Reportaje | Fiamma Benítez: el fuego que nunca se apaga

(Fuente: Liga F)

🔹Fiamma Benítez Iannuzzi (Denia, 19 de junio de 2004), o simplemente Fiamma, es una futbolista con nacionalidades española, argentina e italiana, que juega como centrocampista en el Atlético de Madrid de la Liga F. Es internacional absoluta con la selección española desde 2022 y ha ganado una Liga de Naciones de la UEFA y un Mundial Sub-20.

(Fuente: Liga F)

▶️ La estrella silenciosa del Atlético de Madrid que convirtió el fútbol en una forma de arte.

Hay jugadoras que nacen para ocupar un espacio.

Y luego está Fiamma Benítez Iannuzzi (Dénia, 2004), que no ocupa: trasciende.

Lo hace desde esa manera suya de entender el fútbol, tan de calle como de élite, tan visceral como precisa, tan argentina en el alma como española en la ejecución. Una mezcla de pasión y geometría, de callejón y academia, que ha convertido a la “21” del Atlético de Madrid Femenino en una pieza indispensable del engranaje rojiblanco, ese club que mide el éxito en latidos y no en cifras.

“Fiamma” significa llama, y es difícil pensar en un nombre más exacto.
Su fútbol arde, pero no quema: ilumina. En cada control hay una intención estética, en cada giro una manera de desafiar la rigidez del rival. A los 21 años, Fiamma juega con una madurez que no entiende de edad. Parece moverse al ritmo de una música interna que sólo ella oye, como si el balón fuera un metrónomo que acompasa el pulso del partido.

Cuando llegó al Atlético en el verano de 2024, venía con la etiqueta de promesa. Hoy, ya no lo es: es presente.
Su debut europeo, ante el Rosenborg, fue una declaración de identidad. Marcó el primer gol rojiblanco y, pese a la eliminación por penaltis, su actuación dejó la sensación de que algo grande estaba por nacer en Alcalá de Henares.

(Fuente: UEFA)

Víctor Martín, su técnico, lo vio desde el primer día: “Tiene un talento que no se enseña. Pero lo que más me impresiona es su sacrificio”.
Y eso, en el Atlético, es religión.

Hablar de Fiamma es hablar de una centrocampista total. Puede jugar por dentro o caer a banda, ser interior o mediapunta, y en todas las posiciones su interpretación es de una precisión quirúrgica.
Su primer toque es poesía aplicada a la táctica: controla orientado, ya sabe dónde va a poner el balón antes de recibirlo.
Su visión de juego es panorámica, como si tuviera un dron en la cabeza; detecta los huecos antes que las defensas, rompe líneas con pases interiores imposibles, y tiene la pausa justa para decidir cuándo acelerar y cuándo dormir el juego.

Pero su repertorio no se limita a lo técnico. Tiene instinto para el gol, y lo demuestra llegando desde segunda línea, con ese disparo seco, de empeine lleno, que golpea el balón con rabia contenida. En la temporada 2025-26, en apenas los primeros meses, ya se había colocado entre las máximas goleadoras y asistentes del equipo.
Lo suyo no es una estadística: es una influencia.

(Fuente: Liga F)

Y todo eso lo acompaña con una ética de trabajo feroz. Corre, recupera, muerde, presiona. No lo hace por obligación, sino por convicción.
Esa mezcla de talento y compromiso explica por qué encarna como pocas los valores del Atlético: humildad, esfuerzo, rebeldía, y corazón.

Ver a Fiamma jugar en el Centro Deportivo Alcalá de Henares es como contemplar un cuadro de movimiento.

(Fuente: Liga F)


Tiene la elegancia natural de las jugadoras que no necesitan levantar la voz para liderar. No gesticula, no reclama, pero su sola presencia ordena. Es esa líder silenciosa que guía con el ejemplo, que aprieta los dientes en cada balón dividido y se levanta siempre primero de cada caída.

