los precios de venta, el fijo para el club se mantiene inalterable, como los royalties que se referencian por el número de camisetas, no por la recaudación.
Las dificultades añadidas a la situación actual, básicamente un calco de las anteriores, provienen del acuerdo provisional (formato short-form) de 2016, que se cerró deprisa y corriendo, estableciendo el marco de una negociación posterior entre las partes sobre asuntos concretos que habían de resolverse y de concretarse, en principio, de buen rollo. Aunque la idea era redactar un contrato (formato long-form o detailed-form) antes de dos años para no dejar ningún cabo suelto, sucedió precisamente lo contrario, que las desavenencias y recelos empezaron a marcar el día a día. Nike no contempló el pago de bonus que hasta entonces había abonado, con o sin títulos, y desde la directiva de Bartomeu se impulsó la creación de BLM para compensar la frialdad de Nike a la hora de estimular la venta de los productos en determinadas áreas de venta, especialmente en las tiendas propias que el club consiguió abrir o recuperar como la propia tienda del Camp Nou.
Las desavenencias iniciales desembocaron en una guerra fría y finalmente en un combate a campo abierto. Si bien es cierto que nunca se había alcanzado un estado de tensión y de crispación como el que rodea en este momento la relación, incluido el fracaso de la última y más reciente cumbre en Barcelona de Laporta con los altos ejecutivos de la compañía a nivel mundial, no puede descartarse que después de todo ambas partes se sientan condenadas de alguna manera a entenderse.
A Nike le conviene seguir asociada al Barça, pues sigue siendo el club con la camiseta más vendida del mundo, con una singularidad y atractivos únicos, de la misma forma que para el club azulgrana plantear una ruptura a estas alturas del contrato suena a locura si ha de desembocar en un litigio prolongado, ruinoso y temerario. Suponer que un tercer implicado como Puma sea capaz de afrontar los costes de liquidar el contrato con Nike podría acabar en la misma trampa financiera de las obras del nuevo estadio, que cuando esté acabado y en funcionamiento hará que el conjunto catalán Barça ingrese menos dinero de la explotación del antiguo por culpa la fortísima y exigente carga de intereses.
Según han informado a “El Partido de Manu”, el matrimonio entre el Barcelona y Nike seguirá vigente, por lo menos, durante el curso futbolístico 2024-2025 amén a los problemas financieros que arrastra el equipo masculino y otras marcas como Puma y New Balance, aunque quieran, no van a poder romper las ligaduras entre la marca estadounidense y el campeón de la Liga F que dura ya más de dos décadas, 26 años.
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