
🚨 En una era dominada por el impacto inmediato, por el highlight viral y por la jugada final que decide un partido, el fútbol corre el riesgo de olvidar algo esencial: el juego se gana mucho antes del gol. En ese territorio previo —el de la construcción, la continuidad y la generación colectiva de ventajas— es donde se asienta el tridente formado por Fiamma, Luany y Vilde Bøe Risa, un trío que no necesita estridencias para imponerse en los números y, sobre todo, en el desarrollo real del juego. 🚨


En el fútbol femenino contemporáneo, tan expuesto al juicio inmediato y al dictado constante del resultado, existe una tendencia cada vez más marcada a identificar la superioridad con el golpe final, con la jugada que decide, con el talento que irrumpe y resuelve. Sin embargo, ese enfoque suele olvidar una verdad esencial del juego: los partidos se ganan mucho antes del último toque. Se ganan en la manera de ocupar los espacios, en la capacidad de sostener una idea durante noventa minutos, en la repetición consciente de mecanismos que permiten llegar al área rival una y otra vez sin depender de la inspiración puntual. Desde esa perspectiva nace el estudio independiente realizado por “El Partido de Manu”, un análisis que no surge de un informe oficial ni de una base de datos cerrada, sino de unos números aislados publicados en Instagram por los compañeros de Post United. Precisamente por su sencillez, esos datos abrieron la puerta a una lectura más profunda, más honesta y menos condicionada por el relato dominante.
Partidos jugados, goles y asistencias. Nada más. Ningún contexto añadido. Ninguna interpretación prefabricada. Y, sin embargo, al colocar esas cifras una junto a otra, al compararlas sin prejuicios ni jerarquías asumidas, apareció una diferencia que va mucho más allá del marcador final.
El tridente formado por Fiamma Benítez, Luany y Vilde Bøe Risa acumulaba más partidos, más contribuciones totales y, sobre todo, más asistencias que el tridente del Real Madrid compuesto por Caroline Weir, Alba Redondo y Linda Caicedo. Ese detalle, aparentemente secundario, se convirtió en el eje de todo el análisis. Porque las asistencias no hablan solo de gol. Hablan de construcción, de lectura colectiva, de fútbol compartido.
El Real Madrid presenta un tridente de enorme talento individual, capaz de decidir encuentros de máxima exigencia. Weir aporta jerarquía y último pase, Linda Caicedo desequilibra desde la potencia y la verticalidad, y Alba Redondo interpreta el área con inteligencia y eficacia. Es un tridente pensado para resolver, para castigar el error rival, para aprovechar el espacio cuando el partido se rompe. Su fútbol es directo en su impacto y brillante en su desenlace. Pero ese mismo perfil hace que gran parte del peso creativo recaiga en acciones concretas, en momentos específicos, en jugadas donde el talento individual es el factor determinante. Cuando esas jugadoras aparecen, el Real Madrid gana partidos. Cuando el contexto las limita, el equipo necesita apoyarse en otros mecanismos.
El tridente de la regularidad responde a una lógica diferente. No busca tanto el golpe definitivo como la acumulación constante de ventajas. Fiamma no es solo una finalizadora, sino una futbolista que fija centrales, descarga de cara y entiende cuándo acelerar y cuándo sostener la posesión. Luany equilibra el juego ofensivo con una naturalidad poco común, repartiendo su impacto entre goles y asistencias y adaptándose al ritmo que pide cada encuentro. Vilde Bøe Risa, desde una posición menos expuesta, actúa como el engranaje que da coherencia a todo el sistema, ordenando la circulación, eligiendo los momentos de llegada y asegurando que el equipo no se parta cuando ataca. Esa combinación de perfiles permite que la construcción del juego no dependa de una sola jugadora ni de una sola vía.
Los números aislados de “Post United”, reinterpretados desde el análisis independiente de “El Partido de Manu”, muestran que este tridente suma quince asistencias frente a las diez del Real Madrid. Cinco pases de gol más que no se explican por azar ni por contexto puntual, sino por una manera distinta de entender el ataque.
El tridente de la regularidad no solo llega al gol, sino que fabrica las condiciones para que ese gol sea posible desde diferentes zonas del campo. Construye más porque interviene más, porque conecta más líneas y porque reparte mejor las responsabilidades creativas. No hay una única llave para abrir la defensa rival; hay varias, y todas funcionan de forma coordinada.
Esa capacidad de construir se traduce también en una mayor estabilidad competitiva. A lo largo de una temporada, los equipos no solo se enfrentan a grandes citas, sino a partidos incómodos, a semanas de desgaste, a encuentros donde el ritmo es bajo y el margen mínimo. En ese contexto, el tridente de la regularidad ofrece algo fundamental: fiabilidad. Su impacto no fluctúa de forma brusca. No necesita un escenario grande para aparecer. Juega bien cuando el partido es brillante y cuando es espeso. Y eso, en términos de competición, significa puntos, continuidad y confianza colectiva.
El tridente del Real Madrid, en cambio, vive más expuesto a la narrativa del momento. Sus actuaciones están amplificadas por el foco mediático y por la exigencia permanente de decidir. Esa presión no invalida su calidad, pero sí condiciona su lectura desde fuera. Se espera de él el gesto definitivo, no el proceso. Y ahí es donde la comparación se vuelve reveladora. Mientras uno es evaluado por su capacidad de resolver, el otro es analizado por su capacidad de sostener. Mientras uno destaca por el impacto inmediato, el otro lo hace por la influencia prolongada.

El estudio de “El Partido de Manu” no pretende establecer jerarquías absolutas ni negar el valor del talento diferencial. Pretende, simplemente, recordar que el fútbol es un juego de continuidad. Que construir bien no siempre genera titulares espectaculares, pero sí equipos competitivos.
Que las asistencias, las conexiones y el reparto de responsabilidades son indicadores tan valiosos como el gol final.
Y que, cuando se observan los datos sin ruido, cuando se contextualizan y se leen desde el juego, el tridente de Fiamma, Luany y Vilde aparece como un ejemplo claro de cómo la regularidad puede convertirse en una forma de dominio.

A partir de una publicación sencilla en Instagram, este análisis independiente ha querido desmontar una idea asumida: que el equipo que más decide es necesariamente el que mejor juega. A veces, el que mejor juega es el que más construye, el que más opciones genera, el que convierte cada ataque en un proceso compartido.
En ese terreno, el tridente de la regularidad no solo compite con el Real Madrid, sino que lo supera en un aspecto clave del juego moderno. Construye más fútbol.
Y en un deporte donde ganar es consecuencia directa de repetir bien las cosas muchas veces, construir más no es un matiz. Es una ventaja estructural.

Datos :
Tridente del Atlético |
Partidos totales: 67
• Goles: 22
• Asistencias: 15
• Contribuciones de gol: 37
Distribución:
• Fiamma: 10G + 6A = 16
• Luany: 7G + 7A = 14
- Vilde: 5G + 2A = 7

Tridente del Real Madrid |
Partidos totales: 60 Goles: 23 Asistencias: 10 Contribuciones de gol: 33
Distribución:
Weir: 10G + 3A = 13 Alba: 7G + 2A = 9 Linda: 6G + 5A = 11

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