El Atlético necesitaba eso.
Tras la grave lesión de Gio Queiroz, el vestuario perdió a una chispa ofensiva, a una futbolista imprevisible. Fiamma asumió el reto sin aspavientos, con naturalidad. Y lo hizo a su manera: multiplicando su radio de acción, bajando a recibir, girando entre líneas, arrastrando marcas y generando espacios donde antes no los había.
Sus compañeros la describen con una palabra que en el Atleti tiene peso: resiliencia.

(Fuente: Liga F)

Hay partidos en los que el Atlético parece desgastado, superado, y de repente una acción suya —un control orientado, una conducción entre dos rivales, una asistencia vertical— devuelve la fe al equipo. Es el tipo de jugadora que cambia estados de ánimo, que contagia energía desde lo sutil.
Cuando toca el balón, el juego se oxigena. Cuando acelera, el estadio despierta.

Hay quien ve el fútbol como una guerra. Fiamma lo ve como una conversación.
Cuando juega, no grita: dialoga.
Cuando corre, no huye: busca.
Y cuando toca el balón, el partido cambia de idioma.

En el Atlético de Madrid, esa forma de interpretar el juego se ha vuelto imprescindible. Fiamma no sólo ocupa un lugar en el campo; lo define.
Víctor Martín la usa como interior, mediapunta o incluso extremo interiorizado, pero su posición real está entre las líneas, donde los demás no llegan.
Su visión de juego parece anticipada, como si leyera el partido desde el futuro. Su primer toque es una firma, una declaración de principios.
Y su conducción —esa mezcla de ritmo y elegancia— recuerda a los grandes artistas que convierten cada metro recorrido en una pequeña obra de arte.

Hay jugadas que duran un segundo y quedan grabadas para siempre. Una media vuelta suya, un giro de tobillo, un pase filtrado entre cuatro defensas… momentos en los que el fútbol se convierte en emoción pura.

Fiamma Benítez es una centrocampista que piensa como diez, corre como ocho y define como nueve.
Tiene la pausa de una veterana y la insolencia de quien todavía juega por placer.


Sus estadísticas dicen que es una de las máximas asistentes del Atlético y una de las jugadoras más determinantes en metros finales. Pero los números no miden lo que realmente aporta: orden en el caos, creatividad bajo presión y una lectura táctica de élite.

(Fuente: Liga F)

Su inteligencia posicional le permite aparecer donde el equipo más lo necesita. Cubre líneas de pase, se ofrece entre centrales, se atreve a salir con el balón jugado incluso cuando el rival aprieta.
Y cuando el partido se vuelve una batalla física, Fiamma se hace enorme en lo invisible: roba, corta, corre, muerde.
Ese es su sello atlético: talento con alma obrera.

En el Atlético, el talento se gana corriendo.
Y Fiamma corre como si cada zancada fuera una promesa.

En el Centro Deportivo Wanda de Alcalá de Henares, cada partido tiene un instante en el que el público contiene la respiración. Es cuando el balón llega a los pies de Fiamma.
Porque en ese segundo exacto, cualquier cosa puede pasar.
Una pared imposible. Una asistencia que rompe defensas. Una conducción que levanta a la grada.

Se convirtió en el eje emocional del equipo.
Sus compañeras la miran en los entrenamientos y saben que es diferente: no habla mucho, pero cada gesto suyo tiene peso. Cada recuperación, cada aplauso discreto, cada mirada al banquillo.

No todas las líderes gritan. Algunas sólo arden y eso es lo que hace la exjugadora del Levante Unión Deportiva partido a partido, latido a latido.

Fiamma ya sabe lo que es ser campeona del mundo.
En Costa Rica, con la Sub-20 de Toña Is, levantó un título que marcó a una generación.
Aquel verano fue la confirmación de un talento que España no podía ignorar.
Debutó con la absoluta en 2022, contra Argentina —la tierra de sus padres—, y ese día, el fútbol le devolvió el espejo completo de su identidad.
Tres nacionalidades, una sola bandera: la del juego.

