Análisis crítico del reportaje “Las guerreras de Tenerife”

(Fuente: Amazon Prime Video)

🟦 La cinta es única, identidad y sentimiento azul y blanco puesto en unas imágenes que te sobrecogen el corazón.

Manu López, periodista especializado en fútbol femenino: “Es un documental que no se mira: se siente. Te abre el pecho, te quiebra y te reconstruye.

Hay documentales que informan.
Otros documentales emocionan.
Pero existen unos pocos —muy pocos— que te atraviesan el alma, que te dejan sentado mirando la pantalla con la piel erizada, con la garganta seca y con una pregunta silenciosa que resuena en eco dentro del pecho:
¿Cómo es posible que una historia tan real sea también tan épica?

Guerreras de Tenerife” es uno de esos milagros audiovisuales.
No se limita a narrar diez años de historia deportiva; los hace palpitar, los convierte en memoria física, en sentimiento colectivo, en lágrimas que no se avergüenzan de caer. Es un relato que no sólo honra un ascenso, unos goles, unas victorias; honra la vida.

Desde el primer minuto, el espectador entiende que no está ante una pieza deportiva corriente. Está ante un viaje emocional acompañado de una verdad que duele y cura. Cada imagen, cada testimonio, cada silencio tiene peso y duele bonito.

Guerreras de Tenerife” es uno de esos milagros audiovisuales.
No se limita a narrar diez años de historia deportiva; los hace palpitar, los convierte en memoria física, en sentimiento colectivo, en lágrimas que no se avergüenzan de caer. Es un relato que no sólo honra un ascenso, unos goles, unas victorias; honra la vida.
Hay escenas que te ponen el bello de punta.
No por grandeza competitiva, sino por humanidad.

El documental desnuda el corazón del CD Tenerife Femenino. Lo hace sin máscaras, sin frases vacías, sin maquillaje emocional.

Lo hace mostrándonos su esencia: lucha, humildad, identidad canaria, resiliencia que no permite rendirse.

Verlas entrenar, celebrar, llorar, caer y levantarse es sentir Tenerife latiendo bajo la piel. Es comprender lo que significa representarla: un escudo no como emblema, sino como herencia.

De pronto descubres que estás sonriendo mientras te brillan los ojos.
Que estás sentado pero tu cuerpo vibra como si estuvieras en la grada.
Que no conociste esa primera década pero la recuerdas como si la hubieras vivido.

Porque este documental te adopta, te hace parte de la historia.
Y cuando algo te adopta, te transforma.

hay un momento en el documental donde el alma se detiene, es cuando aparece él.
Toni Ayala.
El arquitecto, el general, el entrenador que lideró el ascenso a Primera División, aquel triunfo inolvidable ante el Betis que cambió para siempre el mapa del fútbol femenino canario.

Su voz, su mirada, las imágenes de aquel ascenso… todo es épico. Todo brilla. Todo sabe a gloria.
Hasta que —como ocurre con las grandes tragedias griegas— la vida rompe el guion.

Años después, Toni sufre un ictus.
Y el documental no edulcora el dolor. Lo muestra con delicadeza, con humanidad, con respeto… pero sin ocultar el golpe emocional que sacudió al club y a todos los que lo rodeaban. Uno siente un nudo en la garganta. Uno escucha la historia y se encoge. Uno ve a Toni, lucha por hablar, por recordar, por sostener su legado, y entiende algo:

Este club no está hecho sólo de victorias.
Está hecho de supervivencia, pérdida, resistencia, memoria.

Y ahí es donde el documental deja de ser un simple relato futbolístico y se convierte en una obra sobre la vida. Porque no puedes ver el apartado de Toni Ayala sin llorar. Sin admirar. Sin desear abrazarlo. Sin querer que el fútbol le devuelva todo lo que él le dio.

Es un fragmento que te rompe y te construye de nuevo.
Un recordatorio de que el éxito no siempre protege de la fragilidad humana, pero sí puede convertirla en legado eterno.

Y si la historia de Toni te abre una grieta en el pecho, la de María José Pérez la ensancha, la llena de luz y la vuelve a sellar con orgullo.

Porque ella no sólo fue jugadora.
Fue símbolo. Fue bandera.
Fue la prueba viva de que cuando el cuerpo duda, el alma decide.

Su trayectoria es una batalla contra las dificultades, contra las lesiones, contra las circunstancias que parecían querer apagar una carrera iluminada. Pero María José luchó, insistió, volvió, cayó, regresó aún más fuerte.

Y cuando el documental detalla esa ruta de sacrificio, uno entiende que está frente a la definición exacta de superación.

Su historia te mira a los ojos y te dice: Nada está perdido mientras sigas luchando.

si la historia de Toni te abre una grieta en el pecho, la de María José Pérez la ensancha, la llena de luz y la vuelve a sellar con orgullo.

Porque ella no sólo fue jugadora.
Fue símbolo.
Fue bandera.
Fue la prueba viva de que cuando el cuerpo duda, el alma decide.

Su trayectoria es una batalla contra las dificultades, contra las lesiones, contra las circunstancias que parecían querer apagar una carrera iluminada. Pero María José luchó, insistió, volvió, cayó, regresó aún más fuerte.

Y cuando el documental detalla esa ruta de sacrificio, uno entiende que está frente a la definición exacta de superación.

Hay momentos narrativos en los que escuchas su voz, ves su entrega, observas su relación con el club y, sin darte cuenta, tus ojos empiezan a llenarse.
Es inevitable, humano y hermoso al mismo tiempo.

Porque ella no solo jugó al fútbol. Sobrevivió a la vida dentro del fútbol.
Y eso es más grande que cualquier gol.

La producción es un documental que no entretiene — eleva, sales de él distinto a como entraste.

Cuando llegan los créditos finales, no hay aplauso.
Hay silencio.
Un silencio de los que enseñan, de los que sanan, de los que honran.

Respiras hondo.
Tragas emoción.
Miras a la pantalla como si aún tuvieras algo que agradecer.

Porque “Las Guerreras de Tenerife” no termina cuando termina.
Se queda en tu piel, en tu memoria y se adhiere al pecho.
No es solo cine, es identidad puesta en imágenes y es Canarias.

Es orgullo blanquiazul hecho carne.
Es el recordatorio de que luchar vale la pena y que caer no impide ser eterno.

La historia azul y blanca está perfectamente plasmada en una cinta que te consume de emoción, orgullo, seas o no de origen canario, y transmite admiración.

Te sacude, te hace llorar con Toni Ayala, te inspira con María José Pérez y te regala diez años que no viviste pero sientes como propios.

Cuando termina, no piensas: “Qué bonito”, lo que te viene a la mente es Qué privilegio haberlo visto, que afortunado es el fútbol español por tener equipos como el Costa Adeje Tenerife Egatesa y te recorre la espina dorsal un honor de ser testigo partido a partido de las andanzas de estas guerreras, las guerreras de Tenerife.

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