Reportaje | ¿Puede alguien desafiar al Barcelona en la Liga F Moeve 2025-2026? La derrota en Zubieta abre un interrogante inédito

(Fuente: Liga F Moeve)

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Por primera vez en mucho tiempo, el Fútbol Club Barcelona Femenino parece humano. La caída por 1-0 en Zubieta ante la Real Sociedad en la jornada 9 de la Liga F Moeve 2025-26 no es, en sí misma, un terremoto deportivo —ni mucho menos—, pero sí un temblor que recorre las estructuras de una competición acostumbrada a la tiranía azulgrana. Han pasado años desde que el conjunto culé no transmitía cierta sensación de vulnerabilidad doméstica, y el contexto en la clasificación (con solo cuatro puntos de ventaja sobre el Real Madrid y cinco sobre el Atlético de Madrid) invita a una pregunta que hasta hace poco sonaba utópica: ¿puede alguien competirle la Liga F al Barça?

La derrota en Zubieta tiene un valor simbólico enorme. No solo porque la Real Sociedad logró contener al equipo más dominador de Europa, sino porque lo hizo imponiendo su identidad, con balón, sin renunciar al juego, y con una intensidad táctica que desarmó al Barça durante largos tramos. El gol de penalti que transformó una Edna Imade que se encuentra cedida por el Bayern de Múnich, de premio a un planteamiento valiente, de esos que no se ven a menudo frente al gigante catalán.

El Barça, por su parte, mostró señales de agotamiento mental. La temporada es larga, las competiciones se acumulan, y el calendario post-Eurocopa Femenina 2025 no ha ayudado a mantener la frescura física ni la sincronía habitual entre sus piezas. Las rotaciones de Pere Romeu han sido constantes, pero el equipo parece haber perdido ese punto de brillantez que le convertía en una apisonadora incluso en sus días grises.

Hoy, los partidos que antes parecían resueltos antes del descanso requieren un esfuerzo mental y físico mayor.

La propia profesionalización plena del fútbol femenino español ha generado una dinámica distinta: los grandes ya no pueden ganar solo con talento; necesitan continuidad, gestión de grupo y adaptación.

Si un equipo que ha aprendido de su propio crecimiento, ése es el Real Madrid.
El conjunto blanco ha reducido diferencias en todos los aspectos: físico, táctico y emocional. La dirección deportiva ha afinado su planificación, apostando por futbolistas de rendimiento inmediato y experiencia europea. En 2024-25 ya fue el equipo más regular tras el Barça, y ahora, con una distancia de apenas cuatro puntos tras nueve jornadas, se permite soñar.

Pau Quesada ha conseguido un bloque más sólido defensivamente, con un mediocampo que combina músculo y criterio, y un ataque más variado. Naomie Feller, Linda Caicedo y Athenea del Castillo ofrecen desborde, mientras que Caroline Weir sigue siendo el faro que ilumina los momentos de caos.
El Real Madrid aún no tiene la jerarquía ni la experiencia competitiva del Barça, pero tiene algo que antes no tenía: una fe sostenida en su propio proyecto.

Y si el Real Madrid persigue al líder desde la estructura, el Atlético de Madrid Femenino lo hace desde el alma.
El conjunto rojiblanco, con Viti al mando ha encontrado una mezcla de veteranía y juventud que le está permitiendo recuperar su identidad: vertical, combativa, emocional.

Con Luany, Amaiur, Maca o Alexia Fernández equipo que castiga cualquier error.
Su quinta posición en la pasada temporada fue un punto de inflexión; hoy, con apenas cinco puntos de desventaja respecto al Barça, sueña con volver a ser el tercer vértice del triángulo del poder femenino español.

El problema del Atlético es la regularidad. Puede ganar en Valdebebas o en Lezama, pero luego dejarse puntos en campos donde el Barça no falla. Sin embargo, el crecimiento emocional y táctico del grupo es evidente, y eso, a largo plazo, puede tener impacto.

▶️ ¿Crisis o ajuste natural del ciclo azulgrana?

El dominio del Barça ha sido tan aplastante que cualquier derrota genera ruido. Pero el fútbol, incluso en su versión más sublime, tiene ciclos. La plantilla azulgrana ha alcanzado cotas históricas —cuatro Champions en cinco años, dominio absoluto en España— y mantener ese nivel exige una renovación constante, tanto de ideas como de energía.


El relevo generacional que se vislumbra (con Aleixandri y Alexia Putellas entrando en fases distintas de su carrera) obliga a Giráldez a reinventar su modelo.
Las jóvenes como Vicky López, Salma Paralluelo o Aitana Bonmatí, que ya cargan con la responsabilidad del juego, necesitan acompañamiento estructural.
Y en esa transición, los rivales pueden aprovechar las grietas que antes no existían.

La derrota en Zubieta, como la del Levante en el Johan Cruyff la temporada pasada, no marca un final, pero sí un aviso: el margen se estrecha, y el Barça ya no vive en una galaxia aparte.

Otra variable que empieza a influir es la presión del éxito prolongado. Ganar deja de ser una celebración y pasa a ser una obligación.
El equipo azulgrana, acostumbrado a vivir en la cima, enfrenta ahora una dinámica emocional distinta: ya no basta con jugar bien, hay que sostener la excelencia semana tras semana en una liga que se ha vuelto mucho más física, más táctica y más mental.

Esa presión puede afectar la frescura. Y ahí entran los rivales con hambre, como el Madrid y el Atlético, que viven cada partido contra el Barça como una final simbólica.
La competitividad emocional es el nuevo terreno de batalla.

Si la tendencia se mantiene, la Liga F Moeve 2025-2026 puede ser la más disputada de la era profesional.
El Barça sigue siendo el gran favorito: tiene la plantilla más completa, la mayor experiencia y el gen ganador más consolidado del continente. Pero la distancia ya no es un abismo. Cuatro puntos son una diferencia mínima cuando los rivales directos mantienen el pulso y el calendario aprieta.

La verdadera pregunta ya no es si el Barça puede perder un partido; la cuestión es si puede permitirse seguir perdiendo terreno mientras Madrid y Atleti crecen en sincronía.
Por primera vez desde 2019, el guion del campeonato no parece escrito de antemano.

El Barça no ha dejado de ser el mejor equipo de España —ni de Europa—, pero su dominio absoluto ha comenzado a erosionarse.
Las estructuras rivales maduran, las distancias se reducen y el desgaste natural de un ciclo ganador aparece.
Hoy, sí hay una posibilidad real de que alguien compita la Liga F Moeve al Barça, aunque esa posibilidad sigue siendo frágil, dependiente de la constancia ajena más que de la caída azulgrana.

El fútbol femenino español ha entrado en una nueva era: una donde el Barça sigue en la cima, pero ya no reina solo.
Y esa es, sin duda, la mejor noticia posible para la Liga F Moeve y para el espectáculo.

La clasificación de la Liga F tras la novena jornada |

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