Luego llegarían los goles ante Jamaica, la remontada contra Suecia en la Liga de Naciones, la consagración de España en Europa… y ella, en silencio, siendo parte de una historia que apenas empieza a escribirse.

(Fuente: Liga F)

Fiamma es una síntesis emocional: argentina en la sangre, española en la mente, italiana en la disciplina.
Un fútbol trilingüe que se entiende en cualquier idioma.

Hay una escena que la define.
Minuto 89, partido cerrado, piernas agotadas. Fiamma recibe en la frontal. El estadio ruge.
Podría frenar, tocar atrás, buscar el pase fácil.
Pero no. Acelera, amaga, quiebra, dispara.
Gol.
Y mientras corre a abrazarse con sus compañeras, no grita.
Sólo sonríe. Una sonrisa breve, contenida, como quien sabe que el arte no necesita explicación.

Ahí está su esencia: coraje sin ruido, talento sin soberbia, arte sin adorno.
El Atlético no la fichó sólo por su fútbol. La fichó porque en ella hay una llama que no se apaga, incluso en los días más oscuros.

En un vestuario lleno de acentos y sueños distintos, Fiamma Benítez se ha convertido en un punto de encuentro.
No impone. Inspira.
No lidera con voz. Lidera con presencia.
Cada pase suyo parece recordarle al fútbol que todavía puede ser bello.

En una era de datos, algoritmos y métricas, Fiamma devuelve lo más humano del juego: la emoción.
Porque cuando la ves jugar, sientes algo. Y eso —sentir— es lo más valioso que puede ofrecer una futbolista.

El Atlético la encontró y ella encontró su lugar.
En un club que se hizo grande a base de levantarse, Fiamma aprendió que no hay arte sin esfuerzo, ni victoria sin cicatrices.
Su nombre, que en italiano significa “fuego”, hoy arde en cada grada, en cada pase, en cada mirada de esperanza de la afición rojiblanca.

No necesita brazalete para ser capitana.
No necesita ruido para ser protagonista.
Fiamma es el eco de un fútbol que no se rinde, el alma encendida de un equipo que jamás se apaga.

Porque el fuego de Fiamma no se extingue. Se propaga.
Y en el corazón del Atlético, seguirá ardiendo mucho tiempo después de que el balón deje de rodar.

No nació para el ruido,
sino para el rumor del balón rozando el césped.
Para ese segundo en que el mundo se detiene
y sólo queda el eco de su toque.

Creció entre tres banderas,
pero eligió la del alma.
No la del país,
sino la del esfuerzo.

Tiene fuego en los pies
y calma en la mirada.
Y cuando el partido se quiebra,
ella cose el silencio con su fútbol.

No corre, vuela bajito.
No grita, late fuerte.
No busca el aplauso, busca el sentido.

Y cuando el balón la encuentra,
el fútbol recuerda por qué existe.

Porque hay jugadoras que hacen historia,
y hay otras que la escriben con fuego.
Fiamma Benítez no juega para ganar —
juega para encender.

Para recordarnos que el fútbol no es una estadística,
sino un latido.
Que cada pase puede ser una promesa,
y cada regate, una forma de resistencia.

Ella es el puente entre la pasión y la pausa,
entre la furia y la belleza.
Una llama que no se rinde,
que arde incluso cuando el marcador no acompaña.

Fiamma no es sólo un nombre. Es una declaración.
Una forma de sentir,
una manera de creer.

Y mientras otros buscan títulos,
ella construye legado.

Porque el fuego de Fiamma no se apaga con el tiempo —
se convierte en historia.
En cada niña que sueñe con un balón,
en cada grada que pronuncie su nombre,
en cada corazón que entienda que el arte, a veces,
viste de rojiblanco.

(Fuente: Liga F)